noviembre 28, 2011

Viejos los cerros

Tic, tac, tic, tac. El tiempo pasa, y a veces creo que cada vez pasa más rápido. Me veo al espejo todos los días y creo que me veo igual que ayer, o que la semana pasada... pero no. Y así como alguna vez decía con ilusión "cuando tenga 25 años voy a..." pues ya los 25 vinieron y se fueron hace un buen rato. Aún con cambios poco agradables, mini-achaques y lentes para leer, ¡me siento mejor que nunca!
Tengo bien presente que la edad promedio de supervivencia para las mujeres urbanas es cada vez más alta. Sin tener genes particularmente resistentes, pero gracias al natural avance de la medicina y la nutrición, bien puedo llegar a los 90 y tantos años... y más vale que llegue en buen estado, tanto físico como mental.

Una de mis fuentes de inspiración en este laaargo trayecto hacia la todavía lejana pero segura vejez es un blog que descubrí hace un par de años. Den una vuelta por Advanced Style y verán cómo un joven fotógrafro y conoisseur de moda nos comparte imágenes de hombres y mujeres que, en sus años dorados, se liberan de las limitaciones del "estilo" y de "ya ser gente mayor" para vestirse y disfrutar la vida a todo color. Y no, no es sólo para las fotos, estas nobles damas y divertidos caballeros andan así por la vida todos los días.

Animal print para combatir el frío (y sin hacer daño a ningún animalito)

Flores, turbantes ¡y guantes sin dedos!

Alegría y buena cordinación (y agallas, claro que sí)
Lo mejor de todo es que se trata de gente activa, con intereses vivos y gran joy de vivre. Podremos no estar de acuerdo algunas de sus elecciones, podremos tacharlos de viejitos excéntricos... pero la verdad yo quiero ser así cuando sea grande: alegre, luminosa y sin miedo al ridículo, todo en nombre de la libertad, el gozo y el color. Porque esto no es nada más imagen, es el resultado de una mente y un corazón muy traviesos, en el mejor sentido de la palabra.
¿Y por qué no empezar ahora mismo, aunque sea poco a poco? Por lo pronto, ya le he dicho NO a los abrigos oscuros para este invierno. Por algo se empieza ¿no?

Todas las imágenes vienen del blog Advanced Style. Muy recomendable.

noviembre 21, 2011

Boston Tea (without) Party 2 - de entrada por salida

No deja de sorprenderme la vocación nómada que tenemos los humanos. Siempre nos estamos moviendo, así que los transportes siempre están llenos, sea un microbús chilango o un trasatlántico de bandera noruega. Para este reciente viaje hice los arreglos de rigor, más tarde de lo que debía, pero sin contratiempos... aparentes.
La elegante metrópoli me esperaba
En el caso del avión, resulta que no hay vuelos directos desde el D.F. a Boston, así que la mejor opción era un vuelo a Washington y de ahí conectar a mi destino. En el sitio web que utilizo para hacer estos trámites los vuelos que me daba el sistema tenían una hora y media entre la llegada desde México y la salida a Boston, y lo acepté sin chistar. Erroooor. La escala en Washington resultó ser un suplicio. Caminata larguísima para llegar al área de migración, sin señalamientos claros... y una aglomeración titánica de nacionales (de allá) y extranjeros tratando de pasar por las cinco o seis garitas habilitadas con su respectivo oficial de migración. Me eché la hora y media haciendo cola, y a pesar de que tanto yo como otros viajeros reclamamos a cuanto empleado veíamos, de nada sirvió y nos resignamos a perder nuestros vuelos.
Después de migración, aduana: recoge tu maleta, ponla acá para que se vaya, declara que no tienes nada que declarar, ¡haz otra inmensa cola! para pasar por los detectores y rayos x... y córrele a la puerta chorromil en el área sepancuantos para ir al mostrador de United y que te den otro vuelo.  Ahh, adémás mis vuelos eran con US Airways, operados por United, pero nunca indican claramente en donde se registra uno para el vuelo. Por allá también se da el oscurantismo burocrático, a que no.

