octubre 25, 2009

Cariño sin fronteras

Tengo un montón de posts que publicar, pero también un montón de trabajo que hacer antes de salir de viaje. Voy a estar fuera una semana, así que nos leemos a mi regreso.
Mientras tanto, los dejo con esta ternura de video. El joven orangután y el perrito se conocieron casualmente, cuando el can (aparentemente perdido) entró en la reserva donde vive el pelirrojo simio, y desde entonces son inseparables. Me impresionó particularmente lo que comenta el director de la reserva al respecto de cómo comparten su comida los orangutanes con la gente, incluso parten en dos los dulces que les acaban de dar para compartirlos con los humanos. Y no se diga del chiquilín en cuestión, quien comparte su comida con el perro. No dejo de pensar que los animales nos dan enormes ejemplos de amor, tolerancia y compasión que pasamos por alto, creyendo que son simplemente conductas "monas". Éste y otros videos me hacen pensar que hay mucho, mucho más que eso detrás de estos amiguitos.

¡Pórtense bien y pásenla mejor!


octubre 19, 2009

En defensa de los nerds

Hace poco estaba platicando con mi media naranja (naranja y media) acerca de mi persistente e irritante falta de coordinación al nadar... y para otras muchas cosas. Le comentaba que de niña no aprendí a patinar ni a andar en bicicleta gracias a los múltiples zapotazos que me propiné al tratar de dominar esos instrumentos del terror que son las ruedas, sean dos o cuatro, en cualquier configuración. "Entonces eras bien nerd” me dijo. “SOY bien nerd”, contesté.
Nunca lo he negado. Todavía soy súper nerd. De niña fui matadita en la escuela, nada fiestera, tranquilita y casera. Ávida lectora, amante de los temas científicos y la ciencia ficción. Leía el National Geographic y hacía book reports sobre libros de Asimov para las clases de inglés. Y mala, malísima para los deportes y los juegos pesados. Supongo que hay alguna relación, pero corríjanme si estoy en un error: en nuestros años escolares casi todos los “cerebritos” eran malos para las actividades físicas. Supongo que eso se quita con la edad, pues conozco adultos bastante “nerds” que son buenísimos para uno o varios deportes. Pero yo traje pegada la etiqueta de “cerebrito” durante años. Y las rodillas raspadas de tanto caerme con los malditos patines.


Pero eso de ser nerd tiene sus ventajas. Nunca tuve que hacer un examen extraordinario (bueno, sí, el de mecanografía en la secundaria. Pero la mecanografía es una actividad física, ¿no?). Llevar la boleta de calificaciones a casa era pan comido. Y no me aburría nunca, mientras tuviera algo que leer, aunque fuera la Sección Amarilla. Feliz a mi manera y en buena medida, sin las presiones sociales que tenían mis amiguitas que eran realmente cool.
Desde hace más de un año un compañero de trabajo (sesudo ingeniero) me recomendó ver el programa The Big Bang Theory. Me decía que se botaba de la risa con las ocurrencias de los personajes, ingenieros mega-geeks en alguna universidad estadounidense. Un sitcom más, pensé. Hasta hace poco se me ocurrió ver el dichoso programa, sólo porque no encontré nada mejor... y quedé fascinada. Los personajes son evidentemente caricaturescos, pero entre risa y risa me reconocí de inmediato: controladora, compulsiva, racional hasta el ridículo. Cliché tras cliché, todos me resuenan. Y me resuenan con una carcajada. Entre los nerds, como entre los mortales, el reírnos de nosotros mismos es una enorme, enorme ventaja.

octubre 14, 2009

No te conozco

“Disculpe que no le reconozca... ¡he cambiado tanto!” – Groucho Marx
Esta cita me la robé de uno de mis blogs favoritos, porque me parece genial. Cuando encontramos a un viejo amigo solemos decir o pensar “¡estás igualito!” o “fulanito no ha cambiado nada”. Y nos vemos al espejo cada día reconociéndonos como los mismos de ayer, creyendo a ciencia cierta que seremos los mismos mañana. Y no, ni el amigo de la primaria es el mismo de hace butimil años, ni yo soy la misma de ayer. Por eso me parece genial la cita: cuando nos encontramos y nos reconocemos (o no), ¿eres tú a quien veo o lo que veo es sólo la imagen que guardo en mi memoria?

