mayo 25, 2011

Llevando y trayendo

Tengo la fortuna de trabajar en lo que me gusta. Pero me dí cuenta de eso hace apenas unos tres  años, a pesar de estar dedicada formalmente a esta actividad desde hace once. Traduzco textos y edito las traducciones de otras personas... trabajo con las palabras día a día, hora tras hora. Escribo.
Aunque la labor del traductor y del editor es más bien (o debería ser) diáfana, casi trasparente, nosotros también escribimos. Tenemos que hacer inteligibles los pensamientos generados por otros, sea a través del un escrito en otro idioma o en el propio. Y si no se aman las palabras, esta labor se vuelve un suplicio. No es mi caso, loados sean todos los seres.

Además de mi trabajo normal, me ofrecí como voluntaria para traducir un documento sobre budismo, para el centro donde tomo clases. Yo acá la chucha cuerera, qué me dura ese documento en inglés, ni está tan grande, me dije. Ajá. El trabajo en cuestión es sumamente docto, escrito por un especialista en el tema y está lleno de la terminología tradicional, que en boca de mis maestros suena de lo más natural, pero al verla yo sola, en la fría pantalla de la computadora, resulta intimidante. Pero ahí voy, palabra a palabra, línea a línea.
Me conmoví al leer la frase en la que el autor indica que transcribe la explicación que da al mismo tema uno de los maestros más connotados del Budismo Tibetano, Lama Tsongkhapa (nacido en 1357, su biografía aquí), fundador de la escuela Gelugpa (a la que pertenece el Dalai Lama, para mayor referencia). Estoy segura de que debe haber alguna traducción al español del original tibetano, pero el hecho de estar ayudando a traer de nuevo las palabras de Tsongkhapa, ahora para audiencias chilangas del siglo XXI, me llena de orgullo y humildad, si es que esa combinación es posible.

Los traductores llevamos y traemos palabras, de un idioma a otro, de una época a otra, incluso de una ideología a otra. Los editores tratamos de limar las aristas para dejar que las ideas fluyan con claridad. Que mi trabajo sea en beneficio de todos los seres... y que no meta la pata muy seguido, por favor.
Marpa el Traductor (1012-1097), desde entonces llevando palabras de la India al Tibet

mayo 23, 2011

El final se acerca ya

Tic, tac, tic, tac...
Estaba yo muy tranquilita comiendo en un restaurante cuando ví por la ventana un par de camionetas publicitarias (de esas que sólo traen un anuncio y viajan en manada) con el tremendo letrero de "¡¡21 de Mayo 2011, Juicio Final, la Biblia lo comprueba!!". Diablos, y yo tome y tome vino blanco en el restaurante, en lugar de arrepentirme de mis pecados. El predicador aquel que comenzó todo ese numerito había predicho "terribles terremotos a escala mundial" para las 6 de la tarde de ese día... ¿hora del este de EUA u hora de Greenwich? No me acordaba. Ví mi reloj, eran como las 4:30 pm. Sea como fuere, ya nos había cargado el payaso, así que seguí con mi comida.

Muchos agarramos de cotorreo todo este circo del Juicio Final, ¿pero qué hay de la gente que auténticamente lo creyó? Esas camionetas que ví fueron contratadas por alguien, alguien mandó hacer los anuncios y alguien pagó por todo... porque el susodicho predicador convenció a sus seguidores de que una de las formas en que serían salvados de la Gran Tribulación (período de 5 meses posteriores al juicio, antes del mero Fin) era diseminar el mensaje por todos los medios posibles. En los Estados Unidos hubo gente que se gastó los ahorros de su vida en contratar anuncios espectaculares y en la impresión de decenas de miles de volantes, llámandonos a los infieles al arrepentimiento. ¿Cómo amaneció esa gente el día 22?