En fin, ¡tercera cola larguísima! para que una aburrida empleada me (nos) diera un lugar el un vuelo que salía poco más de una hora después. Y me fue bien, otras personas perdieron por completo su conexión y quién sabe qué arreglos tuvieron que hacer. Además hice plática con un par de chicas muy agradables, así que entre todas nos apoyábamos y nos reíamos de nuestra desgracia.
Mientras hacía esta última cola trataba frenéticamente de llamarle a mi esposo para avisarle de la demora. Los dioses del roaming internacional no me fueron favorables: nunca pude hacer llamadas ni mandar mensajes desde Washington a México, pero sí pude llamarle a mi amiga en Boston y ella le envió un correo electrónico a mi esposo. ¡Loado sea el Wi-Fi gratuito! En ese momento no sabía cómo conectarme, pero una vez que aprendí a hacerlo, me era más fácil comunicarme a México por correo o Feisbuc con el celular que de cualquier otra forma.
Llegué a Boston en calidad de fiambre, pero a una hora todavía decente y sin mayores novedades.
Un día soleado pude ver la enorme turbina eólica del MIT
Fast-forward al viaje de regreso. A sabiendas que había habido nevadas la noche anterior y que algunos vuelos se habían retrasado, me fui al aeropuerto (snif, no me quería ir todavía) con mucha anticipación para evitar problemas. Todo bien en Boston, no tuve contratiempos. Viaje a Washington sin novedades, espera razonable por allá (tomar juguito viendo los aviones, compra de revistas y snacks, rol por las tiendas, mis rutinas de aeropuerto habituales...), abordar el avión a tiempo... y esperar... esperar... esperar...
Anuncios "tranquilizadores" de los sobrecargos... y luego la noticia fatal: agarren sus cositas porque hay que desembarcar para que los mecánicos vean qué carambas le pasa a esta cosa. Ahí vas para abajo. Sala de espera re-llena de mexicanos desesperados, pero la verdad agarramos muy buen ambiente. Si nos hubieran dado unos tragos además de los refrescos del avión la hubiéramos pasado bomba, pero eso no quita que la espera fuera agotadora. Por fin el diagnóstico: el avión no podía volar y tratarían de enviarnos en otro. ¡Oh Santa Turbosina Mártir! ¿Y 'ora? Pues a esperar más.

Ya con dominio de las comunicaciones por interné el mundo (y mi marido) supo de mis cuitas y todos me desearon lo mejor. Más tres horas después, a la hora en que casi debería estar llegando a México originalmente, abordé el avión que me depositaría por fin en tierras chilangas. Todo el buen humor que derrochamos durante la espera se esfumó al llegar al D.F., simplemente queríamos salir del aeropuerto.

Por las pláticas con otros sufridos pasajeros, tanto en el vuelo de ida como el de regreso, me dí cuenta que United tiene graves problemas de organización. Conclusiones: No vuelvo a hacer conexiones tan apretadas... y no vuelvo a viajar con ellos.

noviembre 15, 2011

Boston Tea (without) Party 1 - de pisa y corre

Hace unas semanas viajé a Boston, Mass. por motivos de trabajo. Hermosa, hermosa ciudad... que no tuve oportunidad de recorrer. Lo único que conocí fueron las calles cercanas al hotel donde me hospedé, que por suerte está en una zona encantadora.
El clima fue todo un tema. Se anunciaba un descenso dramático de temperatura (del que fui oportunamente avisada por una querida amiga que vive allá), así que cambié mi plan de vestuario para incluir más suéteres y demás prendas abrigadoras. La noche en que llegué todo se antojaba un poco exagerado, pues la temperatura era agradable, pero en la madrugada empezó a llover y a enfriar, así que para el amanecer ya se sentía el frío intensito y la llovizna (un poco de aguanieve, incluso) no cesó en todo el día. Así que a desquitar el sueldo trabajando en interiores.

Un detalle curioso: mi hotel estaba dentro de un centro comercial, que a su vez se conectaba con otros centros comerciales, edificios de oficinas, hoteles, tiendas de lujo y edificios de departamentos mediante puentes recubiertos de vidrio que pasan sobre las calles. De esa manera unas cinco manzanas grandes quedan unidas, sin que se tenga que salir a las inclemencias del tiempo para ir de un lado a otro. Pero aprovechando que el segundo día de mi estancia (viernes) amaneció helado pero con un sol encantador, salí a caminar un rato por la mañana para conocer lo que pudiera y tomar algunas fotos.

Aires de la antigua Nueva Inglaterra

Modernidad y tradición

El parque Boston Commons, favorito de todos
Bello en verdad. A un par de cuadras del hotel está la calle Newbury, zona de boutiques, restaurantes (yomi), hotelitos minúsculos y encanto por doquier, todo enmarcado por casas victorianas perfectamente preservadas. ¡Una delicia!

Boutiques de moda y gente ad hoc

¿Qué historias guardarán esos áticos?
Los reportes meteorológicos ya hablaban de otra baja de temperaturas, con posibles nevadas por la noche. Cosa extraña, considerando que el otoño de Nueva Inglaterra no suele ser tan frío. Pero lo mejor (no para los nativos) estaba por venir: se anunciaba tremenda nevada para el sábado 29 de octubre, justo antes del muy animado Halloween y en un día en que mucha gente hace fiestas y reuniones.

