abril 29, 2012

La vida se interpone para vivir

O algo así. El caso es que entre el trabajo, la casa y la familia a veces (más bien casi todo el tiempo) dejo de hacer cosas importantísimas. Como vivir, por ejemplo. La rutina me engulle y ¡plop! de repente me encuentro con diez kilos más, toneladas de estrés encima y una ceguera enorme ante la belleza que me rodea.

Esta última semana hice cosas que dejé durante años (sí, años). Disfrutar unas breves vacaciones. Tomar una ducha por el gusto y no la necesidad o la costumbre de hacerlo. Leer un libro (¡diantres!). Visitar museos. Apenas hoy, por ejemplo, visité dos museos que no conocía a pesar de vivir muuuy cerca de ellos, gracias al entusiasmo de una amiga del norte del país que vive por acá ahora y a otro genial amigo de estos rumbos... a quienes me adherí como lapa para el paseo.

Primero fuimos al Anahuacalli, obra de Diego Rivera. La página del museo está por acá.

El museo en sí mismo, por su construcción, es una obra de arte digna de verse. El recorrido guiado es obligatorio, pero realmente vale la pena recibir la información, pues así se entiende el porqué de la estructura. Gran cantidad de piezas arqueológicas y una sustanciosa muestra de bosquejos originales de Rivera forman la exposición, pero insisto en que la estructura misma es impresionante. Muy diferente por dentro de lo que se ve por fuera:

Espléndidas galerías, escaleras, rincones, ventanas...
Después del recorrido nos dirigimos a otro museo coyoacanense: la casa de León Trotsky, ex-revolucionario soviético asilado en México hacia finales de los años treinta, y quien encontró triste fin en nuestra tierra. De nuevo, la página de este museo por acá.


Arriba los jardines, abajo el estudio
La historia de este hombre es impresionante, y la forma en la que México y su gente se entrelazan con el panorama mundial de la época (comunismo vs. capitalismo, con todo el mundo en medio de la batalla) es para dejarlo a uno pensando un laaargo rato. Salí impactada, gracias a la ágil explicación que nos dio el guía durante la visita. Realmente recomendable.

Y así, en un soleado y calurosísimo domingo conocí dos lugares espléndidos de mi ciudad, con la compañía siempre refrescante de mis jóvenes amigos. ¡Tenemos que hacerlo más seguido!

abril 14, 2012

Vejestorios - Ya me perdieron

Sí, lo volví a hacer. No, no me arrepiento. Y sí, lo volveré a hacer una y otra vez.
Hace un par de semanas visité oootro mercado de antigüedades... y creo que encontré mi cerro del Tepeyac, mi Meca, mi sitio de peregrinaje al que acudiré regularmente, pero a intervalos sabiamente espaciados (tampoco es cosa de botar la quincena en chunches).

Esta vez fui a un mercado que se instala cada fin de semana en un parque de mi ciudad, en Ave. Cuauhtémoc (¡con línea de metrobús!), frente a la colonia Roma. La oferta de antigüedades es tremendamente variada y los precios también lo son. Hay desde muebles con precios de varios miles de pesos, hasta mis amadas piezas de joyería de fantasía a precios razonables.
Entre los objetos del deseo encontré cristalería "para el diario" (jarras y vasos de vidrio en tonos sesenteros), platitos sueltos de porcelana de Bavaria y lentes de sol. Lástima que en cuanto a los lentes ninguno me quedó, pues soy de cabeza grande y todos los marcos estaban bastante estrechos... ¡pero claro que no salí con las manos vacías! Este es el botín:

Esta pulsera tiene cabochones de vidrio facetado sobre bases metálicas. Todas las piezas llevan la marca por atrás, lo cual es buena señal, pero no he encotrado datos de la marca "Barmelli" por ningún lado. Sigamos...

Cuando encontré estos broches estaba yo toda emocionada porque pensé que eran broches de clip para vestido, del tipo que se usaban en los treintas y los cuarentas del siglo pasado. Ya en casa, al compararlos con otro broche que compré anteriormente (y que efectivamente es un clip para vestido), me dí cuenta de que más bien son broches para zapatos, y por la marca grabada atrás parecen ser de Givenchy, no creo que sean taaan antiguos. De todas maneras son lindos y versátiles, y los cristales son de altísima calidad.
...Y ahhh, el hallazgo:
Bolsa de malla metálica, con pequeños cristales en el broche, totalmente forrada por dentro. Sin marca, pero según mis investigaciones este tipo de bolsas fueron populares a partir de los años 50... pero realmente nunca han dejado de producirlas. Linda ¿no? ¿La usaré alguna vez? ¡Buscaré la forma de hacerlo!

