marzo 29, 2010

La Terminal

Me encantan los aeropuertos. Y los aviones. Mi primera vocación profesional y mi primer trabajo estuvieron en el medio de la aviación, así que ese gusto por la turbosina viene de mucho tiempo atrás. Por eso cuando viajo en avión disfruto la experiencia desde que tomo el vehículo que me llevará al aeropuerto y en general me la paso bomba durante la espera en ese lugar. Algunas veces voy a recoger a parientes y amigos cuando llegan de visita, aunque la cosa puede ponerse tensa por el tráfico, las obras viales y demás demonios citadinos. Pero cuando veo la panza de un avión volar a escasos metros sobre mi cabeza no puedo evitar sentirme emocionada.

Este fin de semana fuimos a la Terminal 2 del aeropuerto de la Cd. de México a recoger a mi suegris, quien viene de visita. Dije que me encantan los aeropuertos... tal vez debo matizar y decir que me encanta el concepto “aeropuerto”, porque la Terminal 2 la encuentro retefea. No sé nada de arquitectura, pero reconozco muy bien cuando un edificio me hace sentir incómoda y este es el caso. Desde los pisos de piedra pulida que son imposibles de limpiar, hasta la mortecina iluminación de las salas de última espera, el diseño me parece fallido cuando menos. En algunas zonas hay unos enormes maceteros con forma de... maceta precisamente, que hacen vernos a los humanos como bichos de jardín. Hay unas bancas (de piedra) como de estadio frente a las puertas de llegada, supongo que para tener una buena visión de los viajeros cuando llegan, pero les plantaron enfrente el módulo de información, así que no se ve gran cosa desde ahí. Y más bancas (de piedra) repartidas aquí y allá, duras como el carambas. Ahhh, y los baños: con esos pisos (de piedra) que si se mojan quedan húmedos por largo tiempo, su apariencia es siempre poco higiénica. Las puertas de los "privados" son más corrientes que nada y el diseño en diagonal será muy original pero a mí me causa angustia. Hablando de diagonales, los restaurantes que están en los mezzanines a cada extremo de la terminal tienen una planta angulada y recovecos que dificultan la búsqueda de los viajeros extraviados y hacen que todo se vea amontonado.

La Terminal 2 ya se va viendo más ocupada tanto por los comercios como por los viajeros, cosa muy buena, porque cuando la estrenaron estaba super fría: sin gente, sin tiendas y con unos aires colados de muerte. Los pasillos que conectan el estacionamiento con los dos pisos de la terminal actúan como túneles de viento, así que la temperatura local engaña al llegar al primaveral D.F. Además los techos son altísimos y no hay luz artificial que logre iluminar del todo por la noche, dejando un aire melancólico que está bien para un club de jazz pero no para un puerto aéreo, sobre todo cuando anda uno con jet lag.

Si algo hay que aplaudirle al proyecto es el viaducto elevado que lleva desde Churubusco hasta el multicitado edificio, con una desviación para la Terminal 1. Adiós a Blvd. Puerto Aereo, que ahora sabemos hasta se inunda. Y el detalle de algunos pisos de vidrio gruesísimo con iluminación por abajo, esos sí me parecen agradables. Y los carritos para el equipaje, aunque tengan costo.
Digo, para la lanototota que se deben haber gastado las diferentes instancias de gobierno (nuestra lana, por lo demás), como que no les quedó taaaan bien el numerito. O por lo menos a esta viajera/usuaria criticona no la convencen del todo.
(Foto: Vilmente bajada de la web. A mí me regañó una policía cuando saqué mi cámara. Diablos.)

marzo 23, 2010

La vida me da limones...

...Así que hice limonada. Y salió rica. Vivo sobre una tierra pródiga de bosque en la que casi cualquier semilla germina con poco o nada de cuidado. En el caso de mi jardín, prácticamente con nada de cuidado. Adquirimos (y seguimos pagando) esta casa hace años y con pena admito que nunca hemos tenido la suficiente entrega para atender la huerta. Y así nomás, por vocación generosa, los arbolitos nos han dado los mencionados limones...
Y tejocotes...
Y duraznos...

