abril 28, 2013

El baúl de los recuerdos

En mi caso no es un baúl, es una caja de cartón bastante vieja, nada espectacular. Ahí guardo mi tesoro: fotos familiares heredadas por mi abuela y que vienen rodando de generación en generación desde finales del siglo XIX. Fotos viejitas, algunas en blanco y negro, pero la mayoría son sepia, ese color que inmediatamente nos remite al pasado directo y sin escalas.

Hurgando en la historia familiar para armar otro post (coming soon) me encontré con estos ejemplos de la moda de antaño, que ahora nos parece tan curiosa y exótica, tan cercana y lejana a la vez. Sin más, aquí van las fotos:
Mi bisabuela María, de unos 12 años, en 1890. El peinadito muy coqueto, el broche en el cuello... y esas cejas gruesas que llegaron hasta mí a través de los tiempos.

La tía Luz, hermana de María, en 1898. ¿Tendría unos 15 años, tal vez? El vestido es adusto pero espectacular... y hay que considerar que toda la familia era de condición modesta, muy bien educaditos eso sí.

La dedicatoria detrás esta foto está cortada, sólo se distingue "Ma. de la Luz" (parece que les gustaba el nombre en la familia) y una fecha de 1929, por lo que deduzco que no era la misma tía Luz de la otra foto. Me fascina el vestido, el ramo y los piecitos graciosamente cruzados sobre el cojín. ¡Pero nunca le pregunté a mi abue quiénes eran estos flamantes novios!

Mis tíos abuelos Antonio (hermano de mi abue) y Francisca (la tía Paquita) en 1937. Gran historia de amor la de este par, quienes se conocieron ya bastante grandecitos y en unos meses ¡pum! ya estaban casados. Formaron una pareja encantadora hasta la muerte del tío a mediados de los sesentas... y yo tuve la gran fortuna de conocer y querer a la tía Paquita. Espectacular el tratamiento del vestido, ¿verdad?

Tanto estilo, tanto cuidado, tanta elegancia en esas fotos de ciudadanos de a pie que tenían la afición de tomarse las fotos en estudio, con sus mejores galas, fuera para tener el recuerdo de una celebración o simplemente para marcar el paso del tiempo y quedar ahí, congelados y presentes en estas imágenes que guarda mi cajita de cartón. Nada de cámaras digitales ni photoshop, sólo un fondo de tela, una cámara de cajón y algunas luces. Y un fotógrafo anónimo que reveló el negativo para que aún ahora podamos ver su obra... y recordar. Siempre recordar.

3 comentarios:

juandavid dijo...

Y finalmente ¿qué queda en la vida que no sean recuerdos?
Lo demás, se va, se pierde, se lo roban, se lo heredan...
Los recuerdos son la maleta que un día nos vamos a llevar...
Ese baúl tuyo (o cajita) me puso profundo, jajaja

Están súper las fotos

Ale lu dijo...

Majestuosas, en verdad, definitivamente otra era en la historia de a fotografía. Un gran tesoro familiar.

Ale dijo...

Maravilloso ,me encantó, :)

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