Buena parte de la diversión en el mundo de las antigüedades es el averigüar la época a la que pertenecen, cuando no es del todo evidente. Y vale la pena documentarse antes de recorrer los mercados, para saber apreciar las oportunidades y las piezas interesantes. Ya voy aprendiendo, ¡y me encanta!
Señoras y señores, me honra anunciar que me he convertido oficialmente en coleccionista.

abril 08, 2012

Foot fetish

Creo que es inevitable caer en ciertas rutinas. Por ejemplo, la rutina de los domingos para Mr. y Mrs. Özer es ir al gimnasio hacia el mediodía, hacer sus olímpicos ejercicios y salir bañaditos y bien peinados rumbo a algún restaurante... que 9 de cada 10 veces acaba siendo algún cumplidor Vips (bueno, eran cumplidores, esto lo trataré en otro post), en donde siempre ocupamos alguno de los asientos tipo gabinete. Pues así lo hicimos este último domingo, y cuando estábamos a la mitad de nuestras reconfortantes sopas llega la jefa de meseras y nos dice algo de este efecto:
"Me da muchísima pena, pero dice otro comensal que le molesta que el señor se haya quitado el zapato, por aquello de la higiene y bla bla bla..."

Me explico, Mr. Özer portaba (como siempre que sale del gimnasio) sus zapatotes de cocodrilo:
Y al calor de la plática y las viandas se había quitado uno de ellos para que se le oreara la patita recién nadada y bañada, que por supuesto no portaba calcetín. Al comensal en cuestión le quedó el níveo pie de mi marido en su línea de vista (que ha de ser muuuuy amplia para abarcar las partes inferiores de las mesas). No, la persona en cuestión no estaba al lado nuestro, sino varios gabinetes más allá, pero tuvo a bien pedirle a la jefa (o supervisora, no sé) que nos pasara su queja... la cual por supuesto no fue bien recibida por mi esposo el de la pata al aire. Omitiré el breve pero contundente intercambio (que no incluyó al quejoso) y sólo diré que seguimos con nuestra comida.

Ahhh, los pies levantan grandes pasiones. Yo también acostumbro quitarme el o los papos al comer en casa, y de hecho lo estoy haciendo ahora al escribir, así que si a alguien le molesta esa idea, lo invito a retirarse de la lectura. OK, prosigo. Estoy segura de que he caido en la tentación de quitarme algún zapato en el Vips, y probablemente si no lo hice ese día fue porque traía huaraches con correíta. Y, pensándolo bien, el quisquilloso comensal también tenía a la vista mis desnudos y pedicurados deditos de los pies... ¿acaso le habrán dado cosita?
Eso de los zapatos en tiempos de calor es algo muy subjetivo. Digamos que mi esposo no hubiera traído sus tremendos Crocs sino algo como esto...


 ...y supongamos que NO se hubiera quitado esta chancla. Técnicamente, eso sería "kosher", pero ¿realmente este calzado cubre algo más que la planta del pie? ¿En verdad es más peligroso y antihigiénico un pie desnudo e inmóvil bajo una mesa, que un pie calzado con una sandalia de pata de gallo? Vamos, antihigiénico el suelo, y estoy segura de que el dueño de mis quincenas no estaba apoyando el pie en la alfombra, sino en su propio zapato, a no menos de 3 metros de los pies del escrupuloso y anti-patológico caballero. El hombre, joven por cierto, estaba acompañado por dos venerables viejecitas. Tal vez una de ellas fue la quejosa original, y él solo transmitió la incomodidad a la supervisora y ésta a nosotros. Oh, cuánta gente alterada por un pie.

Muy a tono con las vacaciones, pensemos en las playas y las albercas, donde muchos vacacionistas descalzos disfrutan de sus piñas coladas, cocos locos, coctelitos de mariscos y papas llenas de salsa, mientras otros bañistas descalzos y (¡gulp!) semidesnudos corren, vuelan y se aceleran a su alrededor. Cuestión de contextos, supongo. Una cosa es la alberca y otra el Vips, aún bajo la mesa. Y, pensándolo bien, ¿qué tal que mi esposo se hubiera sentado unos centímetros más a la derecha, manteniendo la ofensiva extremidad fuera de la vista? Mismo pie descalzo, nula queja. Ojos que no ven, corazón que no siente.

