La elegante metrópoli me esperaba |
Después de migración, aduana: recoge tu maleta, ponla acá para que se vaya, declara que no tienes nada que declarar, ¡haz otra inmensa cola! para pasar por los detectores y rayos x... y córrele a la puerta chorromil en el área sepancuantos para ir al mostrador de United y que te den otro vuelo. Ahh, adémás mis vuelos eran con US Airways, operados por United, pero nunca indican claramente en donde se registra uno para el vuelo. Por allá también se da el oscurantismo burocrático, a que no.
En fin, ¡tercera cola larguísima! para que una aburrida empleada me (nos) diera un lugar el un vuelo que salía poco más de una hora después. Y me fue bien, otras personas perdieron por completo su conexión y quién sabe qué arreglos tuvieron que hacer. Además hice plática con un par de chicas muy agradables, así que entre todas nos apoyábamos y nos reíamos de nuestra desgracia.
Mientras hacía esta última cola trataba frenéticamente de llamarle a mi esposo para avisarle de la demora. Los dioses del roaming internacional no me fueron favorables: nunca pude hacer llamadas ni mandar mensajes desde Washington a México, pero sí pude llamarle a mi amiga en Boston y ella le envió un correo electrónico a mi esposo. ¡Loado sea el Wi-Fi gratuito! En ese momento no sabía cómo conectarme, pero una vez que aprendí a hacerlo, me era más fácil comunicarme a México por correo o Feisbuc con el celular que de cualquier otra forma.
Llegué a Boston en calidad de fiambre, pero a una hora todavía decente y sin mayores novedades.
Un día soleado pude ver la enorme turbina eólica del MIT |
Anuncios "tranquilizadores" de los sobrecargos... y luego la noticia fatal: agarren sus cositas porque hay que desembarcar para que los mecánicos vean qué carambas le pasa a esta cosa. Ahí vas para abajo. Sala de espera re-llena de mexicanos desesperados, pero la verdad agarramos muy buen ambiente. Si nos hubieran dado unos tragos además de los refrescos del avión la hubiéramos pasado bomba, pero eso no quita que la espera fuera agotadora. Por fin el diagnóstico: el avión no podía volar y tratarían de enviarnos en otro. ¡Oh Santa Turbosina Mártir! ¿Y 'ora? Pues a esperar más.
Ya con dominio de las comunicaciones por interné el mundo (y mi marido) supo de mis cuitas y todos me desearon lo mejor. Más tres horas después, a la hora en que casi debería estar llegando a México originalmente, abordé el avión que me depositaría por fin en tierras chilangas. Todo el buen humor que derrochamos durante la espera se esfumó al llegar al D.F., simplemente queríamos salir del aeropuerto.
Por las pláticas con otros sufridos pasajeros, tanto en el vuelo de ida como el de regreso, me dí cuenta que United tiene graves problemas de organización. Conclusiones: No vuelvo a hacer conexiones tan apretadas... y no vuelvo a viajar con ellos.
2 comentarios:
Ánimo compañera, nunca falta. Y esos temas en el aeropuertos son tannnnnnnnnnnnnn comunes. Pero que bueno que regresaste con bien. Welcome to the jungle, again.
Santa Turbosina Mártir!
Me ha facinao'!!
Oiga comadrita, eso de ser tan aventada con solo dejar 1 hora entre vuelo y vuelo casi casi podria ser comparado con la adrenalina de un deporte extremo! y mas en estos tiempos de las colas para hacer colas...
WelCome BaCk to MéxiCo!
Besitos
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