Y naranjas. Este año encontré una misteriosa naranja siamesa. Me intriga saber cómo madurará...


Tenemos también capulines y solía haber zarzamoras silvestres, pero los pajaritos acabaron con el arbusto. Alguna vez tuvimos una planta de jitomate que salió sin más en la bajada del agua de la cocina. Supongo que algunas semillas cayeron de un plato, viajaron por la tubería y fueron a caer entre las piedras (usamos algo de las aguas grises para regar) y ¡bum! planta de tomate. Tuvo una existencia efímera pero feliz. He tratado de tener albahaca y chiles en maceta, pero mi gato se encargó de "regar las plantitas" (tan acomedido él) y sus aguas letales acabaron con todo. Lástima, los chilitos estaban regüenos.
Ahora lo triste: Por falta de cuidado las frutas no salen tan buenas como se ven. Los capulines y duraznos no maduran del todo y las naranjas tienen más cáscara que pulpa. Los tejocotes se ven buenos, pero una vez cortados se echan a perder en cosa de horas. Ni chance me dieron de hacer un dulce de tejocote, que tantas ganas le traía.
Este año SÍ le voy a entrar al trabajo en la huerta. Estos limones que yo no trabajé y ahora disfruto me han dado la pauta. Gracias a todos los seres que hicieron que hoy pueda sazonar mi ensalada con el fragante jugo y tomarme una refrescante limonada.
Ahora es mi turno.
Posdata 1: De acuerdo con lo que mencioné en el post anterior, sigo con mis experimentos culinarios y los resultados han sido un pescado con paprika y echalot, un pay de manzana, un tiramisú, una pasta con salsa de camarones y otra con salsa de hongos silvestres. Success!!
Posdata 2: Y más pronto cae un hablador que un cojo. En el post anterior-anterior criticaba a quienes presumen de sus enfermedades y lesiones. Estas dos semanas YO he estado presumiendo ante quien se deje un fantasmal-esguince-de-tobillo-sin-razón-aparente y una devastadora-contractura-de-hombro-y-cuello. Ufff.

marzo 15, 2010

Gordon & me

Tengo mi oficina en casa, lo cual es una bendición mixta: no hago grandes viajes para llegar al trabajo... pero tampoco me puedo despegar del todo de él. Y por comodidad la familia come en casa, así que llegada la 1:30 de la tarde dejo mi muy ejecutivo puesto laboral y me pongo la cachucha de ama de casa. El delantal, más bien. Lo bueno es que me gusta cocinar, así que ese rato que dedico a las “labores propias de mi sexo” (¡juar juar!) me resulta relajante. El reto diario es sacar una comida completa en 30 minutos. Y ya me volví experta.

Aclaro, puedo cocinar, lo cual no quiere decir que sepa cocinar. He tomado cursos varios (para principiantes, para principiantes-avanzados, de cocina japonesa) y le echo ganas, pero los resultados son, digamos, medianitos. De repente tengo momentos inspirados y las cosas me salen muy bien, pero de repente... hasta quemo el agua. Y desde hace un año mi consorte y una servidora llevamos una dieta mucho más sana, así que a diario hay que tener sopa (de o con verduras), guisado sin mucha grasa (pollo o pescado, carne roja una vez a la semana y un día vegetariano), guarnición (de verduras) y ensalada (¿querían más verduras?). Un día sí y otro también, salvo los fines de semana en que cuelgo el delantal, les guste o no.
Últimamente ando en fase culinariamente creativa. Le he estado dando giros novedosos a la comida de todos los días y hasta he vuelto a hornear algunas cositas. Y por la noche, si el adorado tormento tiene a bien soltar el control remoto, veo alguno de los programas de mi héroe du jour: Gordon Ramsay.


