diciembre 22, 2009

No estamos solos...

...Pero así parece.
Aunque sigo trabajando en la oficina y dirigiendo este navío que se llama hogar, la actividad va bajando poco a poco. Menos ruido, menos llamadas, un poco menos de correo electrónico... Pero las tiendas y los restaurantes a reventar, los planes viento en popa y el estrés presente como si nada.
Estoy cerrando el año con salud y trabajo. Y harto amor. Así que todo está bien.

Me retiro del espacio blogueril por estas dos semanas de vacaciones, aunque no las tome yo como tales.
Enorme agradecimiento a todos mis lectores (¡wow, tengo lectores!) y amigos, que estas fechas los encuentren sanos y felices. Y sobre todo con salud y paz.

Paz para todos, en todas partes

Navidad: 1 Grinch: 0
¡Después de todo, tengo corazoncito!

diciembre 17, 2009

Vestidas para matar

(Las noticias de hoy jueves en mi Cuernavaca querida fueron alarmantes, pero ya hablaré -escribiré- sobre eso. Por ahora, algo de evasión.)

Muchas veces me pregunto hasta qué punto los diseñadores se burlan del público con la ropita que nos tratan de vender. Y digo "tratan" porque es realmente poca la gente que puede adquirir diseños ya no digan exclusivos, sino simplemente de marca. Lo que sea que signifique en realidad la "marca".
Ahhh, pero para nuestra fortuna y diversión, sí existen los y las mortales que le siguen el juego a los arbiter elegantiarum de nuestra época... con resultados como éste:

Daphne Guiness. Socialité de moda y fashion victim por excelencia. Por favor, noten los zapatitos. A mí se me antojan como parte de un disfraz sadomasoquista. Sádicos porque muchos sufrimos al verlos, masoquistas para la "afortunada" poseedora.

Y para que vean más modelitos de este calibre en acción, incluyendo los papos matadores, aquí está la inefable Lady Gaga, quien me causa una extraña mezcla de admiración, fascinación... y susto.

(No puedo mostrar la pantalla al tamaño ideal, pero si hacen clic sobre el título del video los lleva a You Tube)

diciembre 07, 2009

La Sra. Scrooge ataca de nuevo

“¿Y cuándo empiezas a poner las cosas de Navidad?” La pregunta surge año tras año en los primeros días de Diciembre. Y la respuesta al mundo siempre es la misma: nunca empiezo a decorar antes del 20 de este mes. Incluso he llegado a hacerlo por ahí del 23 en la tarde. Pero internamente la respuesta es otra: este año no quiero decorar. La verdad, casi nunca quiero decorar. No, no y no.
Hace ya algún tiempo que me debato entre la modalidad de Sra. Clos y un híbrido Scrooge-Grinch que se apodera de mí por estas fechas. Me encantan los arbolitos decorados, los nacimientos y las esferas... pero en las casas de mis amigos y en los centros comerciales. La escarcha me da comezón nomás de verla, la nieve de unicel me parece una aberración, los gnomos vestidos de verde están como para darles un patada... Y año tras año cedo a las presiones y salen las mismas series de foquitos, las mismas ramas de pino sintético, las mismas figuras de siempre. Lo peor es que tengo un revoltijo de diferentes cosas adquiridas a través de los años y procedentes de diferentes casas y familias, muchas de las cuales no combinan entre sí (las cosas, no las familias). Y desde que vivimos en una casa, los objetos que llenaban de “espíritu navideño” mi anterior micro-departamento aquí se ven perdidos y hasta medio tristes. Tristes y medio, en realidad.

El año pasado compramos un mini-pino en maceta y lo decoramos con mini-luces y mini-adornos. Se veía simpático, pero el pobre no sobrevivió para este año. Me niego a comprar otro, ni se diga de participar en el triste ritual de tener un árbol alguna vez vivo muriendo por segunda vez en mi sala.

Además, está el tema espiritual. Mi enfoque religioso ha cambiado desde las épocas en que ponía alegremente el nacimiento (con aquel San José de manita quebrada que nunca reparamos) en compañía de mi abue, así que me siento un tanto hipócrita al tratar de celebrar un acontecimiento espiritual que ya veo con otros ojos. Respeto enteramente la tradición que priva entre mis amistades y familiares... pero simplemente las cosas han cambiado para mí. Meses después de la muerte de mi amá puse como siempre el nacimiento en su honor... y la experiencia fue de lo más triste que he vivido. Desde entonces el "misterio" (así le decimos por acá a la Sagrada Familia) duerme en sus cajitas, esperando a que me decida yo a cederlos a alguna buena alma católica. Y sin embargo no le hago el feo al bacalao y a los romeritos, y este año planeo hacer un “bacalao” de soya a la vizcaína para compartir con las facciones vegetarianas de la casa. Digamos que me niego a perder la parte gastronómica de la Navidad, pero lo demás... hmmm, no sé.

Hace unos años ví en Praga una tienda decorada con haces de ramas secas y delgaditas atadas con moños. Unas lucecitas por aquí y por allá y voilá, ambiente invernal sin ser comercialmente navideño. Tal vez tome ese camino y así me evito estar contestando la terrible pregunta “¿Y por qué no decoraste tu casa para Navidad?” Aunque si el Grinch vence, la respuesta va a ser “¡Porque no se me dió la gana!”.

diciembre 02, 2009

Peel me a grape

Recreo la escena una y otra vez: pequeño club de jazz, todas las luces sobre el escenario. Ambiente festivo, gente que ríe... y todos en silencio ante los primeros acordes del piano. Aparece mi diva interior, sexy vestido largo, alguna joya resplandeciente, micrófono en mano y toda la actitud necesaria para cantar estos versos, deliciosamente incorrectos.

Sírvanse una copa, suban el volumen y escuchen mis demandas.



Peel me a grape, crush me some ice
Skin me a peach, leave the fuzz for my pillow
Start me a smoke, talk to me nice

You've got to wine and dine me
Don't try to fool me bejewel me
Either amuse me or lose me
I'm getting hungry, peel me a grape

Pop me a cork, french me a fry
Crack me a nut, bring a bowl full of bon-bons
Chill me some wine, keep standing by
Just entertain me, champagne me

Show me you love me, kid glove me
Best way to cheer me, cashmere me
I'm getting hungry, peel me grape

Here's how to be an agreeable chap
Love me and leave me in luxury's lap
Hop when I holler, skip when I snap
When I say, "do it," jump to it

Send out for scotch, call me a cab
Cut me a rose, make my tea with the petals
Just hang around, pick up the tab
Never out think me, just mink me
Polar bear rug me, don't bug me
New Thunderbird me, you heard me
I'm getting hungry, peel me a grape

En voz de la gran Nancy Wilson, la interpretación de-fi-ni-ti-va de ésta, mi canción favorita. Enjoy.

noviembre 25, 2009

La vida en un hilo

Desde que retomé el tejido tras años (décadas) de inactividad, mis noches se han vuelto productivas. Los 60 o 120 minutos que dedicaba a vegetar frente a la tele después de la cena ahora los lleno con puntadas (dos derechos, un revés, dos dere... ¿y ora con qué va a salir House?... dos reve... chin, ya me perdí). Soy una tejedora muy medianita, pero me divierto muchísimo.
Me sigue pareciendo fascinante como a pura labor de manos (y cerebro) una madeja de estambre se convierte en una prenda. Además, me siento unida y en deuda con todas las generaciones de hombres y mujeres que, a mano y nada más, crearon la ropa que vistió a la humanidad durante siglos, antes de la producción en masa. Desde los suéteres de los pescadores del mar del Norte hasta los gloriosos telares de las indígenas de toda América, punto a punto, esas manos han contribuido para vestirnos a todos.

En algún momento de mi vida estudié (brevemente) diseño de modas. La ropita siempre me ha gustado y a pesar de ser malísima para la costura, pensé que tendría algún futuro en esa carrera. Las cosas no funcionaron por ahí (¡pos claro que no!), pero la experiencia fue muy interesante. Algo que nunca entendí de la escuela donde me inscribí era que la materia de historia de la moda la dieran ya muy avanzado el curso, casi a mitad de la carrera. Para mí era vital conocer la evolución del vestido, para entender por qué usamos ahora lo que usamos. Ya fuera de la escuela desarrollé el gusto por la ropa vintage y por las exhibiciones de vestuario antiguo, y tanto en internet como en libros he encontrado cosas fabulosas.


Terciopelos, calados y acolchados del siglo XVIII. Muselinas vaporosas de los 1800. Pedrería de auténtico cristal sobre sedas que retan al tiempo. Bordados que parecen cobrar vida, de todas las épocas y en todos los lugares. Todo hecho a mano. Y antes de principios del siglo XX, todo hecho con luz natural o a la luz de las velas o lámparas de gas. ¿Qué anónima mujer cosió el dobladillo del vestido que ahora veo en el museo? ¿Quién hizo las flores del sombrero antiguo que ahora se vende en Ebay? Mujeres como nosotras, hombres como ustedes. Trabajadores o aficionados, pero siempre amantes de su oficio.
Así que cada derecho y cada revés de mi tejido va dedicado a los nobles y dedicados maestros del vestir, a quienes debemos tanta protección contra los elementos... y tantas deudas en la tarjeta de crédito.
Crédito de las imágenes: Sitio web Antique Dress, venta en línea de ropa vintage, con espléndidas descripciones y antecedentes históricos de cada prenda. Le hace falta una manita en el diseño, pero las fotos y la información son fantásticas.

