febrero 16, 2013

A merced de los vientos

Así se quedó un enorme crucero la semana pasada, cuando a raíz de un incendio en el cuarto de máquinas (situación ya de por sí muy peligrosa) los generadores de energía dejaron de funcionar y, con ello, el gran barco se convirtió en una enorme lata flotando enmedio del Golfo de México.

Impresionante en sus días de gloria, sin duda...
 Seguramente ustedes vieron por ahí la noticia (aquí y aquí algunas muestras de la cobertura en medios), con toda su carga amarillista al destacar las miserables condiciones en las que quedaron los 3,000 pasajeros y 1,000 tripulantes al no tener energía eléctrica, ni aire acondicionado, muy poca agua corriente... ¡e inodoros inservibles durante días! Las fotos de gente durmiendo en pasillos y cubiertas, de cubetas con agua sucia, de bolsas que contenían los desechos fisiológicos de los pasajeros y otras situaciones extremas dieron la vuelta al mundo.

...bajen el switch de la luz y a esto se reduce el hermoso crucero. Sábanas a manera de tiendas de campaña para dormir en cubierta.
A mí el incidente me pareció muy interesante por varias razones: para empezar, reafirmó mi convicción de que viajar en un crucero vacacional junto con 3,000 pasajeros no es mi idea de un buen descanso o entretenimiento. Tal vez tenga yo tendencia a la claustrofobia, pero el compartir un transporte con tanta gente durante días y días, a medio mar, simplemente se me hace peligroso. No importa que se trate de una maravilla de la ingeniería naval, con más de 10 pisos de alto, tres albercas, pared para escalar, butimil restaurantes y tiendas a rabiar, sigue siendo un simple barco.

Otra razón: este accidente se suma a una cadena de fallas (como la de otro crucero de la línea Carnival que se quedó sin energía frente a las costas de Baja California, hace un par de años)  y accidentes catastróficos muy sonados, entre ellos el lamentable caso del crucero italiano Costa Concordia, cuyas imágenes todavía están frescas en la memoria.

Un descuido y las cosas pueden salir muy, muy mal
Y otra razón más: al parecer, los avances tecnológicos que permiten construir cruceros de dimensiones gigantescas no van a la par con el avance en los sistemas de energía, pues el reciente caso del crucero Triumph y otros más comprueban que los generadores de emergencia no tienen la suficiente potencia para mover al barco. Si el motor principal falla, el barco se queda irremisiblemente parado, a merced del viento y las corrientes... y parece que ni siquiera el hecho de que cuenten con anclas evita que en estos casos el armatoste se mueva a capricho de Poseidón, quedando más y más lejos de los remolcadores que van en su auxilio. ¿Motores redundantes? Eso debe ser incosteable. Supongo.

Y aquí agrego que, así como los cruceros son cada vez más grandes, ¿por qué los remolcadores siguen siendo comparativamente chicos? Según leí, al Triumph lo jalaban tres remolcadores, que en conjunto no hacían que la embarcación levantara más de 20 Km/h al ir contra el viento. Bajar a la gente o pasarla a otro barco no era opción, pues según dijeron es una operación sumamente peligrosa y la situación no lo ameritaba (¿y los botes salvavidas apá?) Y supongo que habilitar otro barco del mismo calado para remolcar al enfermito es técnicamente imposible. Supongo, insisto.

Así que a aguantar vara y echarse 5 días haciendo pipí en bolsitas. Sorprendentemente la gente no se amotinó (creo que yo me hubiera lanzado por la borda al segundo día) y en las entrevistas los pasajeros afectados no hacen sino cantar las alabanzas de la tripulación que tanto los ayudó a sobrellevar la odisea. De la naviera en sí tienen otra opinión muy diferente.

Los cruceros están muy lejos de mi mundo, lo sé, así que divagar en estas cosas es un mero ejercicio. Aunque tengo en el radar de los sueños a cierto mini-crucero de gran lujo que viaja por la Patagonia chilena con todo y helicóptero y lanchas Zodiac abordo, véanlo por acá. Mmmhh, a eso sí le llamo medidas de seguridad.

Todas las fotos tomadas de la web mediante el buscador de Yahoo

febrero 11, 2013

Verde que te quiero verde

Se me vino a la mente ese título... pero ni siquiera se de dónde viene la expresión o para qué se aplica. El caso es que, según he venido oyendo desde los primeros días del año, el verde es el color del 2013, específicamente el verde esmeralda. ¿Que quién lo dice o a título de qué? Pues la empresa Pantone, líder en la estandarización y sistematización de los colores (uy, ni yo me entendí) son quienes, desde hace algunos años, declaran que tal o cual color será "el color del año". Por aquí su muy colorido (ja) sitio web.
En honor a la verdad, lo veo más verde agua que esmeralda, pero en fin...
Entiendo que esta declaración proviene de investigaciones mundiales al respecto de las tendencias en la moda, el diseño, la industria, etc. y a partir de ahí se detectan los colores que harán furor en uno u otro año. O podría ser al revés: a la industria del diseño en general le conviene que cierto color se ponga de moda y ¡pum!, ahí tienen su color del año.

Será melón o será sandía, pero yo sí he visto una proliferación de artículos verdes por aquí y por allá, o toques verdes en logotipos, anuncios, etc. En las recientes baratas de fin de temporada me lancé a las tiendas y ví, en efecto, mucha ropa verde "esmeralda", así entre comillas, porque son muchas las interpretaciones que he visto de ese verde.
¿Será que queremos ver signos de esperanza, después de años de crisis económica mundial? De hecho, cuando todo este reciente circo de los dineros empezó, por ahí de 2009, los especialista decían que la situación mejoraría hacia el 2013 (y yo decía ¡¿por qué hasta entonces?!)... pues llegó el 2013, marcado según los gurús del color, por el verde de la esperanza.

