julio 28, 2011

Avon llama

Así rezaba la propaganda de la marca Avon hace muuuchos años. Crecí con esa marca porque mi mamá trabajó en las oficinas durante casi 25 años.
Cada 3 semanas salía el catálogo y casi por costumbre (o por entretener un poco a la mini-Özer) mi amá lo llevaba a la casa. ¡Y frecuentemente también llevaba productos! y algunas otras cosas. Dibujitos que me mandaba alguno de sus compañeros, el postre que no consumió en la cafetería, la rosa que adornaba su escritorio... 

Volvamos a los productos. Los envases de las lociones eran simpatiquísimos (sillitas, botas, jarrones griegos, libros...) pero los contenidos eran discutibles. Los jabones eran los grandes favoritos para regalar y los productos para niños eran un exitaso entre mis amiguitos. Recuerdo que alguna vez mi amá logró que le regalaran una caja com-ple-ti-ta de shampoos con envase de Pluto (el de Disney) para repartir entre mis compañeros de la clase de catecismo. Cada año, el sábado más cercano al Día del Niño la empresa patrocinaba una gran fiesta en sus instalaciones de Ave. Universidad y Miguel Ángel de Quevedo, para celebrar a los chamacos de los trabajadores. Siempre invitábamos a alguna amiguita mía y mientras andábamos de puesto en puesto (hot dogs, palomitas, chescos...) y de juego en juego, mi mamá trabajaba un rato en su oficina. Al salir, a cada chiquilín le daban una bolsota de productos. ¡La gloria!
Esporádicamente mi madre tenía que trabajar el sábado por la mañana. Me encantaba acompañarla porque me sentaba en un escritorio desocupado y me ponía a ayudarle en alguna labor adecuada a mi edad. Sin faxes ni e-mail, había mucha, mucha correspondencia que doblar, ensobretar y rotular. Mi máximo era ir a la máquina de café y comprar tanto para mi amá como para mí (nadie se escandalizaba al ver a una niña de 9 años tomando café con crema). Todos sus compañeros me trataban de maravilla y las políticas de la empresa eran lo suficientemente flexibles (o inexistentes) como para tolerar mi presencia sin más permiso que el del jefe en turno de mi mamá.

Mis primeros maquillajes fueron de Avon. Labiales, delineadores, esmaltes. Sombra aquí y sombra allá. Aprovechamos el descuento para empleados al máximo durante años. Y no, ni mi amá ni yo nos lanzamos a vender los productos, las ventas nunca se nos dieron. ¡Pero qué tal las compras!
Conocí la planta de lado a lado. Alguna vez hice una solicitud de trabajo pero no logré el puesto deseado (nop, ni con las influencias). Aún recuerdo el olor mezclado de mil perfumes que permeaba todo el ambiente... ¡llegaba hasta las escaleras de la estación del Metro!
Luego vino la edad de jubilación. Aunque tuvo una jubilación adelantada, mi mamá ya estaba cansadita del trabajo y se retiró con honores. Siguió en contacto con algunos compañeros hasta su muerte y aún conservo los lazos humanos y emocionales con la empresa.

Los tiempos cambian y las organizaciones también. Avon creció y creció, abrió plantas en otros estados de la república y las oficinas centrales se mudaron a varios sitios. Ignoro dónde estén ahora. Hace un par de años pasé frente a lo que solía ser el edificio central, sobre Universidad... y me paralicé al verlo en proceso de demolición, sin vidrios y lleno de grafiti. Se me salieron las lágrimas.
Un gran espacio en blanco...
Hoy vivo relativamente cerca de ese lugar, de hecho el gimnasio al que asisto está a unos pasos de la que solía ser la entrada de los trailers que transportaban productos de belleza desde la planta hasta los rincones más apartados del país. Hoy es un vasto estacionamiento. No. Hay. Nada. Sólo permanecen las rejas originales y los andenes donde, acompañada de mi madre, conocí lo que era el trabajo. Hermoso, fructífero trabajo.

