septiembre 30, 2012

Sacando el cobre

En los ya muy lejanos años 90 tenía algunos compañeros de trabajo que se trataban entre ellos de "güey". Oye güey... que pasó güey... y todos los etcéteras del caso. Esto puede sonar muy normal ya bien avanzado el siglo XXI, pero en esa época y en un entorno de moderna-pero-fresita-oficina-de-la-iniciativa-privada era ligeramente escandaloso... sobre todo cuando, con todo respeto (creo) hacían extensivo el apelativo a algunas mujeres trabajadoras de esa empresa. Yo me resistía hasta el ridículo a ser llamada "güey", aunque fuera de cariño, y tuve bastante éxito en evitarlo durante años.

Claro, hoy medio mundo se trata de "güey" (o wey): hombres con hombres, mujeres con mujeres y en grupos mixtos de todas las edades. Vaya, hasta hay una cadena de tiendas que se llama ¡Ay Güey! (su sitio web tiene una onda neo-folclórica muy divertida) y nadie se sonroja. Uyy, pero en esa época yo ni me atrevía a proferir semejante insulto, ya no digan otras palabras altisonantes. No, no, no. Yo era una joven culta y decente, que no necesitaba usar tales improperios para expresarse. Sí, cómo no...

Pero el tiempo pasa, las personas cambian, las costumbres se relajan (en el mejor de los sentidos) y ahora suelto floridas palabrotas sin el menor rubor, aunque sólo en ambientes de confianza. En español e inglés, claro que sí. Y casi a toda hora cuando estoy a solas o en mi dulce hogar, con mi maridito que es igual de carretonero que yo (sorry honey!). Sigo sin tratar de weyes a mis amigos y amigas, porque simplemente no se me da, pero ya no me molesta como antes si ellos deciden llamarme así... lo cual me lleva al tema real de este post.

Ahora, con este desparpajo arduamente adquirido, puedo confesar un placer culposo. Desde hace meses escucho un podcast semanal sobre cine y cultura pop, conducido por un par de malhablados a los que encuentro súper divertidos. Además de las noticias cinematográficas tocan temas del momento y/o simples comentarios acerca de sus vidas, pero lo hacen con gran sentido del humor... y grandes dosis de groserías. Admito que me resultaba difícil recomendar este podcast (¡qué iban a pensar de mí, ay Diosito!)... pero qué shingaos, estamos en confianza ¿verdad?

ADVERTENCIA: En serio, son retemalhablados los conductores. Y no tienen pelos en la lengua para mostrar su, ehem, admiración por las chicas guapas. Y a veces tienen un humor muuuy negro. Advertidos quedan.

Con ustedes, ¡Finísimos Filmes! 
(denle clic en el nombre anterior para ir al sitio desde donde se puede escuchar o bajar el podcast, en la parte inferior hay una pequeña barra de reproducción con la que se puede escuchar en línea).

septiembre 23, 2012

Zapatilla de cristal

Nah, mejor de piel. Sintética. De tacón gruesesito. Y con una discreta plataforma. Justo así había visualizado unos zapatitos que me resultaban necesarios para completar mi clóset (que por muchos motivos tiene que ser compacto y funcional), así que dediqué un par de fines de semana a buscarlos. Arrgh, siempre me pasa que cuando busco algo específico me cuesta mucho trabajo encontrarlo, y en cambio tooodo lo demás me gusta, es decir, se me antojan todas las cosas que NO necesito. Vieran cuánta bolsa bonita hay... pero no, con disciplina espartana (ajá) me abstuve de sacar la tarjeta ante tanta tenación.

Pues como estaba decidida a salir de mi zona de confort (literal), me limité a buscar zapatos con algo de tacón, cosa que no había hecho en años. La experiencia fue entre divertida y frustrante, pues la oferta de zapatos está de lo más extravagante últimamente. He aquí algunos ejemplos de los modelitos que me probé (modelos y colores meramente ilustrativos, todo tomado de la Web):
Mis piecitos dijeron Aaaayyyyy nononono!! con esos papos.

Modelo muy engañoso, se sienten horrribles al ponérselos. Bueno, yo sentí horrible.

Vamos, esto no es un zapato, es una pieza arquitectónica.