Este tono en particular no es de mi total agrado, pues como buena morena con subtonos olivo y amarillos en la piel, el verde me hace ver... verde. Y como que el look zombi no es lo mío, prefiero los verdes tipo bosque y siempre combinados con algún otro color más. Y hay tantos verdes hermosos, desde el tono de las manzanas hasta el del musgo, o el de las plumas de los loros, o de los helechos tropicales... Eso sí, las esmeraldas per se sí me gustan, jejeje.
Ah, pero hay que ver cómo lucen el verde las pelirrojas, seguramente estarán de plácemes con la elección de los amigos de Pantone.
La cantante Florence Welch, muy misteriosa en un diseño de Givenchy




febrero 03, 2013

Dubai en el Mapocho

Como nos dice aquí Wikipedia, el río Mapocho cruza la ciudad de Santiago de Chile y en sus riberas se puede ver la historia y la evolución de esta gran capital. En mi segunda visita a Chile me volví a maravillar del poderío económico y la civilidad de este país. Tiene sus problemas, claro (algunos muy delicados), nada es color de rosa en ninguna parte del mundo, pero en Santiago se respira un aire innegable de seguridad y orden... y de riqueza. Hasta de gran lujo, me atrevo a decir.

A cuatro años de mi primer viaje para allá encontré muchas cosas cambiadas.
La vez anterior estuvimos hacia fines de marzo, casi empezando el otoño y todavía sentí fuerte el calor, esta vez fuimos durante la temporada de vacaciones del verano austral (diciembre a febrero) y el calor estaba mucho más intenso, rondando los 30°C y frecuentemente más.
Mis numerosísimos lectores de latitudes más extremas que Chilangolandia me dirán que eso no es nada, pero a mí si me afectó, sobre todo por la radiación solar que cae como plomo fundido al medio día chileno. Oh, por el gran Apolo y la capa de ozono, caminar por esas amplias y pulidas aceras del barrio de Las Condes (hagan de cuenta Polanco, pero mucho, mucho más grande) a las 3 pm era para morirse. Bueno, al menos yo y mis piececitos eternamente hinchados sí nos moríamos. Volví a padecer de una tremenda hinchazón en los tobillos durante toda mi estancia, pero no le hice mucho caso... lo cual prolongó la molestia hasta un par de días después de mi regreso a tierras tenochcas. En fin, el precio de ser cosmopolita...
Uno de los cerros que guardan a Santiago. Cerros rudos, agrestes y eternos.
El cambio más notable que ví fue el aumento en la cantidad de edificios, desde algunos muy altos hasta verdaderos rascacielos, que dibujan el modernísimo horizonte de Santiago. El punto más notable es el Costanera Center, que era apenas un gran agujero resguardado por mamparas hace unos años, y ahora ya es un enorme complejo de varias construcciones con  tiendas, cines, oficinas y quién sabe qué más, y que eleva su torre emblemática de más de 70 pisos al lado del Mapocho. No pude tomarle fotos, pero chequen esta de la web (las otras imágenes sí son mías):

Tomada del diario El Universal, Colombia
Al verla en persona traté de buscar un paralelo con Nueva York o Chicago, por ejemplo. La torre se me antoja parte de un escenario de Singapur o Dubai, más que de alguna ciudad de Estados Unidos, pero sin los excesos característicos de Asia o del Medio Oriente. New money, nevertheless. Esta impresión me fue más clara al pasear por los alrededores del Parque Araucano, un hermoso pulmón verde enclavado entre centros comerciales, avenidas muy transitadas y... edificios. Acero y cristal por todos lados. En una zona brutalmente sísmica... ¡eso es confianza en la ingeniería, 'ingao!

El parque y la ciudad. La ciudad, siempre.
Oficinas, departamentos, hoteles. Sobre todos, muchísimos departamentos. ¿Pues cuánta gente vive en Santiago? ¿Y cuántos pueden costearse la vida en apartamentos de lujo, en zonas tan hermosas? Notable, en verdad. Insisto, problemas y necesidades las hay indudablemente (sólo hay que ver las zonas cercanas al aeropuerto, demasiado parecidas a nuestra [inserte zona conurbada de su preferencia aquí])... pero la simple cantidad de construcciones nuevas y en proceso es pasmosa. Con todo el corazón espero que no se trate de una burbuja económica, sino de un crecimiento real y sólido. Y a largo plazo.

Flores, futbol y depas. Y la cordillera de los Andes al fondo.

Santiago es una ciudad que se mueve muy rápido. El tráfico puede ser mortal, y en las calles más transitadas la gente camina apurada siempre. Nos tocó ver algo de despliegue policiaco en preparación de la reciente cumbre de la cual Chile fue anfitrión... y otra diferencia: no me había tocado ver a tantas mujeres policías, perfectamente maquilladas y arregladitas bajo sus quepís rígidos. Sin sudar enmedio del calor apabullante, sonrientes y profesionales. Muy interesante.

Esta visita la dedicamos a la familia y los viejos amigos, así que no hice paseos turísticos. Eso sí, comí como si no hubiera un mañana, pues la oferta gastronómica es muy tentadora y abundante. Y no tomé tantas fotos como acostumbro en estos casos. La ciudad me tenía maravillada, de una manera diferente a mi primera visita, así que las imágenes las guardo en este cerebrito acalorado, que, a más de una semana del regreso, apenas retoma el ritmo y la temperatura normal.

¡Hasta la próxima querido Santiago, gracias por todo!

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