Así que entre el trabajo, las juntas, el tratar de verme presentable y no congelarme en el proceso (maldita manía gringa de poner el aire acondicionado como si fuera Acapulco... y la calefacción como si fuera Groenlandia), me toco ver por la tele la casi-histeria de un pueblo que maneja muy bien las nevadas invernales, pero que estaba frustradísimo por tener nieve tan temprano en el año. Boston mismo no sufrió gran cosa, apenas me tocó ver un poco de nieve acumulada en las aceras a la mañana siguiente, pero ningún copito cayó sobre mi cabeza resguardada por gorrito de mi propia factura (je je, pretextos para lucir los tejidos). Al este y sureste de la ciudad sí cayó mucha nieve, a nosotros casi sólo nos llegó el frío.

Y yo nomás viendo los autobuses turísticos ir y venir frente al hotel, sin tiempo ni oportunidad para dar un buen tour por esta ciudad histórica. Oh, qué pena...
Y en la siguiente entrega, historias de llegadas y salidas accidentadas.

noviembre 09, 2011

Confieso que soy fresa

Síii, bien fresa. Y nerd. Y medio geek, pero no mucho. Constaté la fresez que me aqueja cuando empecé a usar mi smartphone (uf) como entretenimiento en el gimnasio. ¿Recuerdan que les pedí sugerencias musicales para amenizar mis horas de caminata y escaladora? Pues ya cargué mi telefonito con harta música que me alegra y me ayuda a mantener un buen paso en el ejercicio.
A reserva de que haga otras playlists más guapachosas (tengo ganas de bajar música de Celia Cruz, y sones cubanos, y salsa, y vallenato), por el momento me animo al ritmo de:
Mrs. Madonna...

Mrs. Spears...

Y para irle bajando el ritmo al final del ejercicio, algo de Katy Perry al estilo Glee...

¿Así o más fresa? (¡Pero funciona!) Que conste que también tengo algunas melodías de los infalibles Black Eyed Peas...

¡Así que sigamos moviendo el bote!

noviembre 01, 2011

Lana sube, lana baja...

...Pero de los aviones. He tenido la fortuna de hacer dos viajes internacionales este año y por supuesto busqué la manera de adquirir algunas lanitas. Realmente me vi modesta con las compras, pues evito recargar la maleta... y la tarjeta de crédito.
En Mayo estuve en Uruguay, las reseñas del viaje las pueden ver aquí y acá. Aproveché para comprar en Montevideo un par de regalos para la entonces lejana Navidad, que ya está a la vuelta de la esquina. Son dos bufandas de lana pura, tejidas en telar con hilos de diferentes grosores y colores:
Los destinatarios no leen el blog... creo
También compré dos madejas de lana 100% de grosor variable (equivalente a un "bulky") y ambas teñidas a mano en diferentes tonos a lo largo del hilo, lo que les da mucha vida. La chica que me las vendió carda, hila y tiñe la lana ella misma y estaba exhibiendo sus productos casualmente en el hotel de Piriápolis donde me hospedé. Las madejas ya están convertidas en tremendas bolas de 220 gr. cada una. La de tonos naranja la quiero combinar con café para hacerme un poncho. Pero no tengo idea de qué hacer con la azul rey, la verdad fue una compra impulsiva (¿cuándo no?) ¿Alguna idea para la pelotota azul?
Mi manita aparece con fines de mostrar la escala
Y en mi más reciente viajecito, esta vez a Boston, muy al norte del continente (estén pendientes para la reseña, je je) visité una agradable tienda de estambres donde me enamoré de un chal, pero con las malas noticias de que, a) se les había acabado el estambre en el tono que me gustó (y además estaba carísimo) y b) tampoco tenían el patrón a la venta, pero la amable dueña de la tienda me dio el nombre del libro donde está publicado, "Folk Shawls", y lo voy a pedir por Amazon (tip: vale la pena explorar las ofertas de libros usados pero en buen estado en ese sitio).
El caso es que compré la cantidad necesaria para el chal en una hermosa lana merino veteada de la marca canadiense Koigu, teñida a mano y no tan cara como la original del modelo. Como tejo bastante apretado, puedo tejerla con agujas de 5 mm, lo cual es una ventaja para mí.
Hermosos colores otoñales. La diferencia de tono de izq. a der. se debe a la luz
Así que seguiré coleccionando (¡y tejiendo!) exóticos estambres internacionales cuando las actividades me lleven fuera del país. A lo mejor no son tan exóticos, pero son un recuerdo útil y hermoso de tierras lejanas.
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