Con cariño para todos los trabajadores presentes, antiguos y futuros de Avon Cosmetics, S.A. de C.V.

julio 25, 2011

Vejestorios 2 - cuentas y espejitos

Esa afición que tenemos algunas (muchas) mujeres por los objetos brillantes... ¿tendrá algún orígen evolutivo? ¿Será que en las antiguas sabanas africanas, mientras nuestras antepasadas cargaban al crío y se protegían del tigre dientes de sable, se sentían atraídas por las bayas cubiertas de rocío, brillantes bajo la luz del sol?
En mi recientemente adquirida afición por la joyería vintage (bueno, recientemente concretada, porque me ha gustado desde hace mucho tiempo) he tratado de ponerme objetivos específicos. Primero fueron los aretes con un broche especial, ahora me tocaron los anillos de coctel. Totalmente suntuarios e imprácticos. Totalmente tentadores.
¡Eureka! Encontré tres anillos. Tres oportunidades para decir ohhh, shiny! Permítanme mostrarlos:
Este me recuerda la joyería de la firma Chopard. Sospecho que este anillo es bastante moderno, pero no importa. 
Este trébol se siente contundente, pesa más que los otros y, literalmente, está enseñando el cobre, pero tiene carácter. Un anillo bien usado y disfrutado. Eso es lo que me gusta de las piezas vintage.
Y esta es la pièce de résistance: cristales en dos tonos de azul sobre una montura caprichosa y muy sesentera. Pide un vestido sencillo pero elegante y un manicure discreto.

Curiosamente los tres son ajustables, las bandas de las tres piezas son similares, así que es un misterio si proceden de la misma época o de distintos tiempos, o si incluso eran de la misma dueña. ¿Se rompe el hechizo si digo el precio? Vamos, para mí eso es parte del triunfo en esta cacería. Treinta y cinco pesos cada uno. Aplausos.
Ahora sólo necesito un martini y un cuarteto de jazz para completar mi fantasía retro.

julio 19, 2011

Saroyan doble hoja, o Una Serie de Eventos Desafortunados

Al igual que varios cientos de miembros del grupo de Facebook Prófugas del Blogger (¡hola chicas!) me enamoré de cierto proyecto de tejido. Vale decir que llevo un par de años tejiendo "formalmente" y este ha sido el patrón más complicado en el que me he embarcado.Las intrépidas organizadoras de las Prófugas se dieron a la tarea de traducir (descifrar) el proyecto conocido como Saroyan Doble Hoja y nos brindaron una chulada de patrón, que como alguien dijo por ahí, se teje solo.
Bueno, eso sólo en caso de estar en manos de un(a) tejedor(a) experto(a). En mi caso, me costó mes y medio de intentos, destejidas, frustraciones y errores repetidos.

Para empezar, escogí una lana demasiado delgada para mis habilidades. Nunca había tejido con agujas menores a 5 mm y este estambre pedía 3.5 a 4 mm. Pues ahí te voy con las del 4. Una, dos, hasta tres veces lo intenté y no pasaba de las primeras 3 hojitas del diseño. Nada, a intentarlo a doble hilo, con aguja del 5 (o 5.5, no quiero ni acordarme). Mejor, ahora sí veía avance, pero la existencia del estambre elegido empezó a agotarse rápidamente. Otro error: en una exposición de manualidades compré un paquete de 5 madejas de estambre Cusqueñita, una atractiva mezcla de lana, acrlílico y alpaca. En la madeja se sentía pachón y suavecito, pero al tejerlo suelta más pelo que mi gato, se abre fácilmente y además pica, pica, picaaa. Las 5 madejas casi se agotaron y pensé que sólo me faltaba una, así que al recorrer tiendas para encontrar el faltante me dijeron que aparentemente ya estaba descontinuado. ¡Noooo! Finalmente hallé dos (sólo dos) madejas del color correcto en una mercería, donde me tranquilizaron al decirme que recibirían más en unos días. Sólo necesitaba una, pero me llevé las dos, a un precio bastante mayor que el que había pagado por las primeras madejas.

Después de noches y noches, horas y horas, múltiples confusiones con el patrón (mea culpa, por tejer mientras veo la tele) y una comezón pertinaz a causa de la alpaca... llegué a la última sección del patrón, sólo unos centímetros máaas... ¡y que me vuelvo a equivocar! Deshacer, rehacer, sufrir con-la-última-hojitaaa... y ya, por fin terminé. Sólo me sobró una pequeña bolita de estambre, casi acabé con las dos madejas emergentes.

