octubre 28, 2012

"Bond, James..." cállate y traeme un martini


Oh, no. En realidad no me atrevería a callar a Mr. Bond, sólo le pediría el martini. Lo bueno es que en su más reciente encarnación es hombre de pocas palabras. Muy pocas palabras pero mucha acción.

No soy de la onda clásica de "para mí el único Bond es Sean Connery", pues realmente le agarré gusto a las películas del espía par excelence con el muy elegante y simpático Pierce Brosnan... ah, pero don Daniel Craig tiene lo suyo, sí señor. Y yo ya lo ví en persona, lo ví con-estos-ojos-que-no-se-han-de-comer-los-gusanos-porque-soy-donadora-de-córneas y doy fe que está tan guapo y seriesote como aparece en las pantallas. Yum.

¿Machistas? Sí. ¿Violentas? Ajá. ¿Propagandistas? Totalmente. Pero ante todo, una película de James Bond es un entretenimiento de primera, un escape, un sueño en el que a nuestro espía favorito siempre le queda bien el smoking, aunque lo haya robado de un tipo casi al azar.

Así que estaré en el cine tan pronto como se estrene la nueva entrega (2 de noviembre en México), pero mientras tanto los dejo con el tema de la película, cantado por la divina Adele. Muy sexy, muy sixties, muy Bond y muy a tono con estos tiempos apocalípticos.

"Let the sky fall, when it crumbles, we will stand tall and face it all, together."

El martini con dos aceitunas, por favor.




octubre 07, 2012

Cuentas recicladas

Me encanta la joyería. En general, me encanta todo lo que brille, así que las múltiples cajas y contenedores que me sirven de joyeros están llenos de cositas que, en su gran mayoría, no uso. Y si a eso aumentamos mi reciente afición por coleccionar joyería vintage... la cosa ya se está poniendo problemática.

Vamos, no hablo de cantidades alarmantes, pero definitivamente tengo bastantes cositas, y aquellas que efectivamente uso tarde o temprano sufren alguna descompostura. Además, frecuentemente meto la pata al comprar antigüedades, así que al llegar a casa me encuentro conque el broche está defectuoso, o la pulsera me queda justa, o cualquier cosilla de esas.

Así que entre la afición, la curiosidad y la necesidad, desde hace años he extado experimentando con la joyería, específicamente con las cuentas de cristal y otras cositas. Hasta la fecha no paso de ensartar cuentas de manera lineal y medio ajustar los broches adecuados para el caso, pero me agrada esta labor. Y como tengo manitas de estómago, frecuentemente reviento los hilos de mis collares o pulseras, así que trabajo no me falta.

Después de meses de dejar los hilos y las pinzas guardados, he tenido algunas tardes más relajadas en el trabajo y la casa y las aproveché para retomar el gusto y reparar/reciclar/enchular algunas cositas que tenía por ahí.


Este collar de cuentas moradas de cristal checo (¡lo compre en Praga!) tenía el hilo roto, así que lo reengarcé y agregué cristales transparentes y un nuevo broche de plata.



El collar largo de perlas de fantasía era de mi mamá, y ambas lo usamos mucho. El broche acabó por romperse del todo, pero las cuentas estaban muy bien ensartadas, con nudos entre cada una. Le pegué cuentas de cristal tornasolado en los extremos (con vil acrílico) y lo uso así, como un lazo.
Las pulseras tienen perlas de río y cristales, todo reciclado de otras piezas.


Ahh, una de las metidas de pata. Este collar de tremendos cristales rómpeme-la-retina lo compré en las antigüedades... y no me dí cuenta de que no tenía broche. Claro que por $20 pesitos no se podía esperar mucho, ¿verdad? Simplemente le cosí un nuevo broche dorado.

Y así, poco a poco, renuevo mis abalorios con (casi) las mismas cuentas de siempre, simplemente reorganizadas. Ahora necesito una lupa con luz integrada, porque después de varias horas de ensartar cristalitos, los ojos resienten el esfuerzo.

¡Buena y fructífera semana para todos!
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