Nació en Escocia, creció en Gran Bretaña, se entrenó en Francia. Rudo de apariencia y de modales, ex-jugador de futbol y chef estrella de la cocina mundial. En el canal de la BBC, en la tele de paga, pasan un par de programas del susodicho, en los cuales disfruto de su maestría para cocinar, de su enorme energía para dirigir lo mismo a equipos gastronómicos que a celebridades metidas en la cocina, de su frescura para quitarse la camisa y ponerse la filipina enfrente de las cámaras... y de sus constantes maldiciones. Mr. Ramsay tiene una boquita de carretonero, pero como nuestros compatriotas veracruzanos (y de otras etnias) el condenado tiene gracia para lanzar improperios. Hay un programa, Ramsay’s Kitchen Nightmares, en donde ayuda a dueños de restaurantes desastrosos en Gran Bretaña a levantar el negocio, para lo cual les tiene que cantar sus verdades com-ple-ti-tas. Así que los shits y los fucks no se hacen esperar. Y el otro programa se llama The F Word, así que ustedes dirán.
Las cocinas, sean de grandes restaurantes o de modestas casas, son siempre lugares llenos de energía. Los chefs y cocineros de todos sexos, colores y niveles tienen algo de sargento y primadonna, así que cuando la tensión aumenta y los comensales (o la familia) esperan sus platillos, las chispas vuelan. Los cuchillos a veces también. Yo a diario cocino como Gordon Ramsay: en chinga y echando madres.
Pero con harto sabor, eso sí.

marzo 09, 2010

Heridas de guerra II

Pues parece que ya estoy en la etapa del “aminunca”: A mí nunca me dolía esto, a mí nunca me pasaba aquello... El dolorcito de cabeza que me agencié ayer, aunado a mis molestias lumbares y mi vista latosita me hacen pensar eso. Lo de la cabecita resultó ser una gripa incipiente, junto con algo de estrés y cansancio visual... y la vista me ha dado lata desde niña, pero con el paso del tiempo la ambliopía del ojo izquierdo (en cristiano: veo muy borroso y no hay cura) se complicó con astigmatismo y ahora "vista cansada". Así que ya tengo paquetes de Advil por aquí y por allá, lentes para leer colocados en sitios estratégicos y mis ya conocidos ejercicios para la espalda. Ugh.

Hace unos días estaba tomando mi clase de natación y tanto el instructor como yo empezamos a hacer plática con la chica que estaba en el carril de al lado (por chica me refiero a una mujer más o menos de mi edad). Sin mucho preámbulo nos platicó sobre un accidente que la tuvo sin caminar durante casi dos años, con las consecuentes dificultades para ejercitarse y lo bien que le ha hecho la nadada. Mi instructor procedió a platicar su propio accidente, los huesos que se rompió y los meses que pasó primero en cama y luego en terapia. Después vino la sesión de comparación de cicatrices, producto de las cirugías a las que se han sometido ambos. “No, pos yo nomás tengo escoliosis”, dije con algo de pena y seguí nadando. Glu, glu, glu.
Esta escena se me ha repetido numerosas veces en la alberca. He conocido por lo menos cuatro personas que, tras fuertes accidentes o lesiones, nadan para ejercitarse y como terapia física. Bien por ellos, en buena medida yo también estoy en esas. Pero lo que me sorprende y me asusta un poco es el afán de comparar las desgracias que tenemos todos nosotros. Yo tengo esto, yo sufrí aquello. Por cada fractura sencilla hay otra doble, cada operación encuentra otra peor, cada cicatriz se eclipsa ante otra más grande. Pareciera que es un logro el haber sufrido algo terrible. Digo, ES un logro superar la desgracia, ¿pero por qué presumir el sufrimiento ya pasado?

