agosto 26, 2009

Supermercado espiritual

Desde hace algunos años estudio budismo. Larga historia, pero la resumiré diciendo que empecé a interesarme por la meditación en general, después descubrí el Zen (hermoso, terrible Zen) y tras infructuosos intentos en esa disciplina encontré que lo mío, lo mío, era el budismo tibetano.
En el camino me he encontrado con todo tipo de maestros, "maistros" y escuelas. Desde los pseudo-gurús que afirman canalizar a alguna entidad trascendente hasta gente que realmente se ha dedicado a estudiar a fondo estas disciplinas, el supermercado espiritual es amplio, surtido y confuso. A lo mejor voy a decir una barbaridad, pero yo incluyo en esta oferta los métodos de desarrollo personal, las medicinas alternativas y las religiones emergentes (y las tradicionales también). En varias publicaciones hay páginas enteras dedicadas a anuncios que van desde clases de Yoga y programación neurolingüística hasta medicina cuántica (lo que sea que eso signifique), masajes holísticos, las profecías de los cráneos de cristal y la activación de la glándula pineal (que es la epífisis, pero ese nombre no vende).


Y aquí viene mi dilema: en mi variopinta familia tengo desde psicólogos hasta terapeutas alternativos, pasando por católicos guadalupanos de hueso colorado y yo misma, que tiro más al budismo que a otra cosa. Habiendo pasado por una buena dosis de terapia psicológica tradicional (oootra historia) ya estoy bastante curtida en esto de escoger sistemas de sanación y creo haber desarrollado un sano escepticismo, pero de repente me doy de topes con las búsquedas espirituales-mentales-psicosociales de mi familia. Ante todo los respeto, pero no dejo de externar mis opiniones.
Peco de minimalista, pero resumo mi punto de vista en lo siguiente: si necesito ayuda para superar una enfermedad, o una depresión, o un estancamiento emocional, quiero que esa ayuda haya sido probada y comprobada, y que no me vaya a generar una dependencia. No puedo depender de un Lama, ni de un terapeuta, ni de un objeto o una sustancia, por muy sana que sea. La única excepción que haría sería tomar un medicamento o suplemento de por vida (insulina, por ejemplo) para tratar un padecimiento crónico. Pero he encontrado que muchos sistemas espirituales, de sanación física y/o de desarrollo humano generan dependencia ya sea a una persona o a una cosa. Así, un vil objeto puede convertirse en el único refugio. O cuando es una persona, se pueden generar tragedias (James Jones, Waco y los davidianos, incluso Charles Manson).

En el widget de música que puse en el blog hay una canción de Alan Parsons Project que se llama “There but for the grace of God”. Originalmente viene en un disco llamado Freudiana, el cual apenas vengo descubriendo. Una de las líneas dice "we dream of dreams that hold the key": soñamos con tener sueños que nos den la clave. Soñamos que una ilusión nos resuelva la vida.
Todos los seres queremos ser felices y dejar de sufrir. Pero hasta la felicidad se tiene que buscar con sabiduría.

agosto 17, 2009

Freak show

¿Por qué nos llama la atención lo feo? Desde los patéticos espectáculos de feria que todavía se ven por ahí (“¡pasen a ver a la niña lagarto!”) hasta los reality shows, tal parece que los humanos tenemos fascinación por lo feo, incluso lo grotesco. Y no me den cuerda para hablar de las publicaciones como el “clásico” ¡Alarma! (¿existe todavía?) o sus encarnaciones más recientes.
Pero en una nota más ligera, me encontré por ahí con el sitio Cake Wrecks, o lo que es lo mismo, pasteles horrendos. He aquí algunas muestras:
Por ejemplo, fulanito y zutanita se comprometen en matrimonio y para festejarlo, invitan a sus íntimos amigos a una cena que culmina con...

¡¡¿una manita mutilada?!! (y hasta con el tétrico mensaje "llegó tu día")
Y luego la boda, la fiesta, el banquete y por supuesto el pastel....
¡¡el ataque de la novia sin cabeza!! (¿se imaginan si el relleno era de fresa?)
Unos meses después, la flamante esposa anuncia la llegada de un bebecito, y para el baby shower a alguien se le ocurre poner...

¡¡el ultrasonido del chiquilín sobre el merengue!! (ayyy, pues es su primera foto ¿no?)

El sitio tiene decenas si no es que cientos de ejemplos de pasteles hechos por profesionales (o amateurs que cobraron por sus obras) y que retan todo concepto de buen gusto... y el apetito del más plantado. Nada más hay que darse una vuelta por la barra de Categories y Favorites.
También hay ejemplos de pasteles super creativos y bien ejecutados, pero no cabe duda de que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.

¿Gustan un cafecito para acompañar su pastel?

agosto 12, 2009

Wanderlust

Wanderlust. Del alemán wandem (excursionar) y lust (deseo). El inglés toma prestado este término y le da el significado de un “fuerte deseo o impulso de vagar, o, en un uso más moderno, de viajar y explorar el mundo".