Desde que me uní una popular red social me he reconectado con amistades de hace años y he fortalecido los lazos con gente a la que conocí brevemente, pero con quienes descubro similitudes. Todos me enriquecen, todos me contagian su joie de vivre y todos me sorprenden. Desde las amigas de la secundaria (¡hola chicas!) hasta gente que he conocido más recientemente, siempre hay algo qué descubrir y algo que recordar. A veces incluso recuerdo cosas de mí que ya había olvidado. Y ni qué decir de los aspectos ocultos de mis familiares, que en el fértil campo del ciberespacio florecen y se multiplican.

Ahhh, ¡y la emoción de los reencuentros en vivo y a todo color! “¡No has cambiado!”... Oh sí queridos amigos, claro que hemos cambiado. Carreras, trabajos, matrimonios, divorcios, hijos, mudanzas, colores de pelo, ropita, creencias, intereses, enfermedades... la lista es interminable. Pero aún así, sigo viendo en ustedes buena parte de mis recuerdos. Borrosos, distorsionados. Dulcificados a veces. Exaltados o disminuidos. En ustedes veo lo que era yo cuando nos tratábamos de cerca. Algunas veces es lindo, otras no tanto. Y me pregunto cómo me ven ustedes... ¿pero importa eso, importa cómo los veo y cómo me ven, con este enorme filtro que es la memoria? Quiero, amigos míos, verlos como auténticamente son ahora, en este instante, no como quiero que sean. O como creo que deberían ser.
Nacha Guevara cantaba: “Ah, qué hermoso es el tiempo pasado, cuando la memoria lo ha empañado”. El pasado se ha desvanecido, el futuro todavía no está aquí, lo que necesitamos ahora es un hermoso tiempo presente.

octubre 06, 2009

La vida de los otros

(Seguimos en onda autoanalítica.)

Casa, trabajo, familia, amigos, obligaciones. Siempre estoy haciendo algo. Frecuentemente, haciendo algo para alguien. Escribo ahora, ya trabajé, al rato hago la cena. Siempre con la mente en alguna parte, con alguien más, en algo diferente. ¿En dónde estoy ahora? ¿Con quién realmente estoy ahora?
Hace algunas semanas puse un widget de música en la barra de la derecha (por cierto, díganme si es muy irritante oírlo cada vez que me visitan, o si simplemente apagan sus bocinas). Me parece fascinante eso de hacer listas de música y conservarlas, pero cuando estaba cargando mi primera lista tuve que preguntarme ¿qué me gusta? Así, de plano. ¿Cómo se me pudo HABER OLVIDADO QUÉ MÚSICA ME GUSTA? De repente me di cuenta de que hace mucho que no pongo el radio con simple musiquita, y también mucho tiempo que no ponía mis CDs. De inmediato me puse a ver mi modesta colección y estoy tomando inspiración de aquí y de allá para armar el famoso widget. Pero, ¿en dónde había estado esa parte de mí? ¿Qué he olvidado de mí misma?
Concesiones. Eso es lo que hace uno al vivir en familia. O incluso en el trabajo. Límites, para no molestar, o simplemente para poder convivir. Miles de cosas que no decimos o no hacemos. Pequeñas celdas autoimpuestas. Y al mismo tiempo, vivimos en función de los otros. Trabajar para alguien, seguir las leyes, dar de comer a la familia, preocuparse aunque sea por una mascota. Ni qué decir de los padres y madres de niños pequeños, tiranos de menos de un metro que mueven el mundo con sus deditos regordetes. La vida de los padres gira en torno a los hijos. Supongo que en general las familias somos así. Los humanos somos así. Qué vamos (así, en plural) a hacer, dónde vamos a ir, qué vamos a comer. ¿Qué te gusta a tí?... yo me adapto... Lo que digas está bien... Yo te sigo... Como tú quieras. Una y otra vez.
Regresen ahora a donde dice “por cierto, díganme...” Je je, les pido a ustedes (los otros) que me digan qué hacer, incluso en este espacio. Oh. Shit.