El caso es que, para evitar la tentación de quitarme los zapatos y exhibir mis exfoliados talones al mundo, tal vez empiece a usar botitas de este estilo. Modestas y abrigadoras, ¿verdad?

abril 01, 2012

Silencio

"En el gran silencio", escrita y dirigida por Philip Gröning
En casa estamos en etapa de exploración del cine de autor europeo, con resultados diversos. Ya he mencionado mi pertinaz (y limitado) gusto por las películas hollywoodenses (¿así se escribirá?) y similares, y mi poca paciencia ante el cine de arte.
Hace poco escuché el adjetivo "contemplativo" para designar al tipo de cine costumbrista, casi o totalmente documental, donde parece que no pasa nada. En ocasiones parece que no pasa nada, pero el espectador sigue pendiente de la pantalla hasta el final de la cinta... y a veces realmente no pasa nada en todo el trayecto. Pero nada. El ver este tipo de películas se convierte en una lucha entre la parte intelectual del espectador, que se empeña en terminar la cinta para probar que tiene buen gusto y un criterio bien afinado en la materia... y la parte meramente lúdica del mismo espectador, que quiere salir corriendo de la sala o apagar el televisor lo más pronto posible.

Nos regalaron un DVD de la película alemana "En el gran silencio", de 2005. La sinopsis del infalible IMDb está por acá. Este es cine contemplativo en serio, pues es un documental sobre la vida de los monjes cartujos en un monasterio francés. Cinéfilos contemplando la vida contemplativa de un grupo de hombres dedicados al silencio y la oración. Si hacen clic aquí, verán el artículo sobre la Orden de los Cartujos en Wikipedia. En lo personal el tema me apasiona, pues considero que la vida monacal, sea para las órdenes femenias o masculinas, sin importar la religión a la que pertenezcan, es la manifestación más pura que podemos tener actualmente de la espiritualidad. Estos monjes en particular, además de ser una orden de clausura, hacen votos de silencio. Sólo hablan entre sí una vez a la semana, durante la cena dominical, y en las raras ocasiones en que el abad organiza alguna salida a la campiña que rodea el monasterio. Por lo demás sólo escuchan sus voces durante los oficios religiosos y en las lecturas durante las cenas comunes, pues el resto de los (magros) alimentos los toman en sus celdas.
No puedo siquiera imaginar lo que es una vida así, y sin embargo me parece hermosa.

Ahora, con respecto a la película en sí... encuentro grandes problemas. Claro que el obtener permiso para filmar dentro del monasterio, justo dentro de las mismas celdas (habitaciones) de los monjes, debe haber sido un triunfo, y las duras condiciones en las que viven se reflejan muy bien en el estilo de la cinta, pero el paso glacial con el que transcurre la película hace que ver cada minuto en pantalla sea un triunfo de paciencia. El cinefotógrafo se puso un tanto... creativo... y a veces ni siquiera se aprecia lo que estamos viendo en pantalla. ¿Toque artístico? Tal vez, pero creo que en este caso las imágenes reales, tal cual aparecen al ojo humano, son tan artísticas como un cuadro de un maestro flamenco de siglos atrás. El uso de filtros que todo lo nublan e imágenes repetidas una y otra vez (la misma vela, el mismo plato, la misma frase) simplemente aparece como una machacona obsesión. De nuevo, sentí que el director me decía "mira esto, es importante. Míralo otra vez, ¿ya te diste cuenta de que es importante? Aquí te va de nuevo, porque no has entendido todavía". Toda la carga mística de un oficio religioso celebrado a la luz de las velas se pierde cuando estoy peleando por ver en la pantalla oscurecida lo que está ocurriendo, y además está tomado desde un ángulo que más que original resulta simplemente incómodo. Y son 2 horas y 50 minutos de lucha, pues pareciera que el director no puede simplemente retratar, sino que tiene que hacernos ver las imágenes con los mismos lentes con los que él las ve. Ahora, esa es simplemente mi opinión, desmentida por los múltiples premios que ha ganado este documental.

Sólo he podido ver unos 90 minutos de los 170 que dura en total. Ya veré el resto, porque realmente el documental es bello e interesante, soy yo la impaciente. Pero lo cierto es que, después de observar aunque sea por poco tiempo a estos hombres de fe y práctica silenciosa, durante un buen rato estuve observando mis acciones cotidianas... haciéndolas lentamente y en silencio.
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