Y leo mi post anterior y el párrafo con el que abro el presente... y me da un poco de vergüenza. Ahí estoy yo también, presumiendo mis dolores, como si fueran heridas de guerra, y como si me fueran a dar una medalla simplemente por tenerlos. Así que mejor repito como mantra las palabras de la Signora Sophia Loren, cuando le preguntaron cuál era su secreto para verse tan bien a su edad: “No hacer sonidos de viejita”.

So, grin and bear it.

marzo 08, 2010

Heridas de guerra I

Justo hoy tenía programado ponerme a escribir en la tarde, pero en vez de eso me la pasé en cama con un dolor de cabeza matador. Empezó antes del mediodía y para las 3:30 pm ya me tenía vencida. Cosa muy rara, pues muy de vez en cuando me duele la cabeza, pero nada que un par de pastillitas de ibuprofeno no puedan controlar. Esta vez no fue así.
Y no, migraña no es, simplemente un dolorsazo pertinaz que me tiene frita. Me duele hasta al mover los ojos. Así que ya me voy, nos vemos mañana. Espero.
(Yo como el buen Juli, me meto en mi conchita y ahí se ven)

marzo 02, 2010

"Glorifica mi alma al Señor..."

"...y retiemble en su centro la tierra". Según la leyenda familiar, así rezaba mi abue cuando se asustaba con los temblores, frecuentes en nuestro hogar original en el D.F. Salía al patio de la casa y clamaba al cielo, mezclando la Magnífica con el Himno Nacional. Ya no le tocó ver los estragos del '85, y qué bueno. A partir de ese terremoto, los temblores dejaron de ser cosa de risa en casa, y en lo particular, desde entonces les agarré pánico. Creo que muchos chilangos más o menos de mi edad estamos en el mismo caso: sabemos que lo que empieza en un meneíto puede terminar en una tragedia dantesca.
Y al sur del continente, así fue este fin de semana. Tragedia que nos ha pegado en casa, no porque hayamos tenido pérdidas que lamentar, sino porque el simple hecho de tener familia y amigos en Chile nos vincula con su dolor. El sábado nos levantamos como siempre, y ya avanzada la mañana recibí la llamada de una amiga. "¿Cómo están los de Chile?", preguntó. "Pos supongo que bien", respondí. "¿No sabes todavía, verdad?"... y con un simple número (8.8) la mañana se me vino abajo. Mi esposo estuvo tratando de llamar durante un buen rato, sin éxito. Yo mandé correos electrónicos... y prendí la tele. Oh. Shit.

Hace dos años estuvimos por allá. Yo conocí un Chile venturoso, trabajador, muy caliente para mi gusto y sorprendentemente civilizado. La economía pujante, la gente optimista, el cielo azul e inmenso del sur. Por eso al ver edificios caídos y barcos lanzados sobre las casitas de madera de la costa me duele como me dolió la Ciudad de México en el '85. Pero lo que más me ha dolido es ver (una y otra vez) las escenas de saqueos en las zonas más afectadas. Los más sorprendidos deben ser los chilenos mismos. No jodan, si ustedes son los (autodenominados) ingleses de América. Como me lo explicó mi esposo, el mismo gobierno le tenía miedo a sacar el ejército a las calles, por el recuerdo de Pinochet y anexas. Parece que la versión chilena de nuestro DN III no involucra al ejército de manera automática. Pero no hubo de otra. Insisto, no jodan.
La familia está bien, sus viviendas también, sólo platos y vasos rotos que lamentar. Y el sustazo. Una parte de la familia andaba en el sur de Chile, por lo que les tomará días llegar a Santiago con las carreteras destruidas en tramos y los puentes caídos. Pero están bien.

La cuenta que vi ayer iba en 723 muertos. Sí, sí, no se compara a lo de aquí ni mucho menos a Haití. Pero qué importan esos números. 8.8 en escala Richter. Ese número atroz, inhumano pero real, es a fin de cuentas el que lo dice todo.
Y como dicen por allá ¡Viva Chile, mierda! -en serio, así dicen-
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