La individualidad es fieramente defendida, incluso nos quejamos de que el mundo se ha vuelto egoísta, que sólo vemos el beneficio propio, el viejo "cada quién para su santo". Pero en la práctica, todos nos entregamos de una u otra forma.
¿Estoy viviendo la vida de los otros y no la propia? ¿Los otros viven mi vida?
Cuando veo la serie Lost siempre digo que para los “villanos” apodados Los Otros, los “héroes” son los otros. Sip, una simple perogrullada, pero me lleva a esto: Yo soy el otro para alguien, así que, en cierta forma, vivir la vida de los otros es vivir mi propia vida.

octubre 01, 2009

Dead like me

(Aviso al respetable: Los posts se van a poner densitos. Agradeceré que me acompañen en este viaje.)
Ese es el nombre una serie que apareció brevemente hace algunos años. No sé si hubo traducción al español, pero literalmente significa “Muertos como yo”. Ahí se narraban las aventuras de un grupo de grim reapers (¿parcas?), encargados de guiar las almas de los muertos al más allá. Simpática la serie, por cierto, con un humor que se agradece.
Difícil es cultivar el humor cuando se ve la muerte de cerquita, en familia. Esa ha sido mi experiencia reciente. De nuevo me he enfrentado al dolor, no del que se va, sino de los que se quedan. Para quien fallece, por muy traumático que sea el momento de la muerte, también éste pasa. Y rápido. “Esto también pasará” decía Siddharta Gautama, el Buda histórico, al referirse a los dolores más grandes que puede experimentar el ser humano. Como el dolor de la propia muerte, o peor aún, el dolor de una madre que pierde un hijo. Esto también pasará. Pero esta afirmación es dura de creer y aún más dura de digerir.
Hemos sufrido varias muertes en la familia a lo largo de pocos años. Hijos que pierden a sus padres, madres que pierden a sus hijos, esposas que ahora son viudas. Me he enterado por una llamada en la madrugada, por un correo electrónico, o de viva voz. Ningún medio es mejor que otro.

Hace algún tiempo, cuando iba camino del sepelio de la madre de una queridísima amiga, de repente pensé en la difunta dama en términos de “qué gran aventura debe ser la muerte”. Wow, ahora que lo escribo ese pensamiento me parece... poco elegante tal vez. Bastante frívolo, quizá. O quizá no. Más allá de las narraciones de experiencias cercanas a la muerte (la luz al final del túnel y todo eso), realmente, realmente no sabemos cómo es ese tránsito. Sea que creamos en una “vida” después de la muerte, en premios o castigos, en la continuidad de consciencia o en la más absoluta destrucción... la verdad es que no sabemos nada de primera mano. Pero lo sabremos tarde o temprano.

Cuando trabajé en el área aministrativa de un hospital mi departamento estaba en el sótano, y al final del pasillo estaba la morgue. No era raro abrir la puerta de la oficina y ver pasar a un enfermero empujando una fría camilla metálica, ya fuera vacía o con un cuerpo cubierto por sábanas. Pero siempre eran camillas sencillas, frías, sin un colchoncito siquiera. Siempre me llamó la atención ese detalle, aunque la explicación es simple: ya no importaba la comodidad.
Todas las tradiciones religiosas nos dan alguna explicación. Supongo que las escuelas filosóficas también. Pero si volteamos la tortilla... ¿quiénes son los muertos?, ¿quiénes son los vivos?, ¿la vida humana se reduce a un trazo de ondas cerebrales?, ¿qué dirán mis ondas en este instante?, ¿quién o qué decide el verdadero momento de la muerte?, ¿y en serio, en serio, pero de verdad... estás vivo?
Or are you dead like me?
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...