Oh sí. Me encanta viajar. Siempre he dicho que disfruto los viajes desde el momento en que tomo el taxi para ir al aeropuerto. O a la central caminonera, según el caso. Incluso los viajecitos de un día al DF o a Tepoztlán los disfruto en grande, aunque dadas las circunstancias, viajo mucho menos de lo que quisiera. Pero eso sí, también disfruto el regreso a casa. Esa primera noche de dormir en la cama propia después de un viaje larguito es siempre encantadora, no importa que llegue muerta de cansancio y con las piernas hechas pretzel después de horas en el avión/autobús/auto. Llegar a casa, esa también es parte integral del viaje.

Otra cosa es irse. Irse de la casa, de la ciudad, del país. Irse por un motivo u otro, pero dejar atrás algo y no saber con certeza si se va a volver. Irse por buenas razones... o porque no hay de otra. Hace algunos meses (wow, más de un año en realidad) nos enfrentamos en familia con la disyuntiva de cambiarnos de casa o no, cambiarnos de ciudad o no, cambiarnos de país o no. Para mí, wanderluster de sillón, una cosa es salir de casa con una maleta, sabiendo (confiando) en que voy a regresar algún día a mi vida rutinaria, y otra es cargar con los contenidos de la casa entera y enfrentarme a la incertidumbre del futuro. Y vueltas más o vueltas menos, en esas andamos todavía. Nuestras prioridades han cambiado y nuestros intereses también, incluso nuestros destinos geográficos potenciales, pero de que nos vamos, nos vamos. ¿Cuándo?, depende de muchas cosas, entre ellas de la economía doméstica y mundial. En gran medida, nuestro destino está en las regordetas manos de Carstens et al.
Cambio. De casa, es un hecho. De ciudad, quizás. De país, quién sabe. En serio, quién sabe... y esas dos palabras, para una control freak como yo, son aterradoras.

Ahhh, y está el tema de la mudanza. Cuando llegamos a esta casa y esta ciudad, tras coordinar las mudanzas simultáneas de tres departamentos y una oficina, juré y perjuré que no quería volver a empacar cositas en una caja de cartón en muchos años. Soy capaz de regalar mis pocos platos y vasos antes que tener que envolverlos en múltiples capas de periódico y confiar en que llegarán de una pieza al siguiente domicilio. Viví en la misma casa durante 30 años, y luego mis estancias en otras casas han sido más o menos largas, de ahí mi resistencia al cambio. Viajes, los que quieran. Mudanzas, déjenme pensarlo.

Impermanencia. El cambio es lo único seguro en esta vida. No sé para cuando las necesite, pero si tienen unas cajitas de regular tamaño, guárdenmelas por favor.
(Foto: Monumento a Cristóbal Colón, Benalmádena, España. Un barco. De piedra. Ah, la ironía.)

agosto 05, 2009

Lo que he aprendido aquí

Y por “aquí” me refiero a la blogósfera, este espacio virtual pero no por eso menos real, donde he encontrado que...

1.- Hay mucha, mucha gente que escribe bien. Muy bien. Realmente bien. Algunos son escritores cultivados, otros son amateurs de la pluma (¿la tecla?), otros no pretenden ni lo uno ni lo otro, pero de que hay talento, hay talento.

2.- La ortografía y la gramática no han muerto (loados sean los dioses), pues esos buenos escritores las cultivan sin demeritar su creatividad. El idioma evoluciona, y sin tener que llegar al dialecto mecánico del SMS (“k pdo?”), las voces de los bloggers tienen personalidad y en muchos casos gran elegancia.

3.- También hay excelentes fotógrafos, diseñadores, artesanos, etc., que sin dedicarse profesionalmente a las artes tienen el don del buen ojo y el buen gusto. Y no necesitan equipos sofisticados, con una camarita de celular basta en muchos casos.

4.- Es enorme la cantidad de gente que tiene cosas interesantes que decir, y que tiene el talento para transmitir su emoción en un medio tan frío como podría ser el teclado y el monitor. Sea que escriban de política o de cocina, que sólo escriban unas líneas, publiquen una foto o se avienten un tratado, si el blogger tiene algo interesante que decir, tendrá un lector.

5.- Casi todos los humanos tenemos el gen voyeur. Aún cuando estamos inundados de información, sigue siendo irresistible el asomarse a la vida privada de los demás. Y si es de manera anónima, mejor. Por supuesto, también cedemos ante nuestro gen exhibicionista, al sacar nuestros trapitos al sol en este medio.

Ejemplos hay muchos. De hecho, eso es lo que más me sorprende: la explosión de creatividad que desborda el ciberespacio día a día, minuto a minuto. Hubiera llenado de links esta entrada si pongo los blogs que me inspiran, las galerías de fotos que me sorprenden, los posts que me han conmovido. Sólo vean su propio blog, sus propias ideas, sus propias obras. Y si no tienen blog como tal... ¿a poco no traemos un blog mental donde escribimos e ilustramos nuestra propia historia?
Después de todo, estos homo sapiens sapiens tenemos esperanzas...
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