Ahhh, pero esto no se acaba aquí, noooo. Si este Fin del Mundo como lo conocemos no funcionó, tenemos las profecías mayas para Diciembre del 2012, cómo no. Hace poco hice un coraje mayúsculo (y totalmente estéril) al ver en interné un video en el que una escritora mexicana de onda New Age promueve su más reciente libro, en el que generosamente nos da consejos para aprovechar la "gran revelación" del 2012. Por lo que entendí, la cuestión es portarse bien, meditar y ser gente decente, porque a los buenos les va a ir mejor a partir de esa "transición" y a los malos les va a ir de la xingada (término chino que significa "muy muy mal"). Lo que me pareció insultante no es ese mensaje, sino la mezcolanza de tradiciones, datos científicos mal aplicados, errores en esos mismos datos e ideas fuera de contexto que plagan el mentado libro... y buena parte de los trabajos de quienes están convencidos de que iniciaremos una Nueva Era en el 2012. Quiero suponer que estos escritores y conferencistas actúan de buena fe, tratando de que la gente que los escucha enmiende sus acciones, pero la forma en que lo hacen acaba siendo una manipulación.
¿En verdad puede beneficiarme el meditar sobre los arcángeles y evitar comer carne, si al mismo tiempo estoy maltratando a mi empleada doméstica? ¿El vestirme de blanco y subir a las pirámides cambia el hecho de que manejo como bestia? ¿Leer libros, ver videos, acudir a seminarios y cantar mantras borra años de enojo contra mis padres? Yo lo he visto, he estado a lado de gente capaz de meditar 8 horas al día, pero incapaz de tratar bien a su pareja. Conozco gente que se ha preparado durante años para lograr su propia sanación y la de los demás, pero que no puede pedir perdón a un semejante. Y arrojo la piedra, sabiendo que también corresponde que me caigan muchas. La responsabilidad es de cada uno, nuestro Juicio Final lo deberíamos hacer a diaro, personalmente y con honestidad.

Entre mi familia y amigos ha habido (muchas) muertes inesperadas, y las sigue habiendo. De repente fulanito ya no está, poof, ya no hay nada. Su mundo se acabó, y en una medida, el de sus seres queridos también se apaga durante un largo tiempo. No hay aviso, nadie profetisa la muerte de un hombre o mujer común, no sale en las noticias. Sin terremotos ni indundaciones, el mundo se acaba a diario, miles de veces cada 24 horas. ¿Qué es lo que hice, qué es lo que dejo, y si así lo creo, qué es lo que me llevo en la transición del morir? Eso es lo que me preocupa, y supongo que a los mayas también les preocupaba... pero temo que debe haber errores en la traducción.

mayo 17, 2011

Uruguay desconocido 3 - Un final inesperado

Post laaaargo. Que conste que avisé.

Ese domingo fue un mal día para visitar Montevideo. Pero era eso o no conocer la capital, así que llena de confianza, con zapatos cómodos y mi cámara tomé el autobús, y tras un agradable viaje de casi hora y media desembarqué en la terminal Tres Cruces, relativamente cerca del centro de Montevideo. Mi objetivo era visitar el centro histórico y, a sugerencia del encargado de la información turística de la terminal, hice también una escala para visitar la gran "feria" (mercado callejero o tianguis) dominical que se instala cerca del mero centro de la ciudad. Era un día otoñal a 10°C, medio nublado, con viento y hojas volando por doquier. Muy romántico. Ajá.
La feria mezcla puestos de maravillosas verduras, quesos, pastas y embutidos con otros de plantas, artesanías y muchas, muchas antigüedades. Ví varias tiendas de antigüedades en las calles por las que se pone el mercado, esas tiendas y los bares (eran las 11 de la mañana) eran los únicos negocios abiertos a lo largo de cuadras y cuadras. Empecé a preocuparme cuando ví que, aún en la avenida principal, TODOS los negocios estaban cerrados, sólo algunos cafés estaban abiertos. Repito: todo cerrado. Y muy pocos transeúntes fuera del área de la feria.

La arquitectura a lo largo de la Ave. 18 de Julio es sorprendente:

Las colunmas parecen ser de lapizlázuli
Aires afrancesados, contraventanas de madera, fachadas super-decoradas... bien cuidadas en algunos edificios, pero en estado lamentable en muchos otros:

Siento decir que esto se repite una y otra vez...
Y al acercarme a la Plaza de la Independencia, apareció esta genial locura:

3, 2, 1, 0... ¡Lift off, we have a lift off!

