septiembre 29, 2009

Cosas de peso

Los días han estado intensos por acá. Desde penas muy grandes hasta pequeños tropiezos, pasando por todos los puntos intermedios, la cosa ha sido drama, drama, drama.
Así que en lo que pongo en orden mis ideas y escribo como debe de ser, los dejo con el robusto y talentoso Meat Loaf, a quien eso del drama se le da muy bien.

septiembre 21, 2009

Pregúntenme cómo estoy...

(Este post lo escribí el jueves 17 por la tarde, pero decidí no publicarlo entonces.)
Si me hubieran preguntado hace algunas horas, la respuesta hubiera merecido un beeeep de censura. Ahora ya está mejor la cosa.
Abrí mis ojitos esta mañana a las 5:15 a.m., sin razón aparente. Como que algo estaba raro. Se fue la luz, pero no del todo, había un bajísimo voltaje. Me levanté y recorrí la casa desconectando cosas. Me volví a dormir a medias hasta las 7, hora en que nos levantamos. Y no había agua, porque la bomba había tronado con el bajo voltaje. Nunca se me ocurrió desconectarla.
De ahí en adelante casi todo el día fue una sucesión de pequeñas tragedias domésticas y laborales. Desde el cliente que decidió que le urgía un trabajo que estaba programado para entrega posterior, con las consiguientes carreras para cumplirle, hasta las colas en Telmex para pagar un teléfono foráneo que cuando traté de pagar con una tarjeta de débito el “sistema” (término que designa a los dioses iracundos de todos los cajeros) la rebotaba una y otra vez.
Tropecé con un cable en la oficina y casi tiro un aparato. Tomé un triste pimiento en el súper y se me vino encima media caja de redondos y escurridizos congéneres del mismo. Vaya, hasta pisé caca de perro. En serio...
Para esta hora ya tengo luz pero no tengo agua. Cumplí con el trabajo urgente y otros más, hice la comida a tiempo para acomodar las tareas extras de la tarde, a fin de cuentas sí pude pagar el teléfono. Y ya no se me cayeron las cosas.
Esta misma madrugada, antes de apagones y demás sucesos, tuve un sueño peculiar. Andaba para variar corriendo por todos lados y me caía en unas escaleras anchas y de escalones bajos, que estaban mojadas y resbalosas. Aparecía mi mamá y sonriente me decía “estás 90% hostia” y la frase me hacía tanta gracia que empezaba yo a carcajearme y no me podía parar.
Lo de “hostia” lo tomo como la exclamación que hacen los españoles. Mi interpretación es algo así como “estás 90% torpe, así que mejor relájate”. Y sí, el día lo confirmó.
Así que hago caso del siguiente consejo, en la impronunciable lengua checa:



“No te tomes la vida demasiado en serio”. Sobre todo en los días en que está uno 90% hostia.
El viernes 18 por la noche, en un país lejano, murió un sobrino político mío, a quien no llegué a conocer personalmente pero por quien guardaba afecto. Un joven de 20 años. Miembro de una familia que ha recibido golpe tras golpe durante años.
Esto me pone todo, realmente todo, en perspectiva. En especial la frase de arriba.

septiembre 15, 2009

Tres colores

Me encantan los carritos de carrizo con banderas y adornos tricolores que aparecen en todos lados a partir de la última semana de Agosto. Hasta hace algunos años, en casa no fallaba la bandera nacional por estas fechas. Una sola banderita pequeña, al centro de la mesa del comedor. Pero de un tiempo a la fecha, sencillamente ya no me dan ganas de ponerla.

Identidad nacional. Sólo una etiqueta, a veces útil, a veces limitante. A veces, francamente ridícula. Si vemos las fotos de las primeras damas de la nación, invariablemente aparecen con rebozos en los actos oficiales, principalmente cuando reciben a dignatarios extranjeros. Sí, sí, los rebozos son lindos (yo misma tengo un par que son herencias de familia), pero, señoras-consortes-de-presidentes, NO es necesario que los usen a fuerza. Y ya no hablemos de los trajecitos típicos que de repente lucen (remember Martita?).
¿Y qué hay de nosotros, ciudadanos de a pie? ¿Por ser 15 de Septiembre TENGO que cenar pozole, si no no soy mexicana? De nuevo, me encanta el pozole, pero para comer, no para cenar. Y menos después de las 11 de la noche (no se ustedes, pero siempre que me invitan a una noche mexicana me han servido la cena después de la ceremonia del grito. Por lo que me veo obligada a aplacar el hambre con papitas, cacahuates y tequila. Muy poco sano.)
Y están otros temas más escabrosos. A veces la “identidad nacional” está definida por nuestra capacidad de hacer desmadres, de improvisar y de salir del paso como sea. O peor aún, esta “identidad” todavía está marcada por las películas de charros con pistola, grito y borrachera obligada, con su indisoluble carga de machismo. O por los temas de los narco-corridos, la corrupción, el valemadrismo y la ineptitud.