(Con cariño para mi abuela, costurera y tejedora sin par. Sorry Conchis, los genes costureros no me llegaron.)

noviembre 20, 2009

Pare de sufrir

My life closed twice before its close;
It yet remains to see
If Immortality unveil
A third event to me,
So huge, so hopeless to conceive,
As these that twice befell.
Parting is all we know of heaven,
And all we need of hell.
Emily Dickinson

Leí por primera vez este poema en la secundaria, en la clase de inglés. Ah, cómo sufría Miss Dickinson... y cómo sufría yo. A esa edad ya me identificaba con el tono oscuro del poema... cuando todavía no sucedían los dos acontecimientos de los que habla. Emo de clóset antes de que los emos existieran. Después vendrían a mi vida esos dos terribles acontecimientos... y muchos, muchos más. Años de sufrir y sufrir... completamente de balde. De oquis. Sin necesidad. Por puro hobby, pues.
Claro que las penas duelen. Perder trabajos (en mi caso, la vocación de mi vida), perder amores, ver morir a seres queridos, padecer enfermedades... todas son cosas que duelen y mucho. Respeto totalmente el dolor de los demás y las formas en que lo enfrentan, pero en mi caso mío de mí, me doy cuenta de que en buena medida sufrí más de la cuenta. Aumenté terriblemente la proporción de las penas y las hice más pesadas. Y me quedé pegada en el dolor durante años, recordando, repasando, reviviendo.


Estoy convencida de que el dolor es adictivo. Sufrir es torcidamente agradable. Sufrir me hacía sentirme especial, diferente, superior. O eso creía. Perdí años en ese juego, años que nadie me va a recuperar. Peor aún, perdí a gente entrañable que simplemente se aburrió de tratar conmigo. E hicieron bien.


Entonces llegó la era del Prozac (“felicidad” en comprimidos) y me dije “Ah, como lo mío es depresión clínica, esta es la solución.” Error. No era depresión clínica, sino una simple neurosis bastante pedestre y de cajón, que yo solita me encargué de inflar a un tamaño ridículo. Nótese que estoy totalmente a favor de los apoyos médicos para tratar los desequilibrios emocionales, pero sólo un especialista lo puede determinar... nunca, nunca el propio paciente. Lo bueno fue que en busca de las milagrosas pastillitas llegué con un excelente terapeuta, psicoanalista de línea dura pero con gran oficio, quien me la cantó derecha, me guió sin ayudas químicas, me ayudó a quebrar la imagen que me había hecho de mi misma... y nunca acabaré de agradecérselo.

Han pasado ya años desde esos procesos. El camino ha sido largo, pero ahora veo claro. O por lo menos más claro que en mis veintes y mis primeros treintas. Insisto, perdí mucho tiempo y muchos afectos, pero hoy puedo disfrutar las grandes y pequeñas alegrías, y enfrentar las penas en su justa medida. Ni de más, ni de menos. Y ya no me siento nada especial, sólo feliz y agradecida.
Tic, tac, tic, tac. El tiempo corre. No estoy dispuesta a perder ni un minuto más.

"Que todos podamos ser felices y dejar de sufrir"

noviembre 16, 2009

The Big Apple is Big 3 y último

Ahh, Rockefeller Center está espléndido. Deben haberle dado una remozada general, porque todo está reluciente. Incluso reabrieron al público el observatorio del edificio principal, que estando a cincuenta y tantos pisos de altura brinda unas vistas geniales. El nombre del lugar me encantó: se llama Top of the Rock.

Andando por esos lugares el tema de la riqueza, el trabajo y las épocas de depresión económica se hace presente. Todo está muy caro en todas partes y claro, NY no fue la excepción. Empezando por los taxis del aeropuerto (nunca encontré el shuttle colectivo) que tienen tarifa fija, pero se cobran la propina a lo chino. Y la comida no se diga, yo iba muy confiada en que comiendo como local la iba a librar, pero estaba en un error. Los hot dogs de 2 dólares NO sirven ni de botana y las rebanadas de pizza no bajan de 5 morlacos. La lata de refresco está a 2 en la calle y a 6 en los hoteles. ¿Un martini para terminar el día? No menos de 12, pero yo me tomé uno de 17 (eso sí, estaba enoooorme) ¿Una cena modesta pero en forma? 30 más la propina. Tal vez no suene tan caro... el problema es la conversión. Me decían que “el que convierte no se divierte”, pero la realidad es que gano mi sueldo en pesos. Cosa extraña, encontré que ciertas cremas y productos que uso con regularidad salen más baratos en México que por allá... aunque sean de importación para nosotros. Ya no entiendo nada. Eso sí, las tiendas a reventar y el lujo se puede respirar en la Quinta Avenida.
Los que se dan vuelo son los europeos. Con el fortalecimiento del Euro, NY está lleno de alemanes y franceses, compra y compra y come y come. También mucho (pero mucho) turismo de la India, de Japón... y de China. Y a nivel de chisme, según entendí, parte del terreno donde se encontraban las torres del World Trade Center era arrendado, y por obra y gracia de las finanzas mundiales, ahora entre los propietarios del todavía llamado Ground Zero están inversionistas chinos... quienes se oponían a que el edificio principal del nuevo complejo se llamara Freedom Tower y lograron imponerse. Así se las gastan.
Los empleados de las tiendas y restaurantes trabajan duro, como siempre. Pero es verdad lo que me apuntaban unos amigos, la actitud de los prestadores de servicios es más amable y relajada, aunque su trabajo siga siendo estresante. Tienen más paciencia con los turistas que tropiezan con el inglés (confieso que a pesar de años de experiencia, a mí también se me atora) y los empleados latinos no tienen problema en hablarle en español a los clientes que evidenciamos nuestro origen mexicano o sudamericano. Los policías son amables y en algunos casos guapos y coquetones. (Aunque uno de ellos me dio mal una indicación en el metro y acabé en la Grand Central Station cuando iba yo exactamente para el otro lado).
Recesión, inflación y depresión económica. Todos resentimos sus efectos, pero los aviones y los hoteles están llenos, las calles repletas y las monedas ruedan y ruedan, de uno y otro lado de la frontera. Así debe de ser. Y en lo personal, a mí me encanta ver que la actividad comercial sigue adelante en México y en el mundo. Así que a pagar las cuentas y a cosechar los frutos de este viaje. Bye bye!

(Último último último comentario: me tocó ver a Hugh "Wolverine" Jackman y a Daniel "007" Craig cuando salían del teatro donde se presentan. Los ingratos están más guapos en persona que en las películas)

noviembre 10, 2009

The Big Apple is Big 2

Me encanta tomar las versiones locales del Turibús que encuentro en las ciudades que visito. Particularmente busco los tours donde se puede uno bajar y subir en las paradas establecidas, ya que por lo general los aprovecho también de transporte. Hay que desquitar el precio. NY no fue la excepción y tras comprar un pase de 48 hrs para el bus turístico, aproveché cuanto momento tuve libre para recorrer la ciudad. Tomé un tour nocturno que me llevó al sur de Manhattan y pese al viento helado, permanecí en la parte superior (abierta) del autobús... congelándome de lo lindo y exprimiendo las pilas de mi cámara.

Los guías son a veces muy buenos y a veces no tanto. Lo que se agradece es el cúmulo de información que brindan, desde los datos históricos acerca de la ciudad, hasta los detalles de su vida personal (como el guía que es judío pero asiste a un servicio ecuménico de Año Nuevo en una gran iglesia episcopal). Lo que me quedó grabado es la importancia del comercio marítimo en la fundación de la ciudad y cómo los barrios fueron conformándose a partir de zonas de bodegas, casas para trabajadores de los puertos, zonas de negocios donde las aseguradoras eran las que regían todo... hasta llegar a la distribución actual de NY, la cual sigue cambiando.
Por ejemplo, del Soho bohemio y artístico de Warhol y compañía ya quedan sólo algunos estudios de artistas con mucho billete (y mucha visión) que compraron los antiguos lofts de los 70’s y aguantaron la decadencia del barrio en los 80’s. Ahora hay tiendas de H & M junto a las galerías, pero todavía se encuentran callecitas tranquilas en la zona.

Además, tomé un tour tempranero (8:30 am) y en esa ocasión el detalle curioso que aprendí fue la división de clases entre los habitantes del Upper East Side (el lado de Central Park que da a la 5ª avenida) y el Upper West Side (el lado de la 8ª avenida). En la Quinta vivían (viven) los ricos que heredaron sus fortunas. Gente que, en algunos casos, no ha trabajado un día en su vida. En el lado oeste viven los ricos que han hecho sus fortunas, entre ellos actores y músicos. Ahí está el edificio Dakota de triste memoria y donde todavía vive Yoko Ono, y otros hermosos edificios donde Glenn Close puede encontrarse a Jerry Seinfield cuando salen a pasear a sus respectivos perritos. Y en algunos de esos maravillosos lugares aún hay departamentos con rentas congeladas. Una pareja de venerables viejitos que han vivido ahí 40 años puede estar pagando 800 usd al mes por un super depto, mientras que un inquilino nuevo debe pagar 10,000. Y ese es un buen precio para la zona.El terreno es tan caro y la densidad poblacional (y comercial) es tan alta en Manhattan que existe el concepto de Air Rights, literalmente el pago de derechos por el aire encima de las construcciones chaparritas, un espacio particularmente valioso cuando están cerca de construcciones grandes. Ví propiedades de dos pisos en esquinas muy solicitadas (al lado de Macy’s o de un complejo de oficinas) que están rodeadas por dos de sus lados y por arriba por el edificio contiguo. Los dueños cobran por construir por encima de sus cabezas. Proezas de la ingeniería y los negocios.
Y todo esto lo aprendí de boca de los guías neoyorquinos, rudos y poco corteses... ¿o será también eso parte del encanto del tour?
(Y en la próxima entrega: The not so mighty dollar)

noviembre 04, 2009

The Big Apple is Big 1

Hice un intenso y rápido viaje a Nueva York, con el fin de asistir a una convención... y por supuesto aproveché de re-conocer la ciudad. Hace muchos, muchos años visité NY junto con una gran amiga y quedé fascinada, pero también un tanto decepcionada de ciertos detalles. Recuerdo que caminábamos por la 7ª Avenida y si se nos ocurría dar vuelta en alguna esquina al azar, a veces nos encontrábamos con callecitas de miedo. Había mucha gente sin hogar y basura por doquier, sobre todo después de la hora del almuerzo. Eso sí, disfrutamos de los museos y las atracciones de rigor.
Las cosas han cambiado, y mucho. Sea lo que sea que hicieron los alcaldes Giuliani y Bloomberg, les funcionó muy bien. Nada de basura (casi nada), nada de calles peligrosas en el downtown y el midtown (vamos, ni siquiera en Harlem), y sólo vi un par de personas medio viviendo en la calle, aunque parece que sólo acampan durante el día para pedir dinero y por la noche (sinceramente espero) se van a casa o a algún albergue.

