noviembre 21, 2011

Boston Tea (without) Party 2 - de entrada por salida

No deja de sorprenderme la vocación nómada que tenemos los humanos. Siempre nos estamos moviendo, así que los transportes siempre están llenos, sea un microbús chilango o un trasatlántico de bandera noruega. Para este reciente viaje hice los arreglos de rigor, más tarde de lo que debía, pero sin contratiempos... aparentes.
La elegante metrópoli me esperaba
En el caso del avión, resulta que no hay vuelos directos desde el D.F. a Boston, así que la mejor opción era un vuelo a Washington y de ahí conectar a mi destino. En el sitio web que utilizo para hacer estos trámites los vuelos que me daba el sistema tenían una hora y media entre la llegada desde México y la salida a Boston, y lo acepté sin chistar. Erroooor. La escala en Washington resultó ser un suplicio. Caminata larguísima para llegar al área de migración, sin señalamientos claros... y una aglomeración titánica de nacionales (de allá) y extranjeros tratando de pasar por las cinco o seis garitas habilitadas con su respectivo oficial de migración. Me eché la hora y media haciendo cola, y a pesar de que tanto yo como otros viajeros reclamamos a cuanto empleado veíamos, de nada sirvió y nos resignamos a perder nuestros vuelos.
Después de migración, aduana: recoge tu maleta, ponla acá para que se vaya, declara que no tienes nada que declarar, ¡haz otra inmensa cola! para pasar por los detectores y rayos x... y córrele a la puerta chorromil en el área sepancuantos para ir al mostrador de United y que te den otro vuelo.  Ahh, adémás mis vuelos eran con US Airways, operados por United, pero nunca indican claramente en donde se registra uno para el vuelo. Por allá también se da el oscurantismo burocrático, a que no.

En fin, ¡tercera cola larguísima! para que una aburrida empleada me (nos) diera un lugar el un vuelo que salía poco más de una hora después. Y me fue bien, otras personas perdieron por completo su conexión y quién sabe qué arreglos tuvieron que hacer. Además hice plática con un par de chicas muy agradables, así que entre todas nos apoyábamos y nos reíamos de nuestra desgracia.
Mientras hacía esta última cola trataba frenéticamente de llamarle a mi esposo para avisarle de la demora. Los dioses del roaming internacional no me fueron favorables: nunca pude hacer llamadas ni mandar mensajes desde Washington a México, pero sí pude llamarle a mi amiga en Boston y ella le envió un correo electrónico a mi esposo. ¡Loado sea el Wi-Fi gratuito! En ese momento no sabía cómo conectarme, pero una vez que aprendí a hacerlo, me era más fácil comunicarme a México por correo o Feisbuc con el celular que de cualquier otra forma.
Llegué a Boston en calidad de fiambre, pero a una hora todavía decente y sin mayores novedades.
Un día soleado pude ver la enorme turbina eólica del MIT
Fast-forward al viaje de regreso. A sabiendas que había habido nevadas la noche anterior y que algunos vuelos se habían retrasado, me fui al aeropuerto (snif, no me quería ir todavía) con mucha anticipación para evitar problemas. Todo bien en Boston, no tuve contratiempos. Viaje a Washington sin novedades, espera razonable por allá (tomar juguito viendo los aviones, compra de revistas y snacks, rol por las tiendas, mis rutinas de aeropuerto habituales...), abordar el avión a tiempo... y esperar... esperar... esperar...
Anuncios "tranquilizadores" de los sobrecargos... y luego la noticia fatal: agarren sus cositas porque hay que desembarcar para que los mecánicos vean qué carambas le pasa a esta cosa. Ahí vas para abajo. Sala de espera re-llena de mexicanos desesperados, pero la verdad agarramos muy buen ambiente. Si nos hubieran dado unos tragos además de los refrescos del avión la hubiéramos pasado bomba, pero eso no quita que la espera fuera agotadora. Por fin el diagnóstico: el avión no podía volar y tratarían de enviarnos en otro. ¡Oh Santa Turbosina Mártir! ¿Y 'ora? Pues a esperar más.

Ya con dominio de las comunicaciones por interné el mundo (y mi marido) supo de mis cuitas y todos me desearon lo mejor. Más tres horas después, a la hora en que casi debería estar llegando a México originalmente, abordé el avión que me depositaría por fin en tierras chilangas. Todo el buen humor que derrochamos durante la espera se esfumó al llegar al D.F., simplemente queríamos salir del aeropuerto.

Por las pláticas con otros sufridos pasajeros, tanto en el vuelo de ida como el de regreso, me dí cuenta que United tiene graves problemas de organización. Conclusiones: No vuelvo a hacer conexiones tan apretadas... y no vuelvo a viajar con ellos.

3 comentarios:

Betty dijo...

Ánimo compañera, nunca falta. Y esos temas en el aeropuertos son tannnnnnnnnnnnnn comunes. Pero que bueno que regresaste con bien. Welcome to the jungle, again.

marujims dijo...

viajo poco asi que no he tenido el
disgusto de pasar por esto, pero por mi hermana que vivio al otro lado del mundo (malasia ahora en colombia los hijos en austria)he oido de este tipo de historias imaginate esperar 7 horas en un aeropuerto con niños horror!

Carmen Tye dijo...

Santa Turbosina Mártir!
Me ha facinao'!!

Oiga comadrita, eso de ser tan aventada con solo dejar 1 hora entre vuelo y vuelo casi casi podria ser comparado con la adrenalina de un deporte extremo! y mas en estos tiempos de las colas para hacer colas...

WelCome BaCk to MéxiCo!

Besitos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...