marzo 30, 2009

Crónica de una dieta anunciada 2 – Frenemies

Frenemies es un neologismo gringo que supone la unión de friends y enemies. O sea, no puedo vivir contigo, pero tampoco puedo vivir sin tí. En mi transitar por el mundo de las dietas me he encontrado con estos personajes alimenticios, a los que considero mis frenemies:
El germen de trigo, o de brócoli, o de alfalfa
Muy bueno para engrosar los sándwiches y hacer que un triste pan con una tajadita delgadísima de pechuga de pavo se vea más llenador. Pero a veces no me sabe a nada y a veces me sabe a cloro. Yuck.

La gelatina light

Es algo así como un postre placebo: pocas calorías y algo de sabor dulce para engañar al cerebro. Pero hacerlas es una fiaca, y al ritmo que las consume mi familia, tengo que hacer por lo menos dos a diario. O llenar el refri con puras gelatinas.

Las galletas y panecillos integrales

Estas en particular son duras, duras, duras. Si se presenta la necesidad, podría apedrear granaderos o mujeres adúlteras con ellas. La ventaja (?) es que me están fortaleciendo las mandíbulas.
(Fotos: de mi cocina para el mundo)

marzo 24, 2009

Yoga en boga

Todo el mundo está haciendo yoga, o dice que hace yoga, o quisiera hacer yoga. Bueno, todo el mundo es un decir, pero el hecho es que si hay un instructor de yoga anunciando aceite de cocina en la tele y en la prensa, y muchísimas personas tratando de hacer las posturas del árbol y el perro boca arriba y el guerrero en sus casas o en gimnasios... pues sí que ha ganado popularidad esta disciplina. Vamos, hasta el Wii incluye un módulo de yoga.
Yo me uno a la ola de aficionados, pues por instrucciones de mi coach (wow, tengo coach) del gimnasio y mi nutrióloga he añadido el yoga a mi recién adquirida rutina de ejercicio.

Yo, que lucho por simplificar mi vida, ahora paso la mayoría de las tardes de la semana brincando de un aparato de ejercicio a otro, de una clase de acondicionamiento físico a otra, tratando de conservar mi frecuencia cardíaca dentro de los límites óptimos para quemar grasa y tratando que los antojos producto de la dieta no me lleven al puesto de tacos después de quemar 250 míseras calorías por sesión. Y el fin de semana, yoga.
Ya había tomado clases en el pasado, pero me frustraba mi falta de flexibilidad y de equilibrio, eso aunado a la manía de las instructoras por incluir posturas como pararse de cabeza aún en las clases de prin-ci-pian-tes. Nunca entendí ese afán. Afortunadamente ahora me he encontrado con instructoras más sensibles a las limitaciones de mi cuerpecito y a los largos años que he pasado sin hacer ejercicio. Eso no evita que salga de las clases con dolores musculares generalizados. Sin embargo, y para mi sorpresa, lo estoy disfrutando.
Ahora, si tan sólo lograra aguantar el perro boca abajo unos segundos más...

marzo 13, 2009

Gigabytes de recuerdos

Mi abuela nació (decía) con el siglo XX. En su juventud aprendió a montar, tocar el piano y hacer tamales en una hacienda queretana. En su vejez vio la llegada del hombre a la luna, las minicomputadoras y los hornos de microondas. Ya no le tocaron los celulares, pero me la imagino muerta de la risa hablando por "una de esas cosas que inventan ahora”.
Cuando era yo niña, a menudo le pedía "abue, platícame de la hacienda". Lo mejor era cuando sacábamos la caja de las fotos viejas y la plática se volvía multimedia. Ahora algunas de esas fotos están en mi compu, con sus cerca de 100 años digitalizados en unos y ceros.
¿Tendrán los kilobytes tanta resistencia como el papel fotográfico?
Mi abuela de bebé con sus tías.
De joven en la hacienda.
El cariño por los animalitos me viene de familia.
Mi tío abuelo, charro de los de antes.
(Gracias a quienes guardaron estas fotos. Es mi turno de cuidarlas.)

marzo 09, 2009

Crónica de una dieta anunciada

Estoy a dieta. Más bien, estamos a dieta mi esposo y yo. Y además, nos inscribimos en un gimnasio y nos armaron un gran programa de ejercicio para bajar chorrocientos kilos y fortalecer nuestros respectivos corazoncitos. Ya no es por vanidad, sino por salud y economía: él tiene los triglicéridos altísimos y yo no quiero ni hacerme análisis, además de que me niego a comprar ropa nueva en medio de esta crisis económica, mientras mi sección del closet con la “ropa que guardo para cuando baje de peso” se llena cada vez más.
Para mí la experiencia no es nueva, ya he estado a dieta bajo supervisión de una nutrióloga y me ha funcionado muy bien, lo que me mata es la falta de ejercicio. Mi esposo es otra historia, es la primera vez que se pone a régimen estricto y la verdad la está sufriendo... incluso desde que hicimos la lista del súper. Qué digo, la está sufriendo desde la consulta con la nutrióloga, cuando le pidió que redujera su consumo de café a una sola taza al día y el yogur (natural) a apenas media taza de vez en cuando. Para no extrañar tanto el cafecito mi adorado tormento se compró como ocho tés diferentes, de los cuales 6 son variedades de té verde, el preferido por los nutriólogos hoy en día. También le pone un tanto nervioso la simple idea de que su cena va a ser media (¡media!) chapata con pechuga de pavo. Que ni se queje, porque mi desayuno fue medio bisquet integral con queso cottage y harto té, y mi cena va a ser la otra mitad de su chapata.


Ahora va mi queja: ¿por qué las mujeres aceptamos estoicamente las dietas y los hombres pegan de gritos cuando les quitan las papitas y la cerveza? La verdad nuestros respectivos planes no están taaan violentos, pero la sola idea de “estar a dieta” lo pone de mal humor. Sí, ya sé que a cualquiera lo pone de malas estar a dieta... pero es eso o un infarto. Y eso va para mí también, considerando que las enfermedades cardiovasculares se están incrementando alarmantemente entre las mujeres. Así que pásenme la lechuga, por favor.

(Foto: tomada por mí. ¿Ya vieron el tamaño de esos palmitos?)
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