mayo 17, 2011

Uruguay desconocido 3 - Un final inesperado

Post laaaargo. Que conste que avisé.

Ese domingo fue un mal día para visitar Montevideo. Pero era eso o no conocer la capital, así que llena de confianza, con zapatos cómodos y mi cámara tomé el autobús, y tras un agradable viaje de casi hora y media desembarqué en la terminal Tres Cruces, relativamente cerca del centro de Montevideo. Mi objetivo era visitar el centro histórico y, a sugerencia del encargado de la información turística de la terminal, hice también una escala para visitar la gran "feria" (mercado callejero o tianguis) dominical que se instala cerca del mero centro de la ciudad. Era un día otoñal a 10°C, medio nublado, con viento y hojas volando por doquier. Muy romántico. Ajá.
La feria mezcla puestos de maravillosas verduras, quesos, pastas y embutidos con otros de plantas, artesanías y muchas, muchas antigüedades. Ví varias tiendas de antigüedades en las calles por las que se pone el mercado, esas tiendas y los bares (eran las 11 de la mañana) eran los únicos negocios abiertos a lo largo de cuadras y cuadras. Empecé a preocuparme cuando ví que, aún en la avenida principal, TODOS los negocios estaban cerrados, sólo algunos cafés estaban abiertos. Repito: todo cerrado. Y muy pocos transeúntes fuera del área de la feria.

La arquitectura a lo largo de la Ave. 18 de Julio es sorprendente:

Las colunmas parecen ser de lapizlázuli
Aires afrancesados, contraventanas de madera, fachadas super-decoradas... bien cuidadas en algunos edificios, pero en estado lamentable en muchos otros:

Siento decir que esto se repite una y otra vez...
Y al acercarme a la Plaza de la Independencia, apareció esta genial locura:

3, 2, 1, 0... ¡Lift off, we have a lift off!

Palacio Salvo. Hermoso y tremendo.
Para redondear el efecto surrealista, pude ver que en algunas ventanas de este edificio había ropa tendida. La verdad, eso me pareció una falta de respeto, eso y la enorme antena que corona la torre y que corté en mis fotos. Después lo entendí, pero fue duro verlo.
Siguiendo el periplo crucé la plaza y llegué a la Ciudad Vieja, que es la zona del puerto. Todo cerrado. Todo desierto. Una que otra pareja paseando al perro, alguna viejita camino de la tienda... y bolsas de plástico volando en el viento frío. Edificios hermosos que sólo uno que otro turista despistado como yo podía admirar. Graffitis y posters combativos en recuerdo del reciente 1 de Mayo. Un algo de abandono muy presente. La neta, me dió miedo. Incluso guardé la cámara y justo cuando decidí volver sobre mis pasos encontré el Mercado del Puerto. Ahhh, un buen almuerzo y una copa de vino me regresaron el alma al cuerpo.

Emprendí el regreso y gracias a los informes de varios meseros (gentiles fuentes de información) me enteré que había paro de taxis: NI UN SOLO TAXI circulaba por Montevideo. Después de rápida visita a una sección de la Rambla para ver el mar, decidí tomar el autobús urbano que me llevaría de regreso a la estación (ya tenía mi boleto a Piriápolis) con tiempo de sobra (calculé llegar una hora antes de mi salida final)... pero tampoco pasaba ninguna de las 3 rutas que me llevarían allá. ¿La razón? Había un partido de futbol considerado clásico para la afición uruguaya, y como los ánimos entre los hinchas estaban muy caldeados había fuertes medidas de seguridad... ¡¡¡y el estadio está a tiro de piedra de la estación!!! Hasta los buses tenían miedo... Por fin pasó mi transporte, exactamente 3 minutos demasiado tarde.
Llegué al andén sacando chispas, dispuesta a subirme al ómnibus a como diera lugar... pero ya se había ido.
Por fortuna otra línea tenía una salida 45 minutos después, así que compré otro boleto. 8:00 pm, entro al Argentino Hotel, aliviada de regresar a "casa".

Simplemente fue un mal día para ir a Montevideo, pero la experiencia me tiene conmovida hasta ahora. El recorrido en autobús desde y hacia Piriápolis me mostró grandes zonas con casas y edificios que rivalizan con los de suburbios de buen nivel en EUA o Canadá, hay numerosos negocios, supermercados, escuelas, centros comerciales... el aeropuerto es una joya y los urugayos también... entonces ¿por qué el descuido en el centro de su capital? No era sólo el efecto de un domingo caótico, créanme que puedo reconocer cuando a un edificio simplemente no le han dado su limpieza semanal... y cuando no lo han arreglado en décadas.
Se que una experiencia apenas de algunas horas no puede representar lo que es un país, y es por eso que quisiera regresar y ver la pampa, las estancias, la costa en verano y disfrutar más de la compañía de los amables uruguayos. Y tomar más de su vino, claro que sí.

Con todo cariño al Uruguay, es mi deseo que este futuro del que hablan sea pronto, y para todos, una realidad.

4 comentarios:

ROSA MA. dijo...

Hola, me encanto la narración de tu viaje, a mi también me gusta mucho viajar y ver las ciudades, su gente sus edificios, sus jardines y todo lo que mis ojos pueden ver y mis oidos oir y mi boca paladear me encanta conocer y probar comidas de otros lugares, y al igual que tu me entristece el abandono y la suciedad en muchas ciudades, grandes o pequeñas,nuevas o antiguas no tienen excusa, creo que en todos lados los habitantes pagamos suficientes impuestos para que nuestros gobernantes puedan mantener agradables las ciudades y mas cuando el turismo es una gran fuente de divisas, como veras es un tema sumamente interesante y polemico asi que ahí lo dejamos te seguire leyendo. Saludos afectuosos.

Carmen Tye dijo...

Que delicia de viaje..
Con toda confianza a la otra si quieres me ofrezco a llevar el equipaje!

Fotos de la lana?...
Besitos

Ale dijo...

.. y yo cargo a boris :DDD !! jajaja... bsts.......

-NaTs- dijo...

Bueno Aieres es también así, linda de edificios, pero llena de basura e indigentes, de lugares abandonados y pintarrajeados...

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