Esto es lo primero que vi de NY al aventurarme a las calles. Miércoles, 11 PM, a unos 5° C de temperatura ambiente y con un viento frío, frío:

Gente, gente, gente. Tiendas abiertas aún a esas horas, carritos de hot dogs y shish kebab son la elección para una cena (o post-cena) rápida... y la Serie Mundial a todo lo que da en la pantalla de Times Square, que se pierde entre los anuncios luminosos y otras tremendas pantallas que pasan comerciales una y otra vez. Me sentía en una escena de Blade Runner, nomás faltaba el dirigible en el cielo.
Algo que me encantó fueron las mesitas y sillas que hay en los dos extremos de Times Square (y en otras plazas). Me senté a ver el beis con mi kebab y mi cocota (Diet Coke, please), junto con muchos turistas y locales por igual. La calle recuperada para la gente. La noche que ya es segura y disfrutable.


¿Recesión? Las hordas de turistas en toda la ciudad y las colas (¡colas!) para entrar a comprar a Abercrombie and Fitch me dicen otra cosa. Además, la tienda de Hershey's está atrás de la pantalla Morgan Stanley, así que con un chocolatito se endulza el trago amargo que nos hace pasar la Bolsa.


“...the city that never sleeps” cantaba el buen Sinatra. La energía de NY es tanta que al regresar al hotel por las noches, no podía dormirme antes de las 2 am. Considerando que me levantaba a las 6:30, es un milagro que no se me haya acabado la pila a medio viaje. Mi cámara no tuvo tanta suerte.
(Continuará... of course!)

octubre 25, 2009

Cariño sin fronteras

Tengo un montón de posts que publicar, pero también un montón de trabajo que hacer antes de salir de viaje. Voy a estar fuera una semana, así que nos leemos a mi regreso.
Mientras tanto, los dejo con esta ternura de video. El joven orangután y el perrito se conocieron casualmente, cuando el can (aparentemente perdido) entró en la reserva donde vive el pelirrojo simio, y desde entonces son inseparables. Me impresionó particularmente lo que comenta el director de la reserva al respecto de cómo comparten su comida los orangutanes con la gente, incluso parten en dos los dulces que les acaban de dar para compartirlos con los humanos. Y no se diga del chiquilín en cuestión, quien comparte su comida con el perro. No dejo de pensar que los animales nos dan enormes ejemplos de amor, tolerancia y compasión que pasamos por alto, creyendo que son simplemente conductas "monas". Éste y otros videos me hacen pensar que hay mucho, mucho más que eso detrás de estos amiguitos.

¡Pórtense bien y pásenla mejor!


octubre 19, 2009

En defensa de los nerds

Hace poco estaba platicando con mi media naranja (naranja y media) acerca de mi persistente e irritante falta de coordinación al nadar... y para otras muchas cosas. Le comentaba que de niña no aprendí a patinar ni a andar en bicicleta gracias a los múltiples zapotazos que me propiné al tratar de dominar esos instrumentos del terror que son las ruedas, sean dos o cuatro, en cualquier configuración. "Entonces eras bien nerd” me dijo. “SOY bien nerd”, contesté.
Nunca lo he negado. Todavía soy súper nerd. De niña fui matadita en la escuela, nada fiestera, tranquilita y casera. Ávida lectora, amante de los temas científicos y la ciencia ficción. Leía el National Geographic y hacía book reports sobre libros de Asimov para las clases de inglés. Y mala, malísima para los deportes y los juegos pesados. Supongo que hay alguna relación, pero corríjanme si estoy en un error: en nuestros años escolares casi todos los “cerebritos” eran malos para las actividades físicas. Supongo que eso se quita con la edad, pues conozco adultos bastante “nerds” que son buenísimos para uno o varios deportes. Pero yo traje pegada la etiqueta de “cerebrito” durante años. Y las rodillas raspadas de tanto caerme con los malditos patines.


Pero eso de ser nerd tiene sus ventajas. Nunca tuve que hacer un examen extraordinario (bueno, sí, el de mecanografía en la secundaria. Pero la mecanografía es una actividad física, ¿no?). Llevar la boleta de calificaciones a casa era pan comido. Y no me aburría nunca, mientras tuviera algo que leer, aunque fuera la Sección Amarilla. Feliz a mi manera y en buena medida, sin las presiones sociales que tenían mis amiguitas que eran realmente cool.
Desde hace más de un año un compañero de trabajo (sesudo ingeniero) me recomendó ver el programa The Big Bang Theory. Me decía que se botaba de la risa con las ocurrencias de los personajes, ingenieros mega-geeks en alguna universidad estadounidense. Un sitcom más, pensé. Hasta hace poco se me ocurrió ver el dichoso programa, sólo porque no encontré nada mejor... y quedé fascinada. Los personajes son evidentemente caricaturescos, pero entre risa y risa me reconocí de inmediato: controladora, compulsiva, racional hasta el ridículo. Cliché tras cliché, todos me resuenan. Y me resuenan con una carcajada. Entre los nerds, como entre los mortales, el reírnos de nosotros mismos es una enorme, enorme ventaja.

octubre 14, 2009

No te conozco

“Disculpe que no le reconozca... ¡he cambiado tanto!” – Groucho Marx
Esta cita me la robé de uno de mis blogs favoritos, porque me parece genial. Cuando encontramos a un viejo amigo solemos decir o pensar “¡estás igualito!” o “fulanito no ha cambiado nada”. Y nos vemos al espejo cada día reconociéndonos como los mismos de ayer, creyendo a ciencia cierta que seremos los mismos mañana. Y no, ni el amigo de la primaria es el mismo de hace butimil años, ni yo soy la misma de ayer. Por eso me parece genial la cita: cuando nos encontramos y nos reconocemos (o no), ¿eres tú a quien veo o lo que veo es sólo la imagen que guardo en mi memoria?

Desde que me uní una popular red social me he reconectado con amistades de hace años y he fortalecido los lazos con gente a la que conocí brevemente, pero con quienes descubro similitudes. Todos me enriquecen, todos me contagian su joie de vivre y todos me sorprenden. Desde las amigas de la secundaria (¡hola chicas!) hasta gente que he conocido más recientemente, siempre hay algo qué descubrir y algo que recordar. A veces incluso recuerdo cosas de mí que ya había olvidado. Y ni qué decir de los aspectos ocultos de mis familiares, que en el fértil campo del ciberespacio florecen y se multiplican.

Ahhh, ¡y la emoción de los reencuentros en vivo y a todo color! “¡No has cambiado!”... Oh sí queridos amigos, claro que hemos cambiado. Carreras, trabajos, matrimonios, divorcios, hijos, mudanzas, colores de pelo, ropita, creencias, intereses, enfermedades... la lista es interminable. Pero aún así, sigo viendo en ustedes buena parte de mis recuerdos. Borrosos, distorsionados. Dulcificados a veces. Exaltados o disminuidos. En ustedes veo lo que era yo cuando nos tratábamos de cerca. Algunas veces es lindo, otras no tanto. Y me pregunto cómo me ven ustedes... ¿pero importa eso, importa cómo los veo y cómo me ven, con este enorme filtro que es la memoria? Quiero, amigos míos, verlos como auténticamente son ahora, en este instante, no como quiero que sean. O como creo que deberían ser.
Nacha Guevara cantaba: “Ah, qué hermoso es el tiempo pasado, cuando la memoria lo ha empañado”. El pasado se ha desvanecido, el futuro todavía no está aquí, lo que necesitamos ahora es un hermoso tiempo presente.

octubre 06, 2009

La vida de los otros

(Seguimos en onda autoanalítica.)

Casa, trabajo, familia, amigos, obligaciones. Siempre estoy haciendo algo. Frecuentemente, haciendo algo para alguien. Escribo ahora, ya trabajé, al rato hago la cena. Siempre con la mente en alguna parte, con alguien más, en algo diferente. ¿En dónde estoy ahora? ¿Con quién realmente estoy ahora?
Hace algunas semanas puse un widget de música en la barra de la derecha (por cierto, díganme si es muy irritante oírlo cada vez que me visitan, o si simplemente apagan sus bocinas). Me parece fascinante eso de hacer listas de música y conservarlas, pero cuando estaba cargando mi primera lista tuve que preguntarme ¿qué me gusta? Así, de plano. ¿Cómo se me pudo HABER OLVIDADO QUÉ MÚSICA ME GUSTA? De repente me di cuenta de que hace mucho que no pongo el radio con simple musiquita, y también mucho tiempo que no ponía mis CDs. De inmediato me puse a ver mi modesta colección y estoy tomando inspiración de aquí y de allá para armar el famoso widget. Pero, ¿en dónde había estado esa parte de mí? ¿Qué he olvidado de mí misma?
Concesiones. Eso es lo que hace uno al vivir en familia. O incluso en el trabajo. Límites, para no molestar, o simplemente para poder convivir. Miles de cosas que no decimos o no hacemos. Pequeñas celdas autoimpuestas. Y al mismo tiempo, vivimos en función de los otros. Trabajar para alguien, seguir las leyes, dar de comer a la familia, preocuparse aunque sea por una mascota. Ni qué decir de los padres y madres de niños pequeños, tiranos de menos de un metro que mueven el mundo con sus deditos regordetes. La vida de los padres gira en torno a los hijos. Supongo que en general las familias somos así. Los humanos somos así. Qué vamos (así, en plural) a hacer, dónde vamos a ir, qué vamos a comer. ¿Qué te gusta a tí?... yo me adapto... Lo que digas está bien... Yo te sigo... Como tú quieras. Una y otra vez.
Regresen ahora a donde dice “por cierto, díganme...” Je je, les pido a ustedes (los otros) que me digan qué hacer, incluso en este espacio. Oh. Shit.


La individualidad es fieramente defendida, incluso nos quejamos de que el mundo se ha vuelto egoísta, que sólo vemos el beneficio propio, el viejo "cada quién para su santo". Pero en la práctica, todos nos entregamos de una u otra forma.
¿Estoy viviendo la vida de los otros y no la propia? ¿Los otros viven mi vida?
Cuando veo la serie Lost siempre digo que para los “villanos” apodados Los Otros, los “héroes” son los otros. Sip, una simple perogrullada, pero me lleva a esto: Yo soy el otro para alguien, así que, en cierta forma, vivir la vida de los otros es vivir mi propia vida.

octubre 01, 2009

Dead like me

(Aviso al respetable: Los posts se van a poner densitos. Agradeceré que me acompañen en este viaje.)
Ese es el nombre una serie que apareció brevemente hace algunos años. No sé si hubo traducción al español, pero literalmente significa “Muertos como yo”. Ahí se narraban las aventuras de un grupo de grim reapers (¿parcas?), encargados de guiar las almas de los muertos al más allá. Simpática la serie, por cierto, con un humor que se agradece.
Difícil es cultivar el humor cuando se ve la muerte de cerquita, en familia. Esa ha sido mi experiencia reciente. De nuevo me he enfrentado al dolor, no del que se va, sino de los que se quedan. Para quien fallece, por muy traumático que sea el momento de la muerte, también éste pasa. Y rápido. “Esto también pasará” decía Siddharta Gautama, el Buda histórico, al referirse a los dolores más grandes que puede experimentar el ser humano. Como el dolor de la propia muerte, o peor aún, el dolor de una madre que pierde un hijo. Esto también pasará. Pero esta afirmación es dura de creer y aún más dura de digerir.
Hemos sufrido varias muertes en la familia a lo largo de pocos años. Hijos que pierden a sus padres, madres que pierden a sus hijos, esposas que ahora son viudas. Me he enterado por una llamada en la madrugada, por un correo electrónico, o de viva voz. Ningún medio es mejor que otro.

Hace algún tiempo, cuando iba camino del sepelio de la madre de una queridísima amiga, de repente pensé en la difunta dama en términos de “qué gran aventura debe ser la muerte”. Wow, ahora que lo escribo ese pensamiento me parece... poco elegante tal vez. Bastante frívolo, quizá. O quizá no. Más allá de las narraciones de experiencias cercanas a la muerte (la luz al final del túnel y todo eso), realmente, realmente no sabemos cómo es ese tránsito. Sea que creamos en una “vida” después de la muerte, en premios o castigos, en la continuidad de consciencia o en la más absoluta destrucción... la verdad es que no sabemos nada de primera mano. Pero lo sabremos tarde o temprano.

Cuando trabajé en el área aministrativa de un hospital mi departamento estaba en el sótano, y al final del pasillo estaba la morgue. No era raro abrir la puerta de la oficina y ver pasar a un enfermero empujando una fría camilla metálica, ya fuera vacía o con un cuerpo cubierto por sábanas. Pero siempre eran camillas sencillas, frías, sin un colchoncito siquiera. Siempre me llamó la atención ese detalle, aunque la explicación es simple: ya no importaba la comodidad.
Todas las tradiciones religiosas nos dan alguna explicación. Supongo que las escuelas filosóficas también. Pero si volteamos la tortilla... ¿quiénes son los muertos?, ¿quiénes son los vivos?, ¿la vida humana se reduce a un trazo de ondas cerebrales?, ¿qué dirán mis ondas en este instante?, ¿quién o qué decide el verdadero momento de la muerte?, ¿y en serio, en serio, pero de verdad... estás vivo?
Or are you dead like me?

septiembre 29, 2009

Cosas de peso

Los días han estado intensos por acá. Desde penas muy grandes hasta pequeños tropiezos, pasando por todos los puntos intermedios, la cosa ha sido drama, drama, drama.
Así que en lo que pongo en orden mis ideas y escribo como debe de ser, los dejo con el robusto y talentoso Meat Loaf, a quien eso del drama se le da muy bien.

septiembre 21, 2009

Pregúntenme cómo estoy...

(Este post lo escribí el jueves 17 por la tarde, pero decidí no publicarlo entonces.)
Si me hubieran preguntado hace algunas horas, la respuesta hubiera merecido un beeeep de censura. Ahora ya está mejor la cosa.
Abrí mis ojitos esta mañana a las 5:15 a.m., sin razón aparente. Como que algo estaba raro. Se fue la luz, pero no del todo, había un bajísimo voltaje. Me levanté y recorrí la casa desconectando cosas. Me volví a dormir a medias hasta las 7, hora en que nos levantamos. Y no había agua, porque la bomba había tronado con el bajo voltaje. Nunca se me ocurrió desconectarla.
De ahí en adelante casi todo el día fue una sucesión de pequeñas tragedias domésticas y laborales. Desde el cliente que decidió que le urgía un trabajo que estaba programado para entrega posterior, con las consiguientes carreras para cumplirle, hasta las colas en Telmex para pagar un teléfono foráneo que cuando traté de pagar con una tarjeta de débito el “sistema” (término que designa a los dioses iracundos de todos los cajeros) la rebotaba una y otra vez.
Tropecé con un cable en la oficina y casi tiro un aparato. Tomé un triste pimiento en el súper y se me vino encima media caja de redondos y escurridizos congéneres del mismo. Vaya, hasta pisé caca de perro. En serio...
Para esta hora ya tengo luz pero no tengo agua. Cumplí con el trabajo urgente y otros más, hice la comida a tiempo para acomodar las tareas extras de la tarde, a fin de cuentas sí pude pagar el teléfono. Y ya no se me cayeron las cosas.
Esta misma madrugada, antes de apagones y demás sucesos, tuve un sueño peculiar. Andaba para variar corriendo por todos lados y me caía en unas escaleras anchas y de escalones bajos, que estaban mojadas y resbalosas. Aparecía mi mamá y sonriente me decía “estás 90% hostia” y la frase me hacía tanta gracia que empezaba yo a carcajearme y no me podía parar.
Lo de “hostia” lo tomo como la exclamación que hacen los españoles. Mi interpretación es algo así como “estás 90% torpe, así que mejor relájate”. Y sí, el día lo confirmó.
Así que hago caso del siguiente consejo, en la impronunciable lengua checa:



“No te tomes la vida demasiado en serio”. Sobre todo en los días en que está uno 90% hostia.
El viernes 18 por la noche, en un país lejano, murió un sobrino político mío, a quien no llegué a conocer personalmente pero por quien guardaba afecto. Un joven de 20 años. Miembro de una familia que ha recibido golpe tras golpe durante años.
Esto me pone todo, realmente todo, en perspectiva. En especial la frase de arriba.

septiembre 15, 2009

Tres colores

Me encantan los carritos de carrizo con banderas y adornos tricolores que aparecen en todos lados a partir de la última semana de Agosto. Hasta hace algunos años, en casa no fallaba la bandera nacional por estas fechas. Una sola banderita pequeña, al centro de la mesa del comedor. Pero de un tiempo a la fecha, sencillamente ya no me dan ganas de ponerla.

Identidad nacional. Sólo una etiqueta, a veces útil, a veces limitante. A veces, francamente ridícula. Si vemos las fotos de las primeras damas de la nación, invariablemente aparecen con rebozos en los actos oficiales, principalmente cuando reciben a dignatarios extranjeros. Sí, sí, los rebozos son lindos (yo misma tengo un par que son herencias de familia), pero, señoras-consortes-de-presidentes, NO es necesario que los usen a fuerza. Y ya no hablemos de los trajecitos típicos que de repente lucen (remember Martita?).
¿Y qué hay de nosotros, ciudadanos de a pie? ¿Por ser 15 de Septiembre TENGO que cenar pozole, si no no soy mexicana? De nuevo, me encanta el pozole, pero para comer, no para cenar. Y menos después de las 11 de la noche (no se ustedes, pero siempre que me invitan a una noche mexicana me han servido la cena después de la ceremonia del grito. Por lo que me veo obligada a aplacar el hambre con papitas, cacahuates y tequila. Muy poco sano.)
Y están otros temas más escabrosos. A veces la “identidad nacional” está definida por nuestra capacidad de hacer desmadres, de improvisar y de salir del paso como sea. O peor aún, esta “identidad” todavía está marcada por las películas de charros con pistola, grito y borrachera obligada, con su indisoluble carga de machismo. O por los temas de los narco-corridos, la corrupción, el valemadrismo y la ineptitud.