Okey, ya nos vamos entendiendo, pero el tacón aún es muy delgadito para mí

¡¡Jajajajaja!! No pude ni dar un paso con unos parecidos a estos. Ni un paso.

¡¡Tubooo, tubooo, tubooo!!


Lindos, pero con la maldición de la pata ancha, nunca encontré unos "peep toes" que me quedaran bien.
En fin, tras recorrer cuanta zapatería encontré en dos populares centros comerciales de mi ciudad, incluidas las tiendas departamentales, por fin encontré algo que me acomodó:

La decisión final. Buen tacón, bastante cómodos... pero aún así son un reto para mí.
Cada vez que me enfrento a estas búsquedas acabo cansada y decidida a ponerme de nuevo los poquísimos (dos) pares de zapatos de tacón que tengo, pues tantos años de vestirme como me da la gana me han atrofiado terriblemente las habilidades para la caminata elegante y el lucimiento del piernón. Digo, ¿por qué he de segir privando a la humanidad del placer de ver mi portentosa figura encaramada en los zapatos de moda? ¿No es acaso un deber cívico el hacer más bella mi ciudad? *Creo que ya estoy desvariando*
 
Que quede asentado en actas que hoy hice algo del quehacer doméstico en tacones, como parte de mi rehabilitación. Y no dí ningún traspié. Eso sí, pobres de mis vecinos de abajo. Clac, clac, clac.

septiembre 16, 2012

Fotos como las de antes

Hoy en día, prácticamente todos traemos una cámara en el bolsillo, en forma de un teléfono celular o smartphone. Paradójicamente, a la vez que las tradicionales empresas quiebran (remember Kodak?), la fotografía amateur está teniendo un gran resurgimiento con estos aparatitos, que a estas alturas para lo que menos se usan es para hablar por teléfono.

Y a la par del avance de las cámaras integradas a los teléfonos, las aplicaciones para manejo y distribución de las fotos se han multiplicado, con el famoso Instagram a la cabeza. Ahora todos podemos tener fotos estilo vintage con ondita, literalmente en la punta de los dedos. Y digo tener, que no tomar, pues estas apps se encargan de aplicar filtros preestablecidos a nuestras fotitos de todos los días... y ¡voilá!, nos convertimos instantáneamente el artistas de la lente. De repente nos vemos lozanos, artísticos y bien hipstercitos, casi sin esfuerzo. Ah, y claro, con estilo antiguo, pues eso es lo de hoy.

Ahhh, pero estamos también los reacios, quienes llegamos con retraso a los avances tecnológicos y nos aferramos a las formas del ayer. Ya tengo algunos años con mi cámara digital, pero tardé bastante en hacer el cambio desde mi amada réflex Olympus, pesada como ella sola, pero confiable y robusta. Ahora amo mi Fuji de modestos 7.1 megapixeles (cualquier teléfono trae eso y más de capacidad), pero ha sido un enamoramiento paulatino. Y no, nomás no me hallo tomando fotos con el smartphone, y menos manipulándolas en el mismo aparatito. Nah, Instagram no es para mí, pues está orientado precisamente a eso: clic con el teléfono, clic para ponerle un filtro a la foto y clic para subir  a la red social del momento.

Para cuestiones básicas como recortar y hacer correciones ligeras uso el Microsoft Picture Manager de Office (soy chica PC, no se enojen), pero quería algo más... artístico. Y buscando, buscando (ni tanto, dí con el dato con googlear "editor de fotos"), encontré PhotoScape, un editor confiable, razonablemente fácil de usar... y con descarga gratuita. Aún estoy experimentando con él, pero me agrada tenerlo en la compu y poder manipular fotos. He aquí algunos de mis experimentos (foto original tomada por su bloguera de confianza):

La foto original
 
Mejorando el contraste y contraluz

Intensificando el color y girando la imagen

Filtros y viñetas para una apariencia vintage

Sepia y contraste, ahora sí estilo antiguo en serio
Claro, no es tan fácil como en Instagram, pues hay que jugar con varios efectos para obtener el resultado deseado, pero al menos yo encuentro esto mucho más divertido y personal. Esto es apenas una muestra, pues las opciones son realmente muy amplias.

Así que ahora lo único que necesito es tiempo, tiempo y más tiempo. Y salir con mi cámara más a menudo, claro que sí.
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