Palacio Salvo. Hermoso y tremendo.
Para redondear el efecto surrealista, pude ver que en algunas ventanas de este edificio había ropa tendida. La verdad, eso me pareció una falta de respeto, eso y la enorme antena que corona la torre y que corté en mis fotos. Después lo entendí, pero fue duro verlo.
Siguiendo el periplo crucé la plaza y llegué a la Ciudad Vieja, que es la zona del puerto. Todo cerrado. Todo desierto. Una que otra pareja paseando al perro, alguna viejita camino de la tienda... y bolsas de plástico volando en el viento frío. Edificios hermosos que sólo uno que otro turista despistado como yo podía admirar. Graffitis y posters combativos en recuerdo del reciente 1 de Mayo. Un algo de abandono muy presente. La neta, me dió miedo. Incluso guardé la cámara y justo cuando decidí volver sobre mis pasos encontré el Mercado del Puerto. Ahhh, un buen almuerzo y una copa de vino me regresaron el alma al cuerpo.

Emprendí el regreso y gracias a los informes de varios meseros (gentiles fuentes de información) me enteré que había paro de taxis: NI UN SOLO TAXI circulaba por Montevideo. Después de rápida visita a una sección de la Rambla para ver el mar, decidí tomar el autobús urbano que me llevaría de regreso a la estación (ya tenía mi boleto a Piriápolis) con tiempo de sobra (calculé llegar una hora antes de mi salida final)... pero tampoco pasaba ninguna de las 3 rutas que me llevarían allá. ¿La razón? Había un partido de futbol considerado clásico para la afición uruguaya, y como los ánimos entre los hinchas estaban muy caldeados había fuertes medidas de seguridad... ¡¡¡y el estadio está a tiro de piedra de la estación!!! Hasta los buses tenían miedo... Por fin pasó mi transporte, exactamente 3 minutos demasiado tarde.
Llegué al andén sacando chispas, dispuesta a subirme al ómnibus a como diera lugar... pero ya se había ido.
Por fortuna otra línea tenía una salida 45 minutos después, así que compré otro boleto. 8:00 pm, entro al Argentino Hotel, aliviada de regresar a "casa".

Simplemente fue un mal día para ir a Montevideo, pero la experiencia me tiene conmovida hasta ahora. El recorrido en autobús desde y hacia Piriápolis me mostró grandes zonas con casas y edificios que rivalizan con los de suburbios de buen nivel en EUA o Canadá, hay numerosos negocios, supermercados, escuelas, centros comerciales... el aeropuerto es una joya y los urugayos también... entonces ¿por qué el descuido en el centro de su capital? No era sólo el efecto de un domingo caótico, créanme que puedo reconocer cuando a un edificio simplemente no le han dado su limpieza semanal... y cuando no lo han arreglado en décadas.
Se que una experiencia apenas de algunas horas no puede representar lo que es un país, y es por eso que quisiera regresar y ver la pampa, las estancias, la costa en verano y disfrutar más de la compañía de los amables uruguayos. Y tomar más de su vino, claro que sí.

Con todo cariño al Uruguay, es mi deseo que este futuro del que hablan sea pronto, y para todos, una realidad.

mayo 16, 2011

Uruguay desconocido 2 - ¡Soltá el mate y pasá el merengue!

Post semi-gastronómico en tres tiempos:

Mate por todos lados
Los uruguayos consumen al año 400 millones de litros de mate (a razón de un litro de agua cada 80 gramos de yerba) en un mercado que importa 32 millones de kilos al año y factura cerca de US$ 90 millones. El consumo de mate supera incluso al de todas las marcas de refrescos juntas. No importa la edad ni el nivel socioeconómico, tampoco la hora del día ni el lugar; el consumo de mate en Uruguay logró cortar transversalmente a la sociedad y el producto es elegido hoy por ocho de cada diez uruguayos, siendo el país el mayor consumidor de mate en relación con su cantidad de habitantes. - Foto y texto: Wikipedia