¿¿Por qué demonios todavía venden "artesanías mexicanas" con la imagen de un tipo dormido, recargado en un cáctus y con el sombrerote sobre los ojos??
Quizá exagero. Quizá no. Quizá mi visión está obstruida por las noticias que leo en el periódico. Sé que México es más que actitudes retrógradas (la imagen de la canasta de cangrejos viene a mi mente) y falso patriotismo, pero cuesta trabajo verlo cuando salgo a la calle y veo (sufro) la basura, la indolencia... y la violencia.
Por eso, este 15 y 16 de Septiembre celebro a mi patria sin poner banderas, pero haciendo lo que mejor sé hacer: trabajando.

septiembre 10, 2009

Al mal tiempo...

...Whatever.
Hoy no amanecí de humor. De hecho, alcancé mi nivel de incompetencia desde las 9 a.m. y no hubo manera de cambiar las cosas. Ni con tres cafés. Diablos.

Pensé que me alegraría ver a este par de monadas...

O que este amiguito me contagiaría su sonrisa...

...Pero nada.
Temo que hoy estuve mas en sintonía con el bloggero que les dice sus verdades a los animalitos lindos.
En fin, mañana será otro día. Creo.

septiembre 01, 2009

Crónica de una dieta anunciada 4 - Los resultados

Sigo haciendo ejercicio. Sigo a dieta (ehem... casi). Sigo poco a poco perdiendo centímetros de circunferencia y ganando salud.
Lo que me gusta de todo este proceso es que he cambiado mis hábitos desde lo profundo, no como una serie de medidas de emergencia ante mi incipiente obesidad sino como un nuevo estilo de vida. Me descubro llenando mi plato de ensalada y verduritas cocidas, evitando los alimentos excesivamente grasosos y disfrutando de las caminatas espontáneas cuando se me presenta la ocasión.


Y hay un beneficio adicional, que se agradece enmedio de esta recesión económica: estoy recuperando ropa que había guardado en las entrañas de mi clóset "para cuando baje de peso". Pues no he bajado tanto de peso, pero mis medidas ya son otras, así que ya estoy usando diversa ropa que estuvo guardada durante años (¡años!). Vamos, hasta recuperé un par de zapatitos de hace no menos de 10 años, que seguramente me puse unas tres veces y luego tuve que guardar porque... sí, hasta los pies engordan.

Ahh, interesante historia la de estos papos: primero, sobrevivieron quién sabe cómo a mis periódicos ataques de “regala-lo-que-no-te-has-puesto-en-cierto-tiempo". Además, son Gucci, de la época en que alguna excelente fábrica de zapatos mexicana tenía la licencia de esa marca y producía los modelos internacionales, incluyendo una muy cómoda línea de "medio tacón” (como decía mi amá) para las oficinistas de vida activa, a precios bastante razonables. Yo tenía colección.
Maldita inflación, recesión y depresión. Recuerdo que en mis años de secundaria y prepa usaba camisitas de Lacoste originales, y mi mochila alguna vez fue un bolso de LeSportsac. Y juro que éramos (somos) de familia modesta, simplemente sí se podían comprar esos artículos. Ahora que han vuelto esas marcas a México me doy vueltas por sus boutiques y me infarto: los precios son altísimos. De la misma manera, parece mentira que pasé la mitad de mi vida laboral calzando Gucci. Y ahora sólo un par sobrevive.

Lo que no sobrevivió fue mi vestidito negro, esa mítica prenda que saca de apuros a la hora de los compromisos de última hora (o agendados). Con el entusiasmo de haber entrado cómodamente en mis jeans favoritos me puse a buscar el vestidillo que me hizo pasar una noche terrible en una cena (o comía o respiraba, no podía hacer ambas cosas so pena de tronar el cierre) para ponérmelo y vengar mi honor... y nada. La petite robe noir había sido víctima de un arranque de coraje por los kilos de más y ahora languidece en algún ropero ajeno. Mademoiselle Chanel debe estar lanzándome una mirada reprobatoria desde el más allá.
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