Pruebas finales del chal antes de lavar y bloquear: mmmhh, apenas me cubre los hombros, cae al frente y luce la puntada, pero está demasiado ancho para bufanda y demasiado angosto para chal. Además, el tejido quedó grueso y un tanto rígido, sin caída. En fin, a lavarlo, secarlo durante día y medio, planchar con cuidadito y orar a Santa Penélope (la acabo de nombrar patrona de las tejedoras) para que se "soltara" y se le quitara la aspereza de la alpaca. Los resultados son medianitos: la puntada luce después del bloqueo pero la fibra no se suavizó en la medida de otras lanas que he bloqueado con el mismo método. Temo que no podré usar el chal/bufanda/estola directamente sobre la piel, sólo encima de otra prenda. De otra prenda gruesa.

Balance final: Excelente experiencia al tejer en conjunto virtual y cibernético (¡mi primer "tejijuntas"!), maravillosas instrucciones y apoyo de todos los miembros del grupo, grandes enseñanzas en cuanto a técnicas y "mañas", enorme satisfacción de haber llegado a la meta... y un hermoso chal con 350 gr de mezcla de alpaca que sólo podré usar cuando vaya a un lugar tremendamente frío, encima de un abrigo o un suéter grueso.
¿Alguien sabe de un Ice Bar que abra en verano?

julio 11, 2011

Pequeñeces

Cositas ínfimas que me irritan sin razón:

- Los moñitos justo en medio del brasier, sobre todo cuando el brasier no tiene costuras ni adornos. ¿Para qué, digo yo?

- Las tapas del tanque del excusado, cuando tienen formas curvas que no permiten poner casi nada encima, a riesgo de que el objeto se ladee y... ¡plop!

- Las pastillas de menta empacadas en bolsitas de dos en dos... que simplemente no se pueden abrir.

- Que me sirvan alimentos brutalmente calientes cuando me-estoy-muriendo-de-hambre.

- El olor de la cebolla y/o el ajo cuando yo no estoy cocinando.

- Los lapiceros. Las minas nunca me duraron más de cinco líneas de escritura sin romperse.

- Las monedas de 10 centavos.

- Y los días en que no tengo inspiración para el post.

julio 04, 2011

The blue screen of death

Así le dicen nuestros compas al norte de la frontera a la ominosa pantalla azul que aparece en los monitores cuando la computadora tiene una falla irreparable. Irreparable por lo menos para el desgraciado mortal que la usa, cuando no se trata de un geek informático que pueda entender qué demonios está pasando.
Yo ya la he visto varias veces en mi vida laboral, la más reciente fue el jueves pasado. Encendí mi compu como cada mañana, dejé que hiciera sus rutinas de rigor para empezar a trabajar, fui por mi cafecito... y... ¡horror! pantalla en azul y nada más. Apago, desconecto, vuelvo a conectar, vuelvo a encender... tic tic tic, el disco duro parece funcionar normalmente y luego... pantalla negra y letras en gris diciendo que Windows no pudo iniciarse. ¡San Bill Gates me ampare! Ahí sí estamos en problemas. Después de pedir ayuda a las asistencias locales (mi esposo) y de tratar durante una media hora de hacer algo decidimos llamar al fabricante. Claro que mi maquinita ya no está en garantía (estas cosas NUNCA pasan durante la garantía) y la llamada tuvo un cargo, pero por lo menos me ayudaron a hacer un diagnóstico con uno de los discos de arranque.
Tic, tic, tic, gira gira gira el CD, analiza y analiza los oscuros intersticios de la PC y por fin, tras largos minutos (y con el representante en la línea ¡de larga distancia!) un mensaje de error... que según el técnico con quien estaba hablando no tenía nada que ver con la falla que se estaba presentando. Arrrgghh, ¿y 'ora qué? Pues a reformatear el disco duro.

Ni modo, a cargar con la compu e ir al servicio técnico, que afortunadamente está bastante cerca... pero hacerlo bajo la lluvia de la tormenta que nos azotó el jueves no fue nada fácil. En esta ciudad todo se complica con la lluvia: como decía un ex-compañero de trabajo, los chilangos se apentontan con el agua (bueno, digamos que se nos alentan los reflejos). En fin, la compu se quedó en el taller y yo perdí toooda la mañana en el numerito.

¡Cuán dependiente soy de este aparato! Aunque pude trabajar en una laptop, nomás no me hallaba. Y aunque mi amada compu está de vuelta, en esta reencarnación está muy cambiada. Ya cuenta con todas las actualizaciones del caso, pero todo se ve diferente. Y diferente y más moderno no siempre es mejor. Nop, no tengo buena tolerancia al cambio (inserte carita triste aquí).
ENIAC, la primera computadora "en forma" (1947-1955). Okey, okey, sí son buenos los cambios.
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