Al otro día de mi llegada a Uruguay empecé a notar a la gente que traía su mate (el recipiente donde se toma la infusión) en mano todo el día. Pero también noté que traían un termo bajo el brazo, siempre con agua caliente, para rellenar el mate. Hombres y mujeres de todas las edades, con el termo bien sujeto junto al cuerpo y el mate en la misma mano. Chupe y chupe de la bombilla (el popote metálico para colar y beber al mismo tiempo). Todo. El santo. Día.
Primero pensé que eran argentinos, pues relacionaba la yerba mate con aquel país, pero me explicaron que los argentinos tienden más bien a beber el mate en casa y sólo en ocasiones cargan el termo, mientras que muchos uruguayos no salen de su casa sin el termo y el mate lleno de yerba. Haga frío o calor.
Y luego está la variedad de mates (de calabaza, de cerámica, recubiertos de piel, de estilo moderno o tradicional), bombillas, termos, accesorios para los termos, estuches para cargar el termo y el mate, adminículos transportadores que no son estuches, bases para el mate... uff, la parafernalia del mate es extensísima.
Admito que llegó a parecerme irritante ver a tanta gente cargando termos como si se tratara de bebés. Incluso ví una chica cargando a) su bolso, b) el bolso que dieron en el congreso, c) el estuche con correa para el termo, y d) el mate en la mano. Eso es dedicación o, ¿adicción? Supongo que sí. Pero la carga cultural del mate es enorme y sólo me quedó claro esto cuando al preguntarle sobre esto a un amable mesero, en un momento me dijo con reverencia "Cuando se permite, compartimos el mate en el trabajo". Con énfasis en "compartimos". Porque el mate pasa de mano en mano y la bombilla de boca en boca, oh sí. Por acá el extenso artículo que aparece en Wikipedia.

Postres, postres, postres

El plan del congreso incluía hospedaje y comidas, así que tomé la mayoría de mis alimentos en el hotel, en modalidad de bufet. Muy peligrosos que son los bufets. Afortunadamente había variedad de ensaladas y verduras... y nada de los asados de carne famosos por esos lares. La comida en general era buena y los panecillos del desayuno y la cena eran excelentes, pero la mesa de postres era la favorita de las multitudes. Pasteles, pays, natillas, arroz con leche, peritas en dulce, flanes, dulce de leche (ahhhh, dulce de leche, todavía te extraño)... y lo que pensé que era un pastel de tres leches, porque al centro de la rosca ponían un vaso con lo que parecía leche preparada. Un día me serví del supuesto pastel... ¡y resultó ser puro merengue! Delicioso pero dulcísimo merengue.  Bañado con la lechita que nunca supe qué era. Y todavía tienen el descaro de poner además un recipiente con caramelo al lado, ¡para bañar más el merengue!
Parece que el sweet tooth no era privativo del servicio de comida del hotel, en otros restaurantes ví postres igualmente alarmantes y la rambla de Piriápolis está llena de heladerías que anuncian "bufet de helados". Por suerte estaban cerradas.
Me ponen el coma diabético para llevar, por favor.

Dulce de Leche y Alfajores. Quién sabe cómo se colaron en mi maleta.
 ¿Un cafecito?

Aunque el mate impera, el café es también un favorito. Cuando menos en el hotel la onda era el café con leche (wow, hace mucho que no tomaba leche) y algún espresso después del almuerzo, pero cuando pedí un "café con leche" en Montevideo  como que no me entendió el mesero y luego dijo "ahhh, ¿un capushino?" Okey, venga el capuchino. En vasote alto y bien caliente, tanto que tuve que usar varias servilletas para sostener el vaso y no quemarme los deditos. Por eso muchos lo piden en "lágrima", que según entendí es una taza de vidrio con asa.
Eso sí, espressos, americanos y capuchinos con su vasito de agua al lado. Como debe de ser.

...Y en la próxima entrega: una visita agridulce a la capital.

mayo 11, 2011

Uruguay desconocido 1 - ¿Que vamos a dónde?

Acompañé a mi esposo a un congreso en Uruguay y regresamos el lunes en la noche, después de un viaje de 13 horas, pasando por 3 husos horarios, 2 hemisferios y 2 opuestas estaciones del año. Apenas se me están reacomodando las neuronas, pero aquí va la primera de unas cuantas reseñas. Ténganme paciencia, porque este viaje me está dando muuuucho de qué hablar.