¿¿Por qué demonios todavía venden "artesanías mexicanas" con la imagen de un tipo dormido, recargado en un cáctus y con el sombrerote sobre los ojos??
Quizá exagero. Quizá no. Quizá mi visión está obstruida por las noticias que leo en el periódico. Sé que México es más que actitudes retrógradas (la imagen de la canasta de cangrejos viene a mi mente) y falso patriotismo, pero cuesta trabajo verlo cuando salgo a la calle y veo (sufro) la basura, la indolencia... y la violencia.
Por eso, este 15 y 16 de Septiembre celebro a mi patria sin poner banderas, pero haciendo lo que mejor sé hacer: trabajando.

septiembre 10, 2009

Al mal tiempo...

...Whatever.
Hoy no amanecí de humor. De hecho, alcancé mi nivel de incompetencia desde las 9 a.m. y no hubo manera de cambiar las cosas. Ni con tres cafés. Diablos.

Pensé que me alegraría ver a este par de monadas...

O que este amiguito me contagiaría su sonrisa...

...Pero nada.
Temo que hoy estuve mas en sintonía con el bloggero que les dice sus verdades a los animalitos lindos.
En fin, mañana será otro día. Creo.

septiembre 01, 2009

Crónica de una dieta anunciada 4 - Los resultados

Sigo haciendo ejercicio. Sigo a dieta (ehem... casi). Sigo poco a poco perdiendo centímetros de circunferencia y ganando salud.
Lo que me gusta de todo este proceso es que he cambiado mis hábitos desde lo profundo, no como una serie de medidas de emergencia ante mi incipiente obesidad sino como un nuevo estilo de vida. Me descubro llenando mi plato de ensalada y verduritas cocidas, evitando los alimentos excesivamente grasosos y disfrutando de las caminatas espontáneas cuando se me presenta la ocasión.


Y hay un beneficio adicional, que se agradece enmedio de esta recesión económica: estoy recuperando ropa que había guardado en las entrañas de mi clóset "para cuando baje de peso". Pues no he bajado tanto de peso, pero mis medidas ya son otras, así que ya estoy usando diversa ropa que estuvo guardada durante años (¡años!). Vamos, hasta recuperé un par de zapatitos de hace no menos de 10 años, que seguramente me puse unas tres veces y luego tuve que guardar porque... sí, hasta los pies engordan.

Ahh, interesante historia la de estos papos: primero, sobrevivieron quién sabe cómo a mis periódicos ataques de “regala-lo-que-no-te-has-puesto-en-cierto-tiempo". Además, son Gucci, de la época en que alguna excelente fábrica de zapatos mexicana tenía la licencia de esa marca y producía los modelos internacionales, incluyendo una muy cómoda línea de "medio tacón” (como decía mi amá) para las oficinistas de vida activa, a precios bastante razonables. Yo tenía colección.
Maldita inflación, recesión y depresión. Recuerdo que en mis años de secundaria y prepa usaba camisitas de Lacoste originales, y mi mochila alguna vez fue un bolso de LeSportsac. Y juro que éramos (somos) de familia modesta, simplemente sí se podían comprar esos artículos. Ahora que han vuelto esas marcas a México me doy vueltas por sus boutiques y me infarto: los precios son altísimos. De la misma manera, parece mentira que pasé la mitad de mi vida laboral calzando Gucci. Y ahora sólo un par sobrevive.

Lo que no sobrevivió fue mi vestidito negro, esa mítica prenda que saca de apuros a la hora de los compromisos de última hora (o agendados). Con el entusiasmo de haber entrado cómodamente en mis jeans favoritos me puse a buscar el vestidillo que me hizo pasar una noche terrible en una cena (o comía o respiraba, no podía hacer ambas cosas so pena de tronar el cierre) para ponérmelo y vengar mi honor... y nada. La petite robe noir había sido víctima de un arranque de coraje por los kilos de más y ahora languidece en algún ropero ajeno. Mademoiselle Chanel debe estar lanzándome una mirada reprobatoria desde el más allá.

agosto 26, 2009

Supermercado espiritual

Desde hace algunos años estudio budismo. Larga historia, pero la resumiré diciendo que empecé a interesarme por la meditación en general, después descubrí el Zen (hermoso, terrible Zen) y tras infructuosos intentos en esa disciplina encontré que lo mío, lo mío, era el budismo tibetano.
En el camino me he encontrado con todo tipo de maestros, "maistros" y escuelas. Desde los pseudo-gurús que afirman canalizar a alguna entidad trascendente hasta gente que realmente se ha dedicado a estudiar a fondo estas disciplinas, el supermercado espiritual es amplio, surtido y confuso. A lo mejor voy a decir una barbaridad, pero yo incluyo en esta oferta los métodos de desarrollo personal, las medicinas alternativas y las religiones emergentes (y las tradicionales también). En varias publicaciones hay páginas enteras dedicadas a anuncios que van desde clases de Yoga y programación neurolingüística hasta medicina cuántica (lo que sea que eso signifique), masajes holísticos, las profecías de los cráneos de cristal y la activación de la glándula pineal (que es la epífisis, pero ese nombre no vende).


Y aquí viene mi dilema: en mi variopinta familia tengo desde psicólogos hasta terapeutas alternativos, pasando por católicos guadalupanos de hueso colorado y yo misma, que tiro más al budismo que a otra cosa. Habiendo pasado por una buena dosis de terapia psicológica tradicional (oootra historia) ya estoy bastante curtida en esto de escoger sistemas de sanación y creo haber desarrollado un sano escepticismo, pero de repente me doy de topes con las búsquedas espirituales-mentales-psicosociales de mi familia. Ante todo los respeto, pero no dejo de externar mis opiniones.
Peco de minimalista, pero resumo mi punto de vista en lo siguiente: si necesito ayuda para superar una enfermedad, o una depresión, o un estancamiento emocional, quiero que esa ayuda haya sido probada y comprobada, y que no me vaya a generar una dependencia. No puedo depender de un Lama, ni de un terapeuta, ni de un objeto o una sustancia, por muy sana que sea. La única excepción que haría sería tomar un medicamento o suplemento de por vida (insulina, por ejemplo) para tratar un padecimiento crónico. Pero he encontrado que muchos sistemas espirituales, de sanación física y/o de desarrollo humano generan dependencia ya sea a una persona o a una cosa. Así, un vil objeto puede convertirse en el único refugio. O cuando es una persona, se pueden generar tragedias (James Jones, Waco y los davidianos, incluso Charles Manson).

En el widget de música que puse en el blog hay una canción de Alan Parsons Project que se llama “There but for the grace of God”. Originalmente viene en un disco llamado Freudiana, el cual apenas vengo descubriendo. Una de las líneas dice "we dream of dreams that hold the key": soñamos con tener sueños que nos den la clave. Soñamos que una ilusión nos resuelva la vida.
Todos los seres queremos ser felices y dejar de sufrir. Pero hasta la felicidad se tiene que buscar con sabiduría.

agosto 17, 2009

Freak show

¿Por qué nos llama la atención lo feo? Desde los patéticos espectáculos de feria que todavía se ven por ahí (“¡pasen a ver a la niña lagarto!”) hasta los reality shows, tal parece que los humanos tenemos fascinación por lo feo, incluso lo grotesco. Y no me den cuerda para hablar de las publicaciones como el “clásico” ¡Alarma! (¿existe todavía?) o sus encarnaciones más recientes.
Pero en una nota más ligera, me encontré por ahí con el sitio Cake Wrecks, o lo que es lo mismo, pasteles horrendos. He aquí algunas muestras:
Por ejemplo, fulanito y zutanita se comprometen en matrimonio y para festejarlo, invitan a sus íntimos amigos a una cena que culmina con...

¡¡¿una manita mutilada?!! (y hasta con el tétrico mensaje "llegó tu día")
Y luego la boda, la fiesta, el banquete y por supuesto el pastel....
¡¡el ataque de la novia sin cabeza!! (¿se imaginan si el relleno era de fresa?)
Unos meses después, la flamante esposa anuncia la llegada de un bebecito, y para el baby shower a alguien se le ocurre poner...

¡¡el ultrasonido del chiquilín sobre el merengue!! (ayyy, pues es su primera foto ¿no?)

El sitio tiene decenas si no es que cientos de ejemplos de pasteles hechos por profesionales (o amateurs que cobraron por sus obras) y que retan todo concepto de buen gusto... y el apetito del más plantado. Nada más hay que darse una vuelta por la barra de Categories y Favorites.
También hay ejemplos de pasteles super creativos y bien ejecutados, pero no cabe duda de que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.

¿Gustan un cafecito para acompañar su pastel?

agosto 12, 2009

Wanderlust

Wanderlust. Del alemán wandem (excursionar) y lust (deseo). El inglés toma prestado este término y le da el significado de un “fuerte deseo o impulso de vagar, o, en un uso más moderno, de viajar y explorar el mundo".

Oh sí. Me encanta viajar. Siempre he dicho que disfruto los viajes desde el momento en que tomo el taxi para ir al aeropuerto. O a la central caminonera, según el caso. Incluso los viajecitos de un día al DF o a Tepoztlán los disfruto en grande, aunque dadas las circunstancias, viajo mucho menos de lo que quisiera. Pero eso sí, también disfruto el regreso a casa. Esa primera noche de dormir en la cama propia después de un viaje larguito es siempre encantadora, no importa que llegue muerta de cansancio y con las piernas hechas pretzel después de horas en el avión/autobús/auto. Llegar a casa, esa también es parte integral del viaje.

Otra cosa es irse. Irse de la casa, de la ciudad, del país. Irse por un motivo u otro, pero dejar atrás algo y no saber con certeza si se va a volver. Irse por buenas razones... o porque no hay de otra. Hace algunos meses (wow, más de un año en realidad) nos enfrentamos en familia con la disyuntiva de cambiarnos de casa o no, cambiarnos de ciudad o no, cambiarnos de país o no. Para mí, wanderluster de sillón, una cosa es salir de casa con una maleta, sabiendo (confiando) en que voy a regresar algún día a mi vida rutinaria, y otra es cargar con los contenidos de la casa entera y enfrentarme a la incertidumbre del futuro. Y vueltas más o vueltas menos, en esas andamos todavía. Nuestras prioridades han cambiado y nuestros intereses también, incluso nuestros destinos geográficos potenciales, pero de que nos vamos, nos vamos. ¿Cuándo?, depende de muchas cosas, entre ellas de la economía doméstica y mundial. En gran medida, nuestro destino está en las regordetas manos de Carstens et al.
Cambio. De casa, es un hecho. De ciudad, quizás. De país, quién sabe. En serio, quién sabe... y esas dos palabras, para una control freak como yo, son aterradoras.

Ahhh, y está el tema de la mudanza. Cuando llegamos a esta casa y esta ciudad, tras coordinar las mudanzas simultáneas de tres departamentos y una oficina, juré y perjuré que no quería volver a empacar cositas en una caja de cartón en muchos años. Soy capaz de regalar mis pocos platos y vasos antes que tener que envolverlos en múltiples capas de periódico y confiar en que llegarán de una pieza al siguiente domicilio. Viví en la misma casa durante 30 años, y luego mis estancias en otras casas han sido más o menos largas, de ahí mi resistencia al cambio. Viajes, los que quieran. Mudanzas, déjenme pensarlo.

Impermanencia. El cambio es lo único seguro en esta vida. No sé para cuando las necesite, pero si tienen unas cajitas de regular tamaño, guárdenmelas por favor.
(Foto: Monumento a Cristóbal Colón, Benalmádena, España. Un barco. De piedra. Ah, la ironía.)

agosto 05, 2009

Lo que he aprendido aquí

Y por “aquí” me refiero a la blogósfera, este espacio virtual pero no por eso menos real, donde he encontrado que...

1.- Hay mucha, mucha gente que escribe bien. Muy bien. Realmente bien. Algunos son escritores cultivados, otros son amateurs de la pluma (¿la tecla?), otros no pretenden ni lo uno ni lo otro, pero de que hay talento, hay talento.

2.- La ortografía y la gramática no han muerto (loados sean los dioses), pues esos buenos escritores las cultivan sin demeritar su creatividad. El idioma evoluciona, y sin tener que llegar al dialecto mecánico del SMS (“k pdo?”), las voces de los bloggers tienen personalidad y en muchos casos gran elegancia.

3.- También hay excelentes fotógrafos, diseñadores, artesanos, etc., que sin dedicarse profesionalmente a las artes tienen el don del buen ojo y el buen gusto. Y no necesitan equipos sofisticados, con una camarita de celular basta en muchos casos.

4.- Es enorme la cantidad de gente que tiene cosas interesantes que decir, y que tiene el talento para transmitir su emoción en un medio tan frío como podría ser el teclado y el monitor. Sea que escriban de política o de cocina, que sólo escriban unas líneas, publiquen una foto o se avienten un tratado, si el blogger tiene algo interesante que decir, tendrá un lector.

5.- Casi todos los humanos tenemos el gen voyeur. Aún cuando estamos inundados de información, sigue siendo irresistible el asomarse a la vida privada de los demás. Y si es de manera anónima, mejor. Por supuesto, también cedemos ante nuestro gen exhibicionista, al sacar nuestros trapitos al sol en este medio.

Ejemplos hay muchos. De hecho, eso es lo que más me sorprende: la explosión de creatividad que desborda el ciberespacio día a día, minuto a minuto. Hubiera llenado de links esta entrada si pongo los blogs que me inspiran, las galerías de fotos que me sorprenden, los posts que me han conmovido. Sólo vean su propio blog, sus propias ideas, sus propias obras. Y si no tienen blog como tal... ¿a poco no traemos un blog mental donde escribimos e ilustramos nuestra propia historia?
Después de todo, estos homo sapiens sapiens tenemos esperanzas...

julio 28, 2009

Penélope, Inc.

Cito a Wikipedia: “Penélope es un personaje de la Odisea, esposa de Ulises, rey de Ítaca. Ella espera durante veinte años el retorno de su marido de la Guerra de Troya. Mientras su esposo está fuera, Penélope es pretendida por múltiples hombres. Para mantener su castidad ante la ausencia de su marido, les dice a los pretendientes que aceptará su desaparición, con la consecuente promesa de un nuevo enlace, cuando termine de tejer un sudario en el que estaba trabajando. Para mantener el mayor tiempo posible este tejido en elaboración, procura deshacer por la noche lo que creó durante el día, y de esta forma soporta la ausencia de Ulises.”
Y ya lo saben: la idea de la mujer que teje y desteje su labor durante veinte años ha trascendido como modelo de fidelidad conyugal hasta la fecha.
Pero yo tengo otra teoría:
Para mí que Penélope era adicta al tejido, y como las fibras eran escasas, pues a destejer a labor para no quedarse sin su fix diario de estambre. Digo, no creo que la vida en Ítaca fuera muy emocionante, pero tampoco era cosa de andar de locota con los pretensos mientras el marido estaba fuera...
Como ya lo comenté en un post anterior, me he vuelto aficionada al tejido. Adicta, más bien. Parece que la labor mecánica y repetitiva de mover las agujas una y otra vez, aunada a la satisfacción creativa de ver una bola de estambre transformarse en una prenda, resulta sumamente benéfica para el cerebro. Por lo menos eso es lo que concluyo al ver la cantidad tan enorme de aficionada(o)s al tejido a nivel mundial. Créanme, somos, como se dice en chino, un xingo.
¿Puras abuelitas que tejen chambritas para sus nietos? Hmmm, no exactamente. Hay abuelitas, abuelitos, mujeres ejecutivas y amas de casa, hombres barbados y bien rasurados, jóvenes universitario(a)s, científico(a)s... Sobre todo, y lo que más me sorprende, hay un montón de mujeres jóvenes de todas las nacionalidades imaginables, súper modernas, que lucen melenas azules y rosas, tatuajes, botas de nunca-me-verás-descalza... y que tejen como diosas.
¿Puras bufandas y suetercitos? Nop. Nomás chequen esto:

Sí, el simpaticón del Hellboy en derechos y reveses, obra de Aimee, alias FizzTheCarbonated. ¿Pasatiempo de abuelitas y tías solteronas? Don’t think so.
Y todo se reduce a una fibra cardada, un par de agujas o un gancho y muchas ganas.

(Con cariño para la comunidad de Ravelry y anexas, quienes me han recibido con tanta calidez)

julio 22, 2009

Mi madre, esa desconocida

Ni tan desconocida en realidad, sólo sorprendente. Nacida en los treintas, hija adoptiva del D.F., fue testigo de los simulacros de bombardeo durante la 2ª Guerra Mundial, la era del rock, la última inundación del centro (con lanchitas en pleno Bolívar, verdá de Dios), el 2 de Octubre, las Olimpiadas, las eternas devaluaciones y el terremoto del '85.
Tuvo etapas de tauromaquia, nacionalismo, rebeldía e internacionalización. Trabajó desde los 14 años y se jubiló con honores. Usó jeans antes que nadie y hasta pocos días antes de su muerte. Y en su juventud, vestidos de fiesta con tules y flores de seda que ella misma se hacía.
Muy noviera y amiguera, pero leal y discreta. Tanto, que las amistades le duraban toda la vida y las ahora-esposas de sus ex-novios acababan siendo sus amigas.
Con el pelo largo y ondulado y su aventajada estatura de 1.70, de joven tenía un aire de María Félix sin ceja levantada.


Católica devota y sorprendentemente tolerante. Madre consentidora pero con puño de hierro cuando la situación lo justificaba. Vivió en la Lagunilla, murió en Cuernavaca... Pero sobre todo eso: vivió.
Y algo de ella siempre fue un misterio. Hermoso misterio.

Cinco años sin tí. Pero sigues conmigo, sin ataduras, con la misma libertad que siempre me otorgaste. Gracias por siempre.

julio 14, 2009

Back to the 80's

Lo he leído en varios lugares y lo veo a diario en la calle (y temo que a veces en el espejo): en México la década de los ochentas llegó para quedarse. Aunque es bien sabido que la moda es esencialmente reciclable, hay cosas que no se reciclan, porque simplemente nunca las tiramos a la basura.
Supongo que por la vocación barroca que heredamos de nuestros antepasados ibéricos, todo lo que sea recargado, brillante y apantallador nos llama la atención. Admítanlo chicas, las mujeres mexicanas llevamos una diva ochentera muy adentro y a veces sale en forma de flecos estilo tubo de PVC (cepillo redondo, secadora y spray indispensables), colores de rómpeme-la-retina y pantalones pegadísimos. Aún quienes no vivieron esa época tienen arranques ochenteros, si no, ¿cómo se explica que aún existan enormes piezas de joyería de fantasía en colores neón?, ¿o el hecho de que el spray para pelo Aqua-Net siga vendiéndose?

Algunas de mis amabilísimas lectoras expresaron su horror ante un breve comentario que hice en otro post sobre el regreso de las hombreras, un bastión de la moda ochentera. Pues sí, lo afirmo y lo confirmo. Las hombreras regresan. He aquí las pruebas:






La galería completa la encuentran por aquí. Quizá no se vean tan mal en un traje de diseñador y un cuerpecito como el de Milla Jovovich, pero temo que las versiones más populares en cuerpos más comunes no van a ser tan armónicas.

Y para verlas en todo su esplendor, aquí está un link nostálgico que nos remonta a los tiempos de Reagan, la serie Dinastía y las lentejuelas al por mayor.

En palabras de Amy Winehouse: "I say no, no, no".

julio 08, 2009

Eterna fregadera

Vivo en Cuernavaca. Sí, sí, la eterna primavera y todo eso. Una de las cosas curiosas de Cuerna es que tiene microclimas, y no todos son primaverales. Conocemos por lo menos 4 distintos microclimas en bandas que van del norte al sur del área urbana. Porque ah sí, tenemos área urbana, pues la ciudad se desborda hacia todos lados a lo largo de las carreteras, y los municipios y pueblos que antes eran independientes se van adhiriendo a la mancha de asfalto. Yo vivo al norte, en el microclima fresco, y a medida que bajo hacia el centro las cosas se van caldeando, hasta llegar a los habituales 30° en el centro histórico en la primavera y el verano. Todo se pone particularmente interesante en el verano, época de lluvias torrenciales en la que calles y avenidas se vuelven efímeros ríos con corrientes sorprendentemente veloces, dado lo empinado del terreno. Una ciudad dividida por barrancas, en donde ir de una avenida a otra que le es paralela implica recorrer cuadras y cuadras hasta encontrar un puente que las conecte, o bien dar vueltas como enajenado por callecitas irritantes hasta dar con el camino correcto.
El punto de referencia siempre es el Oxxo más cercano a nuestro destino, con la salvedad de que hay Oxxos casi cada dos cuadras. Los nativos siempre dicen "no, si es bien fácil llegar" y los fuereños nos damos unas perdidas épicas en estas calles que nunca son rectas.
Los conductores de transportes públicos son una joya. Unas joyitas, más bien. Desde los taxistas que creen que son lo máximo porque evitaron un semáforo dando enormes rodeos, hasta los choferes de microbús que hacen ver a sus contrapartes defeñas como portentos de habilidad y buenas maneras.
Por aquí, a los tacos de guisado les dicen “acorazados” y hay restaurantes que orgullosamente anuncian “caldos de gallina estilo D.F.” Hay pasión por las tortillas hechas a mano y las cervecerías con vasos de a litro. Tenemos Liverpool y Starbucks, así que nos creemos ya del primer mundo. Cómo no...
Los fines de semana en centros comerciales y supermercados me divierto detectando a chilangas y chilangos visitantes: traje de baño visible bajo el top, chanclas playeras, shorts aunque la temperatura no lo amerite... Nos dicen “Cuernavaca” y automáticamente pensamos en sol y alberca. No siempre es así. Hay lluvia, viento, nublados persistentes y otras cosas menos naturales. Basura, mucha basura. Crimen. Impunidad. Casas a medio construir. Huelgas interminables de maestros. Más basura...



Y sin embargo las buganvilias siguen ahí, junto con las palmeras, las jacarandas, los pájaros que alborotan la tarde al irse a dormir. Iguanas que cruzan la carreteras del sur, conejos en el bosque del norte, tardes de domingo con globos y esquites en el Zócalo. Balcones llenos de flores en callecitas románticas, comercios añejos que desafían la economía, iglesias coloniales a pasto. Hay fregaderas, sí, pero también hay atardeceres que quitan el aliento. Y cuando vengo por la autopista ya cerca de la Pera y veo el valle de Cuauhnáhuac iluminado por el sol, con el Tepozteco a la izquierda y la pequeña gran ciudad a la derecha, siempre digo “hola Cuerna, ya llegué a casa”.

(Fotos: Vistas del Centro Histórico. Es rico ir de safari fotográfico.)

julio 01, 2009

Elogio de los 40

Sip. Cuarenta. Cuarenta y tantos, más bien. Acá su blogger nació a mediados de los sesentas, se formó en los setentas, disfrutó los ochentas y en los noventas como que empezó a entrar en razón. Entré al nuevo milenio con más dudas existenciales de las que tuve en la adolescencia, pero a estas alturas ya estoy viendo claro. En varios frentes, creo que ya sé de qué lado masca la iguana. La neta, me siento mejor que cuando tenía 25 años y creo que me veo un poco mejor. Por lo menos ya aprendí qué me queda y qué no, independientemente de modas y estilos.
En Junio fue mi cumpleaños, en medio de moderadas crisis de salud en la familia, cambios de estilo de vida, ejercicio, dieta, nuevas pasiones y una sana incertidumbre sobre el futuro. Suficientemente joven para atreverme a hacer nuevas cosas y suficientemente experimentada para saber qué evitar. He visto la muerte y el retorno de las minifaldas, los pantalones acampanados y/o a la cadera, los colores neón y las hombreras (sí, ahí vienen de nuevo). Siempre he oído hablar de “la crisis”, desde el Jolopo hasta Calderón, y ya ni me acuerdo cuántas devaluaciones me han tocado.
Estoy convencida de que esta es la mejor etapa de mi vida, aún con mi dependencia al tinte de cabello y los lentes bifocales (de transición, para que no se note tanto), que conviven con los tardíos barritos que no tuve a los 15 años. Muy a gusto con mi edad, pero no veo la necesidad de que el mundo me vea con la cabeza llena de canas. Creo que voy a seguir el ejemplo de mi madre, quien al retirarse de la vida laboral se dejó de pintar el pelo y disfrutó su jubilación luciendo su cabellera plateada y sus jeans de toda la vida. Pero sólo al retirarse. En cuando a los lentes, en la oficina uso los bifocales, pero encuentro cierto placer en sacar mis modernos lentecitos de lectura en las tiendas o los transportes, colocarlos sobre mi nariz y poner cara de señora cool.


Mi maestro de budismo siempre nos recuerda el tema de la impermanencia. Todo cambia y se transforma. Jóvenes ayer, viejos mañana... y el hoy se nos va como arena entre los dedos. Nos dice que nada, realmente nada nos garantiza que seremos unos viejitos lindos como Sara García.
Pues yo estoy haciendo lo posible hoy, a mis cuarenta y tantos años, para llegar a los sesenta como Helen Mirren.



No es tanto el cuerpo, todo empieza (y acaba) en la mente.

(¿Con esta confesión de edad habré perdido lectores veinteañeros? Hmmm... si supieran lo que les espera en los treintas... mwahahahah!)

junio 23, 2009

Deep Blue Fear

No sé nadar. Nunca aprendí. De niña no solía frecuentar albercas y ya de adolescente nunca me interesó aprender a nadar. De adulta he disfrutado las albercas, el sol, la piñita colada y todos los etcéteras, pero así como nadar nadar, la verdad me da miedo. Lo paradójico del caso es que me casé con un tritón que disfruta enormemente del agua, ya sea en el mar o la piscina, y quien desde que nos conocimos estuvo dale y dale conque yo aprendiera a nadar. Claro, como para él siempre fue algo instintivo... de hecho mi amado esposo dice que ni siquiera se acuerda cómo aprendió a nadar, seguramente sus padres (Mr. Tritón y Mrs. Sirena) simplemente lo metieron al agua y el chiquilín empezó a flotar con toda naturalidad.

Mi historia es muy diferente. Para mí el agua no me es natural. Sentir que pierdo el piso, que me volteo, que me entra agua por boca, nariz, oídos... todo me resulta aterrador. Y, al mismo tiempo, envidio profundamente a la gente (empezando por mi familia) que se lanza al agua sin pensar, tan sólo disfrutando la libertad de “volar” en ella.
Y entonces llegué a un gimnasio que tiene una linda, clara, tibia alberca semiolímpica con profundidad máxima de 1.55 m. ¿Genial, no? No. La neta, yo soy capaz de ahogarme en 1 m de agua si me agarran descuidada.

Ya saben para dónde voy. Estoy tomando clases de natación. Mi adorado tormento tuvo a bien regalarme de cumpleaños tantas clases como sean necesarias para que aprenda a nadar. Esto ha resultado un tour de force, un psicoanálisis acuático, un viaje al centro del miedo. Resulta que lo mío no es un miedito común, ah no, es toda una fobia a la piscina. Hay clases en que no logro despegarme de la mano de mi increíblemente paciente instructor, en otras puedo hacerlo pero trato de llegar a un punto de apoyo con enorme desesperación. Tablas y cilindros para flotar, ejercicios de brazadas caminando, flotar de muertito (muertita de miedo) sostenida por el instructor. “Lánzate, como si volaras, yo te ayudo a salir” me dice él. Nel, dice mi subconsciente. Y así lo repetimos una y otra vez, algunos días se puede, otros no. Ya hago bucitos, eso sí.
Desde la primera clase el instructor se dio cuenta de que yo era un caso difícil, incluso estuvimos analizando si había yo tenido alguna mala experiencia con el agua. Que yo recuerde, sólo una vez, en el mar, cuando andaba con unos amigos y a todos nos revolcó una ola inmensa, aunque estábamos cerca de la playa, con los pies firmes en la arena. Nos costó mucho, mucho trabajo salir del agua. ¿Sería eso, o es algo más profundo? Debe ser algo anterior, porque aún antes de ese incidente el miedo ya estaba ahí.

“Lánzate, lánzate” Una y otra vez. A veces mi mente se lanza y mi cuerpo se resiste, paralizado por el miedo. A veces se lanzan los dos. A veces (ahora) veo la alberca aunque esté en tierra y me digo lánzate, lánzate.
(Con enorme agradecimiento a todos los que me apoyan en este reto, uno de los más grandes de mi vida. No shit.)

junio 17, 2009

Lost in Translation 5 - Realmente perdidos

Cuando empecé a trabajar en esto de las traducciones me sorprendió constatar la cantidad de gente que se necesita para que un texto llegue a nuestras manos en nuestro idioma, habiendo sido escrito en cualquier otra lengua. Por ejemplo, alguien escribe el texto original, alguien le da formato, alguien lo imprime en el empaque de un producto, alguien vende el producto a un país o mercado con diferente idioma... alguien (¡por fin!) se da cuenta de que los nuevos consumidores no entienden el idioma original, alguien contrata a un traductor (por lo general al cuarto para el ratito) para que traduzca ra-pi-di-to el texto, alguien (idealmente) revisa la traducción... y vuelve a hacerse el ciclo de impresión.
La cadena de trabajo es a veces muy larga, pero a veces es trágicamente corta.

Es común el cliente que no habla ni lee el idioma al cual necesita traducir su texto y que no cuenta con nadie que lo revise (o no quiere pagar el servicio), así que la orden para el traductor es "tu traducción es final". Eso quiere decir que el traductor tiene la responsabilidad de que el texto sea perfecto. Así, per-fec-to, aunque el texto en el idioma original no lo sea. Y qué decir de los impresores, esos se cuecen aparte. Lo que les entregas lo imprimen tal cual, a fin de cuentas, ese es su trabajo... y nada más.

Me imagino que un caso de cadena de trabajo trágicamente corta, combinada con la indisposición del traductor y un cliente ansioso por sacar a la venta su producto llevó a este épico, costoso y descorazonador error:


¿Muy apurados para imprimir el empaque? Aquí están las consecuencias, tanto en el nombre del producto como en la descripción en letras más pequeñas. Spanish Nowhere!

Ahora, si hubo por ahí un hispanohablante que casualmente vio la barrabasada antes de la impresión y no dijo nada... qué mala leche, me cae.

junio 09, 2009

I want a new drug

And I found it! O como quien dice, ya la encontré. No es el Vicodin de nuestro amigo el Doc House, ni las cosas letales que se encuentran en la calle en estos días. Noooo. Es colorida, económica y pachoncita. Me gusta llamarla "endorfina de colores", por sus efectos en mi neuroticona personalidad.

Y eeeesss: ¡El estambre! Más bien, el tejido. Con agujas, para más señas.
Desde hace varios años me moría de ganas de hacer alguna labor manual, pero después de frustrados intentos con la pintura en vidrio y la costura dejé la cosa por la paz. Entonces empecé a leer (y escribir) blogs. Gracias al blog de So y después de algunos saltos blogueriles dí con el blog de Paula y voilá! estoy tejiendo otra vez, después de años (añísimos) de no tocar un gancho ni unas agujas.
La combinación Internet-Blog-Tejido suena forzada pero ha resultado un exitazo. Las tejedoras se comunican por correo electrónico, bajan modelos de Internet y publican sus obras en sus blogs. Algo tan antiguo como el tejido (versión portátil del telar) se encuentra muy a gusto en el ciberespacio. Con la ventaja adicional que las tejedoras bloggers son además mujeres creativas y divertidas, a quienes da gusto leer.
Y a mí me pasa algo chistosísimo: el simple hecho de pensar en tejer me pone de buen humor. De muuuy buen humor. Buscar patrones, pensar en estambres, idear modelitos... todo me hace sentir relajada y eufórica. Como aquella vez en que me anestesiaron el labio superior para un tratamiento con láser y después del procedimiento quedé alegremente dopada toda la tarde. O como cuando me tatuaron la muñeca. Endorfinas recorriendo todo mi cerebrito y haciendo que la vida se vea color de rosa.
Mis logros hasta ahora son una bufanda (siempre se empieza por una bufanda), un morralito y ahora estoy tejiedo un shrug (especie de bolero -no chavos, no de los que dan bola al calzado-). Mi obsesión es tal que el shrug lo tejo en casa por ser más grande, y tengo otro tejido más pequeño en proceso para traerlo conmigo y seguir tejiendo en cualquier rato de espera. Sólo tengo que cuidarme de no picarle el ojo a nadie con las agujas.

mayo 31, 2009

19°

Diecinueve grados de desviación con respecto a la vertical. Ese es el grado de mi escoliosis lumbar, de la cual me acabo de enterar en días pasados casi por accidente.
Después de un par de semanas de sufrir dolor en la espalda baja me decidí a ir al doctor. Ya en el pasado había tenido esas molestias, pero con un par de días de aplicarme compresas calientes y tomar analgésicos se me pasaban sin mayor problema. Esta vez no fue así.

Pensé que el ejercicio en el gimnasio, combinado con largos periodos de estar sentada en la oficina y en un seminario de fin de semana me habían provocado alguna lesión, pero el ortopedista me mandó hacer Rayos X... y ¡bolas! la imagen realmente me asustó. Mi columna vertebral tiene una curva pronunciada a nivel lumbar, donde debería insertarse de forma recta en el sacro. Cuando vi la radiografía sólo pensé “¡¿Y cómo diablos es que camino sin cojear?!” Maravillas del cuerpo humano, que a lo largo de los años se va adaptando a una situación anómala y compensa de mil formas el movimiento irregular.
En mi caso, la compensación me ha llevado a tener contracturas (silenciosas, indoloras) en varios músculos, un hombro más bajo que el otro y este dolor persistente que se ha presentado ahora. Y me salió barato. Según el doc, para el grado de escoliosis que tengo, realmente es sorprendente que no haya tenido fuertes molestias en el pasado.

De repente, todo tiene sentido: el por qué no puedo mantenerme sentada en un cojín para meditar, por qué mi brazo derecho es menos flexible que el izquierdo, por qué nunca me he podido tocar los dedos de los pies al inclinarme...

¿Solución? Ninguna. La curvatura va a estar ahí por el resto de mis días. La tarea ahora es evitar mayores problemas a futuro. El dolor no puede, sino que va a volver tarde o temprano. Lo que procede ahora es hacer ejercicios especiales para aumentar la flexibilidad y fortalecer los músculos (y seguirlos haciendo de por vida), cuidar la ergonomía de mi lugar de trabajo y descanso... y bajar de peso. Bajar mucho de peso.

Ya estoy en el camino, pero todavía no me repongo del shock que ha sido descubrir esta bomba de tiempo ósea que llevo dentro y cuyo tic-tac era casi imperceptible. Hace unos días era una mujer regordeta pero sana, en proceso de mejorar su salud y su peso. Hoy soy paciente de fisioterapia. Hoy tengo una condición crónica que debo atender. Hoy veo una placa de Rayos X y comprendo que mi vida ha cambiado para siempre.
(Foto: Wikipedia, mi curva es para el otro lado)

mayo 25, 2009

Para que sufra la canalla

...La canalla de la grasa. Bueno, supongo que la grasa no sufre, la que sufre soy yo tratando de deshacerme de ella. Pero vale la pena el esfuerzo: tras dos meses de ejercicios 4 veces por semana y dieta rigurosa (casi), he bajado de peso y medidas. Y lo mejor, mi capacidad cardiopulmonar ha aumentado. Eso sí, me ha costado sangre, sudor y lágrimas. Okey, lágrimas no, pero una que otra lesión (ouch) y harto, harto sudor. Tengo la fortuna de estar en un buen gimnasio que cuenta con servicio de entrenadores profesionales, no es que esté conmigo el coach durante toda la rutina, pero sí hace una evaluación al iniciar el programa y luego al paso de los meses, para ver el progreso y adaptar las actividades a lo largo de las semanas. Yo estoy haciendo principalmente ejercicios de cardio (elíptica, caminadora y bicicleta), un poco de yoga y baile (¡divertido!) y ahora empiezo a tomar clases de natación, porque no nado nada.
Ahhh, y la dieta. Ese es el punto. Me podría estar matando en el gimnasio, pero si comiera como lo hacía un par de meses, los avances hubieran sido mucho más modestos. Ya estoy de la lechuga hasta la coronilla, pero acepto que la dieta es el punto focal de un programa para bajar de peso. En mi caso ya no era una cuestión de vanidad, sino de salud. La nutrióloga que veo es muy abierta para adaptar las dietas de acuerdo al gusto y las posibilidades de cada cliente (¿paciente?), pero firme en cuanto a las porciones, combinaciones y alimentos prohibidísimos. Básicamente la onda es verdura, verdura, verdura, pollo, pescado, más verdura y un poco de pan y tortillas integrales. Pero muy poco.
En fin, los resultados ahí están. Si necesito motivación, me basta sentir los jeans flojitos, flojitos.
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