febrero 27, 2012

Flor de asfalto

"Volveré a la ciudad que yo más quiero, después de tanta desventura; pero ya seré en mi ciudad un extranjero." -  La Elegía del Retorno, de Luis G. Urbina

Hace algunas semanas descubrí en los pasillos del Facebook una página llamada La ciudad de México en el tiempo. El concepto es sencillo y hermoso: los administradores de la página publican fotos de la ciudad de México a lo largo de su historia, ya sea tomadas de libros, archivos fotográficos... o publican fotos que los mismos agremiados a la página envían. Incluyen claras descripciones del lugar fotografiado, la fecha y otros detalles... y la gente se encarga del resto. Con los comentarios de todos se forma una imagen aún más vívida del momento congelado en la foto. Siempre hay alguien que vivió ahí, o que estudió ahí, o cuyos padres o abuelos tuvieron alguna relación con el lugar. Cosas tan simples como un puesto de periódicos o un camión urbano detonan recuerdos cálidos a veces, y a veces tremendos.
La página cuenta con numerosos álbumes. Confieso que pasé una tarde entera reviviendo el horror del terremoto de 1985 a través de estas fotos. Después de todo, estos acontecimientos terribles también son parte de la historia de esta ciudad. Son parte de mi historia.

Me confieso enamorada de mi terruño. He ido y venido, he pasado meses y años fuera, he odiado muchos de sus rumbos y amado otros. Sufro en sus transportes, repelo de su gente, me horroriza la basura y la violencia... y sigo aquí. Desde mi ventana veo los cerros del Ajusco, allá, muy al sur. Tomo un trolebús y en media hora estoy en el Centro Histórico, sitio entrañable de toda mi vida. Subo a lo alto del World Trade Center en la víbrante Ave. Insurgentes para tomar una copa en el bar giratorio, viendo como la tarde sucumbe y las luces se encienden, una tras otra, en kilómetros a la redonda. Viajo por arriba y por abajo de este suelo trepidante, líquido a veces, secándose inexorablemente para dar de beber a sus hijos. Vivo ahora con árboles al alcance de la mano, pero también he vivido donde el cemento impera y todo es una masa gris y polvosa. Mi ciudad, siempre. 

Hace años, muchos años, hubo una exposición sobre la Ciudad de México en el Palacio de Bellas Artes. Entre fotos, grabaciones, artículos de prensa, objetos, recreaciones, la ciudad cobraba una dimensión diferente. Todo es parte de nosotros, chilangos, y nosotros somos la ciudad. En esa exposición me enteré porqué la colonia donde vivía se llamaba como se llamaba, los orígenes de la colonia de al lado (una calle nos separaba, pero también una brecha socioeconómica notable), la sorpendente permanencia de muchos negocios... y mil cosas más que ya cambiaron, desaparecieron o simplemente olvidé al paso de los años.

Y hete aquí que el moderno Facebook me vuelve a traer los recuerdos de una ciudad que no viví, pero que conozco por las narraciones y las fotos de mi familia. De hecho, cada vez que veo ciertas fotos en la página mencionada, se me imagina que por ahí va a aparecer mi mamá de joven con su larga cabellera ondulada, o mi abuela de rebozo y canasta, apurada para ir al mercado.

Ciudad de México. Te quiero, condenadota.
Sábado 18 de Febrero. Por unas horas, volvimos a ser la región más transparente.

1 comentario:

Carmen Tye dijo...

Asi como en primera persona no puedo decir que conozco la Ciudad ya que cuando he pasado.. pues he pasado. Pero si le conozco en hartas narraciones tanto escritas como visuales. Y quien no va a querer a esa grande olla cargada de todo tipo de cultura?

Besitos

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