Piriápolis desde el teleférico. Aterrador al subir, pero el descenso se disfruta más.
El congreso se llevó a cabo en un lugar llamado Piriápolis. ¿Ustedes sabían de su existencia? Yo tampoco. Esta población está a unos 80 km de Montevideo, camino a Punta del Este, y forma parte de una serie de poblados vacacionales a lo largo de la costa. En el verano todos estos lugares están a reventar, con la gente que va a sus casas de playa y los turistas locales y del mundo que visitan esta hermosa zona. Bellas playas y ciudades... que parecen pueblos fantasmas durante el otoño y el invierno austral. Más del 95% de los negocios, las casas particularesy los hoteles están cerrados durante esta temporada. En varios lugares ví letreros de "¡Nos vemos en Octubre!". ¿De qué vive esa gente, me pregunto?
Supongo que los organizadores del congreso se vieron seducidos por los relativamente bajos costos de la temporada baja, la belleza del lugar y la tradición de Piriápolis como ciudad alquímica (googleenlo, por favor, yo estoy agotada...), y contrataron el enorme Argentino Hotel (así, en ese orden) para hospedar a los asistentes y llevar a cabo las conferencias.  La página web del hotel lo pinta como un local de lujo (¿photoshop acaso?), y lo cierto es que lo fue en las décadas de los veintes y treintas del siglo pasado... pero desde entonces no ha tenido una renovación profunda y los daños del tiempo se resienten por todos lados. Es encomiable que se conserven los elevadores, muebles, lámparas y muchos etcéteras de la era dorada del hotel, pero no están en condiciones óptimas y resultan más bien un obtáculo para una estancia cómoda y placentera. Una verdadera lástima. Si a eso se suma el hecho de que sólo había un par de restaurantes abiertos (uno de ellos espléndido, por suerte), una farmacia y dos o tres tienditas medio mal surtidas en todo el pueblo... pues la verdad estuvimos algo incómodos los 700 o más asistentes al congreso. Admito sin embargo que la comida del hotel estaba excelente, pero las horas de funcionamiento de sus restaurantes eran limitadas.

Por lo demás, las playas, el mar, los cerros cubiertos de bosques y los agradables uruguayos (uruguashos) nos hicieron el viaje más ligero. Caminar por la rambla que abraza toda la bahía era un enorme deleite, sobre todo para mi sensibilidad anti-calor y anti-humedad: durante el otoño hace mucho viento y la temperatura fluctúa entre 20 y 15 grados Celsius, así que la experiencia es totalmente diferente a las playas tropicales de mis latitudes. El sol brillante, el cielo y el mar de azul profundo y el aire purísimo... ahhh, delicioso.

Vista desde la habitación del hotel, el edificio a la izquierda es una escuela primaria.

Acá Felipe, león marino que adoptó el puerto de Piriápolis como hogar, les manda saludos y les dice hasta luego, porque el chismito del cono sur continuará.

mayo 03, 2011

Hasta el gorro

La semana pasada cierto enlace nupcial ocupó horas y horas de transmisiones televisivas, streamings, notas en la web y en todos los medios impresos. Hasta ayer todavía había reseñas de la boda real en algunos noticieros. Claro que hay muchas más noticas infinitamente más importantes... pero un poco de frivolidad entre tantas sombras siempre es bienvenida. (Aunque este blog casi casi es puuuura frivolidad, je je je).

Por aquí ya he declarado mi moderada anglofilia, que se ve avivada con eventos como el del viernes pasado. Uno de los detalles que me en-can-ta de los ingleses es su formalidad en el vestir cuando la ocasión lo amerita. No importa que acaben bailando descalzos sobre las mesas, cuando hay boda desempolvan el morning suit y los sombreros para lucirlos por lo menos en la iglesia.
Ahhh, esos sombreros... Tengo ya una larga historia de amor con los sombreros, con resultados desiguales a lo largo del tiempo. Así de corazón, andaría ensombrerada buena parte del tiempo, sólo dos cosas me detienen: a) El peinado me queda terrible después de poco rato de traer sombrero o gorra y b) mis acompañantes pueden verse... ehem... muy sorprendidos ante mis elecciones de tocado. Pero en mi mundo ideal (que incluiría el suficiente billete y la vida social idónea), no sería raro que le hiciera la competencia a estas damas que sí asistieron a la boda de marras:
Una "pamela" bastante clásica pero con un toque moderno. Hmmm, muy linda, pero creo que yo parecería honguito con ella.

Ahhh, esta socialité sí sacó la artillería pesada. Notable todo el outfit, pero no es mi estilo.

Este me encantó. No importa que pareciera honguito con él, sería un honguito avant-garde.

Algo mucho más accesible. Aunque no califique de sombrero, este sí me lo pongo.

Y esta princesita fue la que dio la nota. No, no y no. Mil veces NO.
Ahora con su permiso, salgo a conseguir el Hola!... Y mis boletos para las carreras de